Last Updated: Monday, September 6, 1999

Entro en una web (como si fuese un lugar físico, con puerta, ventanas o algo parecido a un interior) (como si me moviese desplazado por la acción de mi mano y su manipulación de un dispositivo señalador de la pantalla), en una web sobre el idioma checo, en conreto, sobre la historia del idioma checo, y. al final del texto, me encuentro esta firma maravillosa:

1998-1999 © Dr. Cynthia L. Hallen
Department of Linguistics
Brigham Young University
Last Updated: Monday, September 6, 1999

Y ¿por qué maravillosa?

Porque yo sabía que el día 6 de septiembre del 1999 era lunes, que hacía buen tiempo en Madrid, que Carmen vestía un vestido azul estampado de planetas y estaba tan morenita, recién llegada de Mojácar, que casi no la reconocí, que fingí leer mientras se acercaba a la mesa de la calle Argumosa en la que esperaba su sonrisa, en la terraza eximia del Achuri, que en aquellos tiempos era moderno y no postmoderno, sabía que iba a cambiar algo en mi vida, a las 9 de la tarde o de la noche, que no podía seguir siendo soltero, que sus besos iban a dejar de ser un accidente… y así fue.

Aquella fue la más importante de mis actualizaciones.

Fin de una era cinematográfica

Hoy he tenido la tristeza de encontrar esta noticia: Alta Films: fin de una bella película La primera distribuidora española de cine de autor cesará su actividad por falta de público y de apoyo de RTVE.

No salgo de mi tristeza. Siento que algo acaba de morir, estaba agonizante, pero acaba de recibir la puntilla, el punto final.

Ya hacía tiempo que se veía venir, que esto estaba acabándose, que la manera de ver cine, de proyectar cine, de hacer cine, tenía que cambiar… pero no deja de ser triste.

He escrito sobre el tema repetidas veces, como cuando comenté la famosa Gala de los Goya con la salida de Alex de la Iglesia. Como entonces, sigo sosteniendo que hace falta una visión más europea de la industria cinematográfica, pero no es el único problema.

Elegí el lugar en el que vivo porque había cines cerca. Había tantos cines que apenas recuerdo sus nombres: Los Luna, el Imperial, Los Rex, el Rialto, Capitol, Avenida, Palacio de la Música, Palacio de la Prensa, Callao, Acteón… y luego estaban los Renoir, los Alphaville (donde hace más de 10 años presenté mi libro Territorios), los Princesa…

Mi vida está rodeada de recuerdos en salas de cine. Gran parte de mi vida ha ocurrido allí. La maravillosa magia de ver una película como Bailar en la Oscuridad en la penumbra silenciosa de los Alphaville, es inalcanzable en casa, por ejemplo. Como crítico de cine, vi muchas películas por las mañanas, en horario de prensa, en los cines Palafox, pero también en las salas privadas de las distribuidoras, en el cine de la academia, en el instituto francés, en la Casa de América, en la peculiar sala del Pequeño Cine Estudio…

Tantas películas… tantas historias…

Y hoy cierran o anuncian su cierre próximo las salas más emblemáticas del cine-cultura de Madrid: Los Renoir, Renoir-Princesa, Lido, Roxy… Los cines que presumían, con razón, de una exhibición diferente, protegida y protectora de una forma de entender el cine que ha tocado a su fin.

La industria del cine entretenimiento ha terminado de asesinar a su hermana, la industria del cine de autor. Quedarán fracciones de autoría dentro del cine entretenimiento (que me encanta, no es su enemigo, es, simplemente, el superviviente, momentáneo, de una guerra sin cuartel contra la cultura).

Pero ¿cuáles son los enemigos dentro del conflicto que está terminando con el cine-cultura o cine-autor?

No está claro. Al menos, yo no lo tengo nada claro.

En parte, podemos culpar, simplistamente, a Hollywood, de su invasión, de su imperialismo, de su afán devorador, pero no es el responsable de los males que aquejan al cine de autor. Es la herramienta que usan quienes quieren terminar con él o a quienes no importa su sostenimiento.

Así como Bisbal no es el responsable de que se prostituya el Teatro de la Ópera, sino que no hay voluntad de protección y fomento de la cultura, la inútil cultura, como tal. Pragmatismo, entretenimiento, diversión, lo demás, ¿para qué sirve?

Ya hablé largo y tendido de la financiación del arte, de la cultura, en general, en varios artículos de este diario, pues es algo que me interesa y me afecta personalmente, pero citaré un texto especialmente significativo de una entrevista que me propuso el Colectivo Artón hace tiempo:

¿Piensas que en España la gente muestra interés por el ARTE?

Depende: la gente, en España, llama ARTE a cosas que yo no llamo ARTE (ni arte) como puede ser un músico más o menos enlatado que se permite el lujo de dar un concierto en el Teatro de la Ópera porque, pretendidamente, es un artista no elitista que ayuda al sostenimiento de una instalación como esa.

Tuve una árida discusión acerca del concierto navideño de Bisbal en navidades de este año en la que yo sostenía que jamás debería estar cantando allí porque ya tenía su lugar donde exhibirse y no en un lugar reservado (o que debería estarlo) al arte de la ópera. Aunque esto sea poco rentable, claro. Y acabamos otra vez en lo de siempre: el dinero y un sistema basado exclusivamente en ese valor como criterio objetivable de calidad.

Por no hablar del culto a ARTISTAS como pintores hiperrealistas o algún habitual de calendarios, otrora criticado Dalí, o algún cineasta más o menos pretencioso, o algún performer espectacular (¡contradicción!) como la aclamada Pina.

Ahora, se me olvida que yo soy gente. Soy poca gente, pero soy gente. Y sí, me gusta algún arte. De alguna persona que lo hace. No todo el arte ni todas las personas. Y no es una cuestión de género o forma. Me gusta o no me gusta. Siempre me interesa, eso sí, su función.

Podríamos hacer una pregunta parecida sustituyendo ARTE por CULTURA o CINE.

La forma de financiación basada en subvenciones me parecía imposible de sostener en una sociedad que está privatizando todo lo privatizable. No habría dinero público para invertir en cultura si no lo hay (presuntamente) para invertir en sanidad o educación infantil.

Cambiando radicalmente de tercio, la última vez que fui a ver una película a los Princesa, fue para ver Lincoln, una película del mainstream, que, no obstante, tenía muchas ganas de disfrutar en pantalla grande. Tras la espera, la sala estaba casi completa, elegí fila 5 y tuve durante toda la proyección, larga, como bien sabía, a un tipo de una altura no excesiva que, no obstante, impedía que pudiese ver la película con calidad. Además, el sistema de audio estaba reducido a una mínima estereofonía frontal, tan básica como la que tengo en casa. Los subtítulos me dieron dolor de cabeza, pues tuve que estar esquivando una cabeza ajena durante casi 3 horas… Y lamenté haber ido.

Entiendo que el problema no es sencillo, no es solo una cuestión de proteger la creación cinematográfica, sino también la calidad de las salas de proyección. Me dije a mí mismo que iría menos a ver cine al cine después de aquello. Es duro, pero mi proyector, el de mi casa, hace que sea complicado mejorar la calidad de la sala… pero deben seguir luchando por ello… o morir.

A esto se suma la famosa y criticada piratería, aunque esto es una soberana estupidez: apenas nadie piratea películas de producción europea, la mayoría de la piratería (denominación que aborrezco para una práctica mucho menos censurable que la reproducción técnica y compartición del soporte asociado con desconocidos, propio de una sociedad mucho más virtual e hiperconectada, que ha llevado la Era de la Reproductibilidad Técnica a su punto álgido), la inmensa mayoría, insisto, de las copias no autorizadas se realiza sobre cine entretenimiento, el que no está, de momento, en peligro de extinción.

Lo que sí que ha puesto de manifiesto es la necesidad de una comercialización/financiación diferente, como la que ha llevado a apostar por aplicaciones informáticas a costes ridículos que, sin embargo, aún pueden hacer ricos a más de uno. El caso de Whatsapp es especialmente significativo: más de 100 millones de personas usan esta app en el móvil y si tiene un coste (razonable) de 0,80 €/año, asegura un beneficio millonario.

Sí, hay posibilidad, incluso, de seguir comercializando cine Europeo de autor, pero utilizando Internet para el consumo privado en salas pequeñas, usando plataformas que deben tener más títulos de los que tienen, como Filmin.es, por ejemplo. Pero a unos precios aún más reducidos. El modelo de ingresos por venta de entradas ya no es sostenible, hay que inventar otro. Y no por la subida de IVA ni similares, sino porque la producción audiovisual asociada a una mínima cuota de pantalla hace imposible el ingreso de dinero para hacer una película de mediano presupuesto.

Si el cine de autor es cultura, requiere inversión pública. Si no, no hay nada que hacer, es decir, si no se considera cultura o si no se quiere invertir públicamente en desarrollo de la misma.

Hay un problema adicional al hecho de que resulte complejo definir CULTURA o ARTE, está el hecho de la rentabilidad del suelo en Madrid: siempre va a ser más rentable una sala transformada en gimnasio, como los desaparecidos cines luna, o en centro comercial de ropa, como el Avenida, o comprado por un banco rescatado con dinero público, como el Palacio de la Música (esto último ya huele tan mal al escribirlo que no sé si quiero, siquiera, comentarlo).

Por otro lado, la producción de una película de bajo presupuesto nunca había sido tan accesible, tan posible para infinidad de autores menores, menos conocidos, que deben ser mirados para rescatar lo que, de ninguna manera va a morir: la cultura. Surgirá de entre las cenizas para reinventarse, rehacerse, ser y estar en otros lugares, en Internet, para empezar, en otras salas, polivalentes, etc, aunque cierta profesionalidad se pierda (pero esta es otra historia).

El Cine se resistirá a desaparecer. Pero los cines tienen los días contados.

Y entonces ¿qué sentido tendrá seguir viviendo en Madrid? ¿Elegiría ahora mismo esta ubicación para vivir?

2 momentos cerca de las torres de Madrid

Llegando a Colmenar Viejo

Esta primera fotografía la realicé desde el tren, cerca de la estación de cercanías de Colmenar Viejo, recordando mi lejano proyecto. Eran las 10:30 del 1 de abril de 2013.

Llegando al Barrio del Pilar

Ese mismo día, 1 de abril de 2013, acercándome al lugar en el que imparto clases de Química (y matemáticas) a mi alumna preferida, en el Barrio del Pilar, desde el Hospital Universitario de La Paz, donde me había bajado del autobús 725 proveniente de Colmenar Viejo. Eran las 18:45. Estaba al comienzo de la Avenida de Monforte de Lemos.

Los fantasmas del Luna

O de Los Luna… sería algo que hubiera de componer, pero ya lo hizo mi estimado (Ella em va estimar tant… Jo me l’estimo encara…) sobre los del Roxy, otro de esos cines que desapareció para ser otro negocio más lucrativo.

Vídeo y Letra de la canción en cuestión que no puedo dejar de recordar mientras avanzo retrocediendo, para despistar a mis enemigos, sobre una cinta ridícula que simula ser una calle que simula que sirve para algo…

Los fantasmas de Roxy
Joan Manuel Serrat

Sepan aquellos que no estén al corriente,
que el Roxy, del que estoy hablando, fue
un cine de reestreno preferente
que iluminaba la Plaza Lesseps.

Echaban NO-DO y dos películas de ésas
que tú detestas y me chiflan a mí,
llenas de amores imposibles y
pasiones desatadas y violentas.

Villanos en cinemascope.
Hermosas damas y altivos
caballeros del Sur
tomaban té en el Roxy
cuando apagaban la luz.

Era un típico local de medio pelo
como el Excelsior, como el Maryland,
al que a mi gusto le faltaba el gallinero,
con bancos de madera, oliendo a zotal.

No tuvo nunca el sabor del Selecto
ni la categoría del Kursaal,
pero allí fue donde a Lauren Bacall
Humphrey Bogart le juró amor eterno

mirándose en sus ojos claros.
Y el patio de butacas
aplaudió con frenesí
en la penumbra del Roxy,
cuando ella dijo que sí.

Yo fui uno de los que lloraron
cuando anunciaron su demolición,
con un cartel de: «Nuñez y Navarro,
próximamente en este salón».

En medio de una roja polvareda
el Roxy dio su última función,
y malherido como King-Kong
se desplomó la fachada en la acera.

Y en su lugar han instalado
la agencia número 33
del Banco Central.
Sobre las ruinas del Roxy
juega al palé el capital.

Pero de un tiempo acá, en el banco, ocurren cosas
a las que nadie encuentra explicación.
Un vigilante nocturno asegura
que un trasatlántico atravesó el hall

y en cubierta Fred Astaire y Ginger Rogers
se marcaban «el continental».
Atravesó la puerta de cristal
y se perdió en dirección a Fontana.

Y como pólvora encendida
por Gracia y por La Salud
está corriendo la voz
que los fantasmas del Roxy
son algo más que un rumor.

Cuentan que al ver a Clark Gable en persona
en la cola de la ventanilla dos
con su sonrisa ladeada y socarrona,
una cajera se desparramó.

Y que un oficial de primera, interino,
sorprendió al mismísimo Glenn Ford,
en el despacho del interventor,
abofeteando a una rubia platino.

Así que no se espante, amigo,
si esperando el autobús
le pide fuego George Raft.

Son los fantasmas del Roxy
que no descansan en paz.

No tengo nada más que añadir… yo, claro, también fui de los que lloraron, cuando anunciaron su cese, el de mis cines Luna, que justificaban que yo tuviera una vivienda donde la tengo. Y no me imaginé nunca yendo a hacer otra cosa a ese local que no fuese ver una película de esas subtituladas, pero del mainstream… de esas que me gustan a mí.

Jo, si por lo menos pudiera imaginar a Stalone haciendo cinta al lado de Danny De Vito cada noche…

Los Fantasmas del Roxy, de Serrat. Vídeo de Julio Mármol
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Quiero desahuciar a mis vecinos

Sin ser exagerado, pero sí, soy la rama dura de esta comunidad de vecinos en la que parece que no ocurre nunca nada grave.

Hace un año fui nombrado presidente, de manera rotativa, me tocó serlo, y nos informaron entonces de que había algunos impagos en el inmueble porque algunos vecinos no pagaban las cuotas de comunidad correspondiente. Yo fui el único que dije que me parecía adecuado proceder con un juicio. Sé que suena muy duro, pero me parece terrible que se exijan responsabilidades a políticos, a banqueros, a empresas… y no empecemos por pedírselas a nuestros vecinos.

Si alguien adquiere un piso en propiedad, lo que no es en ninguna medida obligatorio sino voluntario, adquiere con él una responsabilidad, en realidad, un conjunto de derechos y obligaciones. Tiene el derecho a alquilarlo, por ejemplo, a venderlo, etc… pero también las obligaciones de hacer frente a algunos pagos como son los correspondientes impuestos (que podemos considerar excesivos, por supuesto, pero sin olvidar que contribuyen al mantenimiento de una estructura urbana, de unos recursos sociales como son la limpieza de las calles, la recogida de basuras, el alumbrado, etc).

Y es grave cuando alguien desea obtener solo los derechos sin las obligaciones.

Hace algunos meses hubo una reunión extraordinaria porque no se había ido a juicio y estábamos al borde de la quiebra como comunidad (lo que no dice mucho de nuestro administrador, a quien despediría inmediatamente, por ello entre otras cosas), debido a impagos sucesivos ya de tres de los diez propietarios del inmueble. El 30% de morosidad…

A pesar de la situación, el resto de mis vecinos seguía sin desear emprender acciones legales contra los que no están pagando y haciéndonos sufrir una lamentable irregularidad a los que sí pagamos.

En esa reunión, se propuso (el administrador destituible) que pagásemos un poco más para poder hacer frente a pagos como el de la recogida de basuras del portal y sacada del cubo cada día.

Ahí hice acopio de cabreo y aproveché mi curso para decir no y me planté en añadir que no subiría ni un céntimo mi contribución a nada de la comunidad de vecinos mientras existiese algún impago pendiente, antes bien, si se proponía algún tipo de aumento por vía democrática, ejercería mi derecho a negarme a pagar, pasando a engrosar la lista de morosos.

Tan solo se logró cancelar algún servicio, como este de recogida de basuras, para poder salir del atolladero en el que estábamos. No conseguí que se enjuiciara a nadie ni se iniciaran los más mínimos procesos de reclamación por vía jurídica.

La secretaria del administrador me informó de algunos de los problemas personales que estaba teniendo ella para localizar a los propietarios morosos, de algunos de los problemas personales que estaban teniendo algunos de los propietarios morosos, de algunos de los problemas personales que estaban teniendo algunos inquilinos de algunos de los propietarios morosos y yo, por mi parte, no le informé de los múltiples problemas personales que tenían muchos de los propietarios no morosos para hacer frente a los pagos correspondientes a sus responsabilidades.

No entienden que no se trata de nada personal. Se trata de algo, afortunadamente, regulado por normas que evitan que tengamos que llegar a convertir esto en algo personal. Si fuese personal, hace tiempo que habría empezado a «insultar» o tratar mal a algún vecino… No. No es personal. Son «negocios».

Quiero incluir una cláusula o norma adicional en las que rigen la comunidad para que ese enjuiciamiento, ese procesamiento legal se inicie automáticamente. No quiero que tengamos que ser consultados sobre algo que, directamente, no debería pasar.

Entiendo algún problema puntual, pero no una acumulación de más de 12 impagos sucesivos, adeudando la friolera, en total, de más de 3000 euros entre ellos. ¿No es posible tener un umbral (y me acuerdo del efecto fotoeléctrico al decir esto) a partir del cual se inicien acciones, se ponga en movimiento algo?

En esa reunión última asistió Carmen representando nuestra posición y defendiéndola muy bien, el administrador sugirió seguir esperando a ver si había resoluciones del conflicto sin llegar a lo jurídico. Carmen, como habíamos hablado, defendió lo contrario y el resto de vecinos, todos ellos tan buenos, casi naife, sonreían y asentían a ambas cosas… como buenos sumisos humanos.

Parece ser que uno de los morosos ha acordado una forma de pago, parece ser que otra ha prometido que va a pagar en breve, a un tercero no sabemos si aún es pronto… Y seguimos sin garantías de cumplimientos por su parte. Ni formas de exigirlas.

En paralelo, queríamos que el administrador incluyese la posibilidad de mantenernos informados a cuantos vecinos lo deseásemos, ahora que hay internet, que todo esto de comunicar parece más sencillo, mediante un email mensual, por ejemplo… y parece ser que contestó que eso era demasiado trabajo, que cómo iba a hacerlo si tenía unos 3000 clientes… ¿y si todos le pedían lo mismo?

Yo pensé, cuando me lo contó Carmen, que si tenía de verdad 3000 clientes, ¿cómo era que no se podía permitir el lujo de contratar a alguien que se encargara de esa gestión? Otra nueva razón para buscar otro equipo administrador de fincas. Pero en este país somos tan inmovilistas… Costará mucho convencer a otros vecinos de que debemos exigir más a quienes realizan para nosotros un servicio remunerado en un sistema en el que debería regir el libremercado nos encontramos atados por nuestra propia incapacidad. Por poner un ejemplo, Telefónica-Movistar sigue siendo en operador principal por falta de voluntad de los particulares para elegir uno diferente. Por no hablar de Windows o Internet Explorer frente a Linux. Hay alternativas, y algunas pasan por el hecho de tomar decisiones, y otras, incluso, por complicarnos algo la existencia, pero nos pueden hacer más libres.

Así que, como para pensar en alternativas en la gobernanza política.

En resumidas cuentas: soy el único que parece exigir que, si es preciso, desahucien a mis vecinos morosos. Si no pueden pagar un gasto comunitario, que se pongan en la piel de quienes pagamos a duras penas ese gasto común, esa aportación social, incluso, y me consta, desde situaciones duras como pareja con ambos miembros en el paro. ¿Qué necesitan estos últimos para, ya no revolucionarse, pero al menos para luchar exigiendo un cumplimiento de obligaciones igualitario?

Seguimos sin recogidas de basuras, seguimos con poco dinero en el fondo común de la, redundantemente llamada, comunidad y el administrador, neoliberal, claro, nos propuso bajar la recaudación… y mis vecinos, con la única objeción de Carmen en representación nuestra, aprobaron encantados esa reducción de contribución.

El cortoplacismo se manifiesta tan frecuentemente que es pasmoso darse cuenta de que lo que se produce a pequeña escala se reproduce a escala nacional e internacional. ¿No son conscientes de que no tendríamos dinero para hacer frente a una pequeña derrama que, en breve, acaecerá?

Me pasma.

Y yo afirmo y reafirmo: no subiré ni un céntimo (y si se baja, no subiré de nuevo) mi contribución, pase lo que pase, hasta que no haya ni un moroso en mi edificio. Quizá el problema estará cuando tengamos un problema de habitabilidad y nos demos cuenta de que, quienes no están llevando a cabo los pagos, curiosamente, no tienen estas viviendas como primera y única vivienda, que son especuladores en pequeña escala, que son propietarios que alquilan sus pisos, o dueños de una empresa que puede declararse en quiebra sin afectar al propietario del inmueble…

Confiemos en que no pase nada… confiemos en nuestra responsabilidad individual para salvarnos el culo, pasemos olímpicamente del hecho de poder beneficiarnos de formar una pequeña «comuna» o comunidad bajo la que guarecernos de posibles contingencias.

Y luego…

ufff… ¡no lo había pensado!

Nueva forma de afrontar manifestaciones

¿Qué tal si en las próximas manifestaciones, los manifestantes se parapetan tras este tipo de protecciones anti-anti-disturbios?

Es una idea la de sustituir las manidas cabeceras de las manifestaciones, esos textos que solo puede leer la prensa obsoleta, esa que está al otro lado de donde hay que estar, esas telas largas de un metro de anchura que sirven para identificar la cabeza de una serpiente que, quizá, ha llegado el momento de pensar en ser múltiple, como imagen, me viene a la cabeza, y nunca mejor dicho, la de Medusa.

¿Qué tal si cada cabeza de serpiente, de la cabeza de múltiples reptiles, llevase en su frente uno de esos protectores, una de esas barricadas móviles?


Un bonito cumpleaños

Collage del cumple

Mi querida amiga Sylvia organizó un maravilloso cumpleaños (el suyo, por si quedaban dudas) en un restaurante japonés que, no dejando de ser una franquicia, nos sorprendió a todos con una calidez inusual.

Lo de calidez no solo va por el calor tremendo que pasé y que hizo que lamentase estar, en general, vestido, sino por el trato amable y simpático de las camareras, foráneas, posiblemente filipinas o extremo-orientales de enormes sonrisas y cuerpos menudos. El encargado o dueño es un amigo de Sylvia llamado Raúl, bastante guapete y, sobre todo, generoso en humor y cordialidad. Hace que su lugar, el Sushi Olé de la Calle Francisco Silvela, 71, sea un sitio más que recomendable para organizar fiestas de cumpleaños, o para ir a comer cualquier día, con unos platos riquísimos, servidos con una simpatía y unas salsas deliciosas.

Pero lo mejor, obvio, no fue el restaurante, aunque ayudó mucho, sino el amor que desprende Sylvia en todo lo que hace y que convierte un evento de desconocidos, pues entre nosotros los asistentes no todos nos conocíamos, en una fiesta de la que no quieres irte. Un espacio de corazones abiertos, donde todos queremos encontrarnos con otros, donde compartir el espacio no es solo compartir el espacio.

Súmale a esto que te encuentras con amigos a los que ves menos pero que quieres mucho, como Iván, mi querido Iván Araujo a quien debo tanto, Jose Eugenio Vicente Torres, el grande, Alicia, su chica, que mejora con los años, como el buen vino (que tanto le gusta ;-)) y la tierna pareja de divertidos Guzmán y Patricia, con quienes tenemos muchas cosas en común.

¡Qué delicia! Una fiesta que se te hace corta, que te quedas con ganas de más, como nosotros, que tuvimos que irnos porque la preciosidad de mi chica (¡ay, qué guapa que iba, la muy…!) tenía que ir a Ciudad Real al día siguiente a dar un curso de Tango. Me dijo que me quedara, pero quería dormir a su lado y apagar mis ojos contra su costado.

Le pedí a Sylvia que tuviera la decencia de celebrar su cumpleaños 3 o 4 veces cada año, para poder disfrutar de una noche tan bonita.

Me quedé con ganas de muchas conversaciones pendientes, como con su amiga Begoña, que tiene pinta de ser todo un cielo o un rato más con Jose, o haber podido cruzar más de una frase con Iván, pero sé que nos veremos más…

¡Qué afortunado soy de tener gente tan maravillosa a mi alrededor!

Y eso que no hablo de los otros muchos amigos (as/as/as/as) que tengo en la cabeza. Pero hoy quería hablar de ella, de su fiesta, de lo grato de su entrega, de su calidez, de su sonrisa… siempre, su sonrisa.

El mundo es un lugar tan bello…

Esto no es una broma