Reformateando el Tractatus

1 Reformatear el Tractatus.
1.11 Formatear (Verbo que indica acción): Dar un formato o presentación a una tabla numérica o a un documento.
1.12 Reformatear consiste en modificar el formato previo.
1.121 Si el previo era un formato, digamos, literal, se trata de adaptarlo a un formato dinámico, interactivo y topológico.
1.21 Tractatus hace referencia a la obra Tractatus Logico-Philosophicus de Ludwig Wittgenstein.
1.211 El libro se enfrenta a los problemas centrales de la filosofía que tienen que ver con el mundo, el pensamiento y el lenguaje, y presenta una «solución» (como la denomina Wittgenstein) a estos problemas, la cual está fundada en la lógica y en la naturaleza de la representación. El mundo está representado por el pensamiento, el cual es una proposición con significado, puesto que todos (el mundo, el pensamiento y la proposición) comparten la misma forma lógica. Por lo tanto, el pensamiento y la proposición pueden ser imágenes de los hechos.
1.212 Wittgenstein es un filósofo austríaco, se cuenta entre los pensadores más influyentes del siglo XX, reconocido en especial por su contribución al movimiento conocido como filosofía analítica.

2 Reconocimiento de un formato más adecuado.
2.1 Al abrir por primera vez el Tractatus, quedé (asumo un yo) fascinado por el formato que había elegido el autor para exponer su pensamiento. Esa linealidad de libro convencional combinada con la enumeración característica de una exposición lógica.
2.11 De acuerdo a sus palabras: Los números decimales asignados a las proposiciones individuales indican la importancia lógica de las proposiciones, el énfasis dado a cada una en mi exposición. Las proposiciones n.1, n.2, n.3, etc… son comentarios a la proposición número n; las proposiciones n.m.1, n.m.2, etc… son comentarios a la proposición m; y así.
2.2 Los mapas mentales parecen un formato idóneo.
2.21 Mapas mentales son cartografías de ideas y/o reflexiones sobre un tema mediante diagramas que conectan las mismas, principalmente, de manera jerárquica.
2.211 Es posible que si Wittgenstein los hubiese conocido, habría deseado escribir su libro en este formato.
2.212 Puede migrarse el texto del Tractatus de manera simple a un diagrama jerárquico.
2.2121 Esto es justamente lo que se va a hacer.
2.21211 Debido a la limitación de no conocer el idioma alemán, se han comparado varias ediciones, hasta elegir una en papel prestada por María Ginzo, a quien se la había prestado su padre, a quien se la había prestado la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid.
2.212111 Es una edición bilingüe de Alianza Editorial de 1973, con una traducción basada en una realizada para la Revista de Occidente de 1957.
2.212112 La traducción está realizada por el ínclito Enrique Tierno Galván.
2.212113 Se va a utilizar una versión digitalizada.
2.2121131 La versión digitalizada ha sido previamente preparada para minimizar problemas técnicos durante el proceso.
2.22 Existen herramientas informáticas para realizar mapas mentales.
2.221 FreeMind es un programa de código abierto. Lo conozco de utilizarlo en otras ocasiones y con otros propósitos.
2.2211 Puede generar como salida distintos formatos, entre los que cabe destacar HTML dinámico, Java o XML.
2.2212 La navegación y su exposición se adecúan exactamente con el formato deseado para el Tractatus.
2.222 Elegir una herramienta de código abierto tiene connotaciones política que me interesan definitivamente.

3 Copiar, pegar y hablar.
3.01 Podría haber elegido un método automático para realizar la transformación de formatos, pero deseaba hacer hincapié
en el hecho de que se trata de una acción.
3.011 La acción simple de copiar y pegar.
3.0111 Copiar de un archivo de texto plano.
3.0112 Pegar en un documento, mapa mental, FreeMind.
3.1 Además del proceso de copia y pega, durante la acción, que no ha de ser rigurosa, se leerán textos escogidos.
3.11 Que no sea rigurosa significa que se permitirá la completa interacción con el público asistente mientras no obstaculice el feliz desarrollo del proyecto.
3.2 Se realizará una proyección del proceso sobre una pared.
3.3 Al finalizar el proceso de copia y pega al nuevo formato, se exportará a otros formatos adicionales.
3.31 Tras la exportación a otros formatos, interactivos y navegables, se procederá a su colocación en el lugar correspondiente de la web de http://www.giusseppe.net
3.32 Se informará a los asistentes (mediante correo electrónico) del lugar en Internet desde el que poder descargarse el Tractatus en nuevo formato o navegar por (interactuar con) algunos de los formatos que lo permitan.

4 La duración estimada es de 12 horas.
4.1 No es intencionadamente larga, es simplemente el tiempo estimado que puede tardarse en copiar y pegar línea a línea un libro de unas 90 páginas.
4.11 El proyecto puede haber terminado antes.
4.111 Si se hubiese terminado antes, se continuará en el espacio hasta el final del tiempo acordado leyendo y/o comentando textos del Tractatus.
4.112 Si no se hubiese terminado al transcurrir las 12 horas, se dejará inconcluso y se terminará y presentará vía web el resultado final para quien desee acercarse al mismo.
4.2 El tiempo estará dividido por cuestiones técnicas en tres bloques de 3,5 horas cada uno.
4.21 Entre estos bloques habrá un periodo de media hora.
4.211 Tras el tercer bloque, la media hora restante será reservada para comentarios de última hora o desmontar el equipamiento.

5 La acción se mostrará por primera y última vez en El Patio de Martín de Los Heros de Madrid
5.1 El Patio está situado en: C/Martín de los Heros, 15
5.11 El metro más cercano es Plaza de España
5.12 Un mapa de la zona puede encontrarse en: http://elpatiodemh.wix.com/patio#!contacto/con8
5.2 El día elegido es el 1 de julio de 2013
5.21 Es lunes.
5.3 Hora de comienzo: 12:00 p.m.
5.31 Se comenzará con absoluta puntualidad.
5.4 Hora de finalización: 12:00 a.m.

6 El público queda invitado a asistir en cualquier momento.
6.1 No es necesaria la asistencia de público desde el comienzo de la acción. Esta irá transcurriendo hasta su finalización, con o sin público asistente.
6.2 No es preciso, ni mínimamente, asistir al proceso completo.
6.21 Cualquier persona es invitada a entrar y salir a su antojo y en cualquier momento.
6.3 El público disfrutará de la proyección del proceso.
6.31 Pueden visualizarla o ignorarla y dedicarse a actividades más o menos voluntarias y arbitrarias.

7 Se agradece difusión de la convocatoria.
7.1 Puede interesar a colectivos o individuos relacionados con la filosofía o el arte o ambas.
7.11 También puede interesar a personas no relacionadas en absoluto con la filosofía ni el arte.

Fotos de líneas, composiciones…

Art Basel

Me encantan las fotografías como esta, de límites claros, de líneas y composiciones espaciales tan definidas, bien enmarcadas, con la luz adecuada, con una equilibrada mezcla de colores y conteniendo texto, por casualidad. Los edificios son tan bellos cuando se piensa en ellos como geometría espacial…

Esta foto está realizada en nuestra estancia en Basel, durante el encuentro de arte en el que fuimos programados, en el off del mismo.

Messe BaselCarmen y yo teníamos un billete para viajar por la ciudad durante tres días en todos los transportes públicos que deseasemos usar y llegamos hasta el lugar en el que se montaría la feria, casi por casualidad. Me gustó el edificio, claro, diseñado por Vom Herzog & de Meuron, que me recordaba la impactante belleza del edificio que había visto de Frank Gehry.

El prestigio se paga

art basel

Este fin de semana estuve actuando (como ya he dejado constancia en varios sitios) en Basel, dentro del Off-Art-Basel Festival. Es un festival de arte importante, célebre, de esos que todo el mundo te dice que hacen curriculum.

cargobar programY yo no hago más que sentirme idiota por ello. No he ido por el CV. No me sirve para nada. No creo que se pueda vivir de ingresar dinero de la performance y a las pruebas me remito: podría afirmar que he perdido dinero. Ha sido poco, teniendo en cuenta que hubo dinero de por medio, lo cual ya era todo un logro para lo habitual. He viajado a Basel y ha sido una preciosa experiencia, no lo discuto, pero no tiene sentido hacerlo con más frecuencia.

Se justifica, en ocasiones, con eso del prestigio: me hace importante estar cerca de lo importante. Pero es ridículo en cuanto te das cuenta de que tú eres lo más importante de todo. No es puro ego, es una afirmación que le puede ser aplicada a cualquiera por cualquiera.

Y entonces, cuando mi madre me dice que ha guardado una reseña del periódico en la que se menciona Basel y su feria de arte o cuando Carmen decide traerse el programa en el que aparecemos mencionados (yo también le hice unas cuantas fotos), me siento un idiota. No, no soy importante por ello, no he logrado más CV del que necesitaba. Es un curriculum absurdo, pues nunca voy a vivir de él.

Ayer le comentaba a Carmen la diferencia entre ese CV y el de un, digamos, informático, que tarde o temprano consigue, con él, un puesto de trabajo remunerado de manera más o menos regular. En el caso de un artista, toda su vida es hacer curriculum… sin llegar nunca a tener un trabajo remunerado de manera más o menos regular. Es ridículo. ¿De qué sirve, entonces? ¿Aumentar el ego? ¿Ser reconocido «internacionalmente»? Vanidad, vanidad…

Y además no sale gratis. Jop.

Pero no lamento haber ido, no lo lamento, no es eso, pero sí que tampoco lamento no prodigarme más en encuentros, festivales, eventos… en los que, en el mejor de los casos, no pierdo dinero.

¿Supone eso que no seré nunca un profesional del arte? Bueno, ¿y a quién le importa?

Entrevista en Art Basel

El domingo estuve en CargoBar presentando una acción en un encuentro que convocaba Frank Castro. El sábado por la tarde me habían realizado la siguiente entrevista que tuve el gusto de contestar enteramente en inglés, sin subtítulos y sin ayuda. Así que ahí queda, mi nivel de inglés está sobradamente demostrado. Lo demás no importa.

[youtube_sc url=http://youtu.be/-eUexfp2K84]

La entrevistadora, Tanja Herrera, fue una maravillosa persona que, modestamente, con calidad humana, dirigió las preguntas, editó el vídeo, montó el lugar en el que se realizó, y subió el resultado a youtube.com. Se merece desde aquí mi más cordial abrazo y aplauso.

El acto de escribir, no la palabra (II)

Performance que voy a realizar este domingo en Basel, Suiza, dentro del encuentro de performance (claro) que se organiza en Cargobar. Se puede ver la información completa en este enlace.


El acto

de escribir

no la palabra (II)

Descubrimiento de lo obvio que tuvo lugar durante un laboratorio de investigación de fusión o interacción de Danza y Poesía. El título es un poema escrito entonces.

Segundo elemento de la serie de acciones consistentes en recuperar la componente de acción que siempre va asociada a escribir.

Como verbo, nos delate su naturaleza de acción, pero además, podemos recuperar sus distintas facetas, teniendo en cuenta que produce sonido, imagen, movimiento, objetos, y estos objetos a su vez huelen, saben, suenan, son táctiles, visuales, afectando a sí a todos y cada uno de nuestros cinco sentidos.

Y esta acción puede ser pequeña, mediana, grande o enorme y las características que le acompañan son proporcionales a ese tamaño.

Si en el primer elemento de la serie (llevado a cabo en el 5º Encuentro Internacional de Arte de Acción de Caudete, Albacete, 2008) se exploraban las posibilidades sónicas de la acción de escribir, en esta segunda ocasión me centraré en la imagen y el movimiento.

Una misma palabra (la palabra “palabra”) será escrita en diversos idiomas (27 idiomas diferentes) en distintos tamaños y en sobre distintos soportes (papel, aire, paredes, pieles, ropa, sillas…) y con distintas herramientas.

Esa palabra (“palabra”) ocupará en algunas ocasiones dimensiones diminutas y en otras ocasiones el espacio completo, de manera que su escritura implique el acto de desplazarse en el espacio para realizarla y deje de manifiesto que, escribir, es, ante todo, un acto.

La acción tendrá un tiempo máximo de realización de 27 minutos cronometrados, no obstante, puede ser terminada en menos tiempo.

Palabra en 27 idiomas:

Español

Palabra

Inglés

Word

Alemán

Wort

Francés

Mot

Italiano

Parola

Portugués

Palavra

Neerlandés

Woord

Rumano

Cuvântul

Checo

Slovo

Finlandés

Sana

Euskera

Hitza

Húngaro

Szó

Lituano

Žodis

Polaco

S?owo

Búlgaro

????

Catalán

Paraula

Esloveno

Beseda

Esperanto

Vorto

Ruso

?????

Turko

Sözcük

Griego

????

Irlandés

Focal

Croata

Rije?

Letón

V?rds

Sueco

Ord

Macedonio

????

Serbio

???

Palabra

spa

Word

eng

Wort

deu

Mot

fra

Parola

ita

Palavra

por

Woord

nld

Cuvântul

ron

Slovo

ces

Sana

fin

Hitza

eus

Szó

hun

Žodis

lit

S?owo

pol

????

bul

Paraula

cat

Beseda

slv

Vorto

epo

?????

rus

Sözcük

tur

????

ell

Focal

gle

Rije?

hrv

V?rds

lav

Ord

swe

????

mkd

???

srp

Notas de acciones y otras cosas

Instalación

Oír a otra persona usando un «medio» en directo y en persona. Algo así como usando auriculares aislantes y sendos micrófonos conectados a un aparato que, eventualmente, graba. Podría ser online/skype, con dos portátiles enfrentados.

Recordar la instalación de una pieza de música clásica conocida, por ejemplo, la novena sinfonía de Beethoven, asociada a un ecualizador gráfico. Sala a oscuras. Solo debe ser visto el ecualizador. No oír nada, o, en su defecto, conectar auriculares con sonido de mar que no corresponda al movimiento de luces del ecualizador.

Relación entre música y números y bits. Más o menos como entre líneas, fotogramas y películas. Recordar la música de Ryoji Ikeda. Insertar líneas en fotogramas montando un audiovisual que relacione esa música con la frecuencia de aparición de las líneas, su disposición espacial, vertical preferiblemente, y su grosor o color.

Acción: Abrir 27 puertas en 1 día. Escribir (o poner de algún otro modo) una letra por puerta.

Fotografía

Fotografiar copas con distintos líquidos o sólidos. Quizá también algún gas, visible o invisible. 27 Fotografías.

Fotografiar mesas con distintas cosas a modo de bodegones, con una descripción adyacente. Montar dípticos con las fotografías (cuadradas) junto al texto (en caracteres monoespaciados) escrito en blanco sobre negro.

Escritura y palabra

Empezando a contar algo sin saber el qué (al modo de Conferencia sobre nada, de John Cage) y terminar cuando se acabe la luz solar.

Escribir palabras de atrás hacia adelante hasta finalizar con el comienzo.

Escribir varias personas los avatares de varios personajes que se cruzan en un punto común. Punto de partida para un proyecto de escritura colectiva, quizá para un taller de poesía.

Usar un relato ya escrito y sustituir todo lo poesible por otras cosas hasta que sea completamente nuevo. Ya he realizado algo similar con poemas (de Paul Eluard) pero ver qué tal funcionaría con un relato.

Escribir distintas anécdotas en cartas y barajarlas. Repartirlas.

Recortar la segunda línea de cada artículo de periódico del último año y juntarlas. Modificar mínimamente la gramática para que concuerden y presentarlo como un artículo periodístico nuevo, global, caleidoscópico, simultaneísta.

Hacer un esquema y un resumen de cualquier cosa y pedir «por carta» que unos desconocidos vayan aportando sus historias.

Realizar una serie de tablas de verdad escalables. Por ejemplo en formato vectorial. Mostrar que la verdad puede aumentarse de tamaño, pero no de verdad.

Sobre ciclismo: Mientras la policía no vaya en bicicleta, son patrañas. Las bicicletas son para el Verona.

Senado/r / Senes / Senectud
Ancianos sabios enfermos de las gens / gentes / familias. Genética y vejez. Relación.

Proyecto: Suelos.

Mi padre me decía que no mirase el suelo.

Hacer series de 27 fotos de suelos.
Referencia al proyecto líneas.
Texturas – Series. Mezclar con el proyecto Zoom.
Paredes. Fotografiar paredes. Distintas paredes. Letra / pared.

Mármol y chicle. Son materiales distintos, pero ambos son uniones de protones, neutrones y electrones… ¿o no?

A partir de Lo Neutro de Roland Barthes

  • Texto La Naturaleza no existe donde hay verbo o palabra. El verbo creó la naturaleza. El logos. Demiurgo. Pero ¿creó la naturaleza o la idea de naturaleza en el ser humano?, es decir, ¿no insufló la palabra naturaleza en lugar del objeto?
    • Ref. a Gorgias y su «Dios no existe», si existiese sería incognoscible, si existiese y fuese cognoscible, sería incomunicable. Maravilloso texto. Volver a leerlo.
    • Ref. al Génesis. Verbo/Logos. Dios innombrable frente a Naturaleza nombrable. Las palabras se hacen para adueñarse de la naturaleza. El poder del nombre.
  • Verbo = Hombre (Ser humano). Wittgenstein. Principio de incertidumbre -> Alteración de la Naturaleza por la mera presencia del observador, del humano, del acto de nombrar. Capturar = afectar.

¿De qué vive un poeta?

Ayer en una clase de poesía
me preguntaron
¿de qué vivía Paul Eluard?

Yo había estado presentando su contexto
su relación con Gala
su pertenencia al Surrealismo
su estancia en Suiza en el momento adecuado
para conocer el nacimiento de Dadá
su amistad con Bretón
su militancia política…

y no tenía ni la más remota idea
de si vivía de la poesía
aunque estaba casi seguro de que no.

Poeta no es aquél que vive de la poesía
sino aquél que vive para la poesía.

No pude evitar darme por aludido
si bien
algo en mi interior me decía
que yo no era
ni remotamente parecido
a Paul Eluard.

Hice un repaso
(no solo mental)
sobre de qué vivían
(de qué ingresaban dinero)
los poetas y artistas que conozco
vivos y/o muertos
comentando cómo, muchos, cobraban en especies
en obra plástica
como Duchamp y Picasso
y cómo el primero había ayudado a coleccionistas
de la talla de Peggy Guggenheim
a acercarse a obra de autores que nunca habría conocido
o cómo Baudelaire
uno de los primeros escritores malditos
había escrito un libro titulado
Cartas a mi madre
en las que
cada vez que terminaba
le pedía dinero para sus re
ediciones
de las Flores del Mal.

Dinero que
en última instancia
salía de las manos de su odiado padrastro
burgués militar hasta la médula
que habría querido impedir
el desarrollo artístico de quien estaba llamado a ser
el revolucionario mayor de la poesía contemporánea.

Charles
como muchos otros
ingresó de traducir obras ajenas
como haría Paul Celan
o Paul Auster
o tantos otros
que tenían
con ello
la oportunidad de trabajar en algo cercano
a aquello para lo que querían trabajar.

Algunos habían vivido de participar en publicaciones
tan prosaicas como la prensa
y ahora las tertulias televisadas
o radiadas
en cierto tiempo.

Otros
de hacer obra de encargo
en paralelo a la obra que deseaban hacer
tanto cineastas
como pintores
como fotógrafos
como escultores
como arquitectos.

Había ejemplos de todas las clases
de todo pelaje.

Muchos tenían trabajos más o menos ignorables
e ignorados en sus biografías
como Bukowski el cartero
y luego tantos otros trabajos ocasionales
o Henry Miller jefe de personal
o Auster negro literario
o pintores diseñadores gráficos
y recordé la entrevista que hacían a un escritor español
cuyo nombre no recuerdo
en la que afirmaba que una de las mejores profesiones
para un poeta o novelista
era la de barrendero
por la disponibilidad de tiempo
estabilidad económica
aporte de experiencias únicas
y mínimo consumo cerebral.

Porque sí
el cerebro se gasta
en determinados trabajos
y así yo preferí
trabajar de teleoperador
a administrador de sistemas o consultor tecnológico
porque mi para qué
se veía mucho menos turbado
en un trabajo eventual
que no requiriese la participación
de mi mente.

De un tiempo a esta parte
muchos artistas y ocasionalmente
algún poeta
habían vivido de la subvención pública
que era un camino razonable
para quienes están haciendo obras
de marcado carácter contemporáneo
exentas de la posibilidad de crear un público espectador
habiendo abolido la expectativa.

Parecía que se había hecho posible
el deseo de Maiakovski
expresado tan maravillosa e inteligentemente
en su poema
Conversaciones con el inspector fiscal sobre la poesía.

Pero no podía durar.

Ahora están
navegando en el mar de dudas de la carencia más absoluta
en una economía que más que de guerra podríamos llamar
de postguerra
de país vencido.

O estamos.

Y vamos recogiendo migajas
en forma de trueques
ayudándonos entre nosotros
a seguir adelante
comprándonos entre nosotros las obras que
en muchos casos
solo leemos nosotros o vemos nosotros.

Y vamos fabricando más jabón para esta burbuja
que nos mantiene aislados
como en un lugar impoluto y limpito
carente del problema de la subsistencia
en el que no hablamos de qué es lo que hacemos
para ingresar dinero.

En muchas ocasiones
(y me incluyo)
tenemos familiares o amigos
que ejercen un mecenazgo
puntual
con el que vamos tirando
y tiramos
porque somos cigarras en un mundo de hormigas
a quienes molesta el ruido de las cigarras.

No sé de qué vive Paul Eluard
pero sí sé
seguro
cómo vivió
y para qué vivió.

Vivir es
tan difícil
cuando se hace contracorriente…

Una mala acción

13plumasNo, no es de moral de lo que hablo, sino de arte, arte de acción. Y no es una referencia a la maravillosa acción que realizó Isidoro Valcárcel Medina en la convocatoria del Acción10MAD.

El viernes pasado estaba convocado para realizar una acción dentro de un evento lleno de eventos que es la presentación del libro de Ana Matey, titulado 13 plumas. Nos había hecho llegar a varias personas (13), varias plumas, envueltas y con la propuesta de realizar una acción que iba a solaparse con acciones de otras tantas personas. Debíamos llegar sin avisar, sin ser presentados, y accionar directamente.

La propuesta era divertida y fue bien, pero quedé bastante descontento con mi acción. Desde varios días atrás, pensé poco en ella, en la acción, hasta el punto de que barajé dejar de hacerla para poder darle una clase a mi alumna preferida, más que nada porque en esa acción me pagaban y como performer no. Aunque no era solo una cuestión de dinero. Ambas cosas me apetecían, pero ninguna mucho. Faltaba motivación. No tenía claro qué quería hacer y eso acabó pasándome factura.

¿Qué exactamente no me gustó de mi performance?

Faltó presencia, pero, sobre todo, faltó nitidez. No estaba bien perfilada, no estaba bien definida, como si fuese una improvisación deslavazada en la que iba haciendo un poco lo que me venía en gana, pero sin haber decidido, tampoco, que iba a ser una improvisación. En resumidas cuentas, fue hacer por hacer. No hubo un proyecto, no hubo poesía, no hubo intención.

Que faltase presencia era perdonable, porque yo había supuesto que iba a solaparse con otras 13 personas y no quería llevar una acción muy aparatosa, muy presente, muy ampulosa que requiriese atención, pero acabé por ignorar estar en un lugar especial, en un momento especial, pero ni siquiera en un cotidiano lugar elegido. No había elección. Y sin ella, la presencia era huera, vacua, vana, como de juego sin gracia.

Pero lo peor fue que no sabía ni cuando terminar. Y el tiempo, marcado forzosamente en 13 minutos, se me hizo eterno, lo que es absurdo, pues no era ni la mitad de lo que me gusta tardar. Pero 13 minutos llenándolos con naderías, con pequeñas acciones sin objeto, fue tan largo que, de hecho, terminé antes porque no le veía sentido a continuar.

Este sábado tengo la oportunidad de resarcirme, de disculparme para conmigo mismo, realizando una acción que sirva, de algún modo, como presentación de su libro. Hummm…. elegir acciones cotidianas para realizarlas y dotarlas de valor artístico no es un problema, el problema es hacer sin haber elegido. Esto se convierte en la más vacía pretensión y un artista conceptual no puede permitirse caer en estos vacíos vicios. Sin concepto, sin idea, sin decisión consciente, una performance es solo una tontería, una tomadura de pelo y una falta de respeto.

Debo disculparme, pero lo haré con una acción. Espero que, la próxima vez, será seria, rigurosa y definida.

¿Cómo se llega a ser artista contemporáneo?

Por José Luis Pardo

José Luis Pardo (Madrid, 1954) es profesor de filosofía de la Complutense y ha tocado el ámbito artístico en el ensayo Sobre los espacios (Serbal, 1991). Está por publicar en Pre-Textos, en colaboración con Fernando Savater, Palabras cruzadas. Una invitación a la filosofía. Este texto compara el rol social y el significado del artista moderno y el contemporáneo.

¿Cómo se llega a ser artista contemporáneo? 1813 Günter Brus

Aparentemente, y a riesgo de la decepción que a un lector animado por el título pueda ello suponerle, responder a esta pregunta no debería ser más difícil que explicar cómo se llega a ser artista moderno, y desde luego bastante más fácil que comprender cómo se llega a ser artista antiguo, artista medieval o, en general, artista premoderno.

Esto último (cómo se llega a ser artista premoderno) es más difícil porque aquellos a quienes hoy reconocemos este rango (por ejemplo, Velázquez, Cervantes o Píndaro) no se propusieron jamás llegar a ser artistas, por la simple razón de que, en sus épocas y sociedades respectivas, no existía el estatuto de «gran artista profesional», no estaban institucionalizadas las instancias que conceden esta categoría ni se daban los parámetros y procedimientos de reconocimiento que la consolidan. De modo que el hecho de que ciertos personajes premodernos hayan llegado a ser considerados artistas es un hecho forzosamente retrospectivo, plagado de azares y contingencias y, como tal, hijo de selecciones y elecciones realizadas mucho después de que tales figuras estuviesen enterradas y sus obras totalmente concluidas, y obediente a criterios estéticos y científicos completamente ajenos a sus conciencias, relacionados, entre otras muchas cosas, con la «invención de la Historia del Arte» llevada a cabo por varias generaciones de grandes profesores universitarios (fundamentalmente alemanes y británicos) durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX. Esto —su falta de voluntad de ser «artistas», por haber adquirido esta condición post mortem, y a consecuencia de circunstancias que ellos no pudieron en modo alguno prever— hace que Shakespeare, Vivaldi, Eurípides o Hugues Libergier aparezcan a nuestros ojos algo más inocentes (sólo como artistas, pues como personas aparecen bastante más ambiguos) que, por ejemplo, Flaubert o Picasso (cuya voluntad artística es exorbitante y a veces exasperante, pero cuyas biografías son también más claras y rotundas).

Ello se debe a que los dos últimos nombres identifican plenamente a artistas modernos, es decir, a individuos que sí lucharon deliberada y denodadamente por ser artistas, bien porque en su contexto esta lucha era perfectamente posible y estaban especialmente dotados para ella (como le sucedía a Picasso), bien porque ellos mismos contribuyeron a forjar la figura canónica del artista moderno, como es más bien el caso de Flaubert. Y a pesar de las enormes distancias que hay entre estos dos ejemplos, en ambos, como en muchos otros significativos que podrían aducirse, el camino para llegar a ser «artista moderno» está jalonado de lo que Pierre Bourdieu llamaría «atentados simbólicos» contra el orden establecido de la representación, atentados que en el caso de Flaubert son ya para nosotros (porque el tiempo transcurrido se ha encargado de convertir en norma lo que entonces fuera escándalo) prácticamente imperceptibles, y en el de Picasso están en vías de serlo. Pero lo que distingue al artista moderno del premoderno no es esto (pues podrían señalarse gravísimos atentados simbólicos cometidos antes de la modernidad), sino el hecho —coherente con la reflexividad que caracteriza al primero frente al segundo— de esforzarse por hacer de la ruptura de las reglas una profesión respetable. De tal modo que podría decirse que el gran logro del arte moderno no reside únicamente en la confección de tales o cuales obras, sino en la creación de la institución arte como una esfera de la cultura separada y distinta, dotada de relativa autonomía en cuanto a sus valores y cánones de legitimación con respecto a las demás esferas, y asociada a ciertas entidades emblemáticas como los museos y las bibliotecas nacionales, las grandes galerías, la industria editorial y las facultades de Bellas Artes. Este término tan equívoco («bellas», aplicado a las artes o a las letras, para diferenciarlas de las «plebeyas») identifica el título de nobleza que distingue para los modernos al «gran arte» (digno de ser conservado) del pequeño, que sólo tiene un estatuto funcional o de servicio, aunque también es el origen de un gran malentendido: pues la belleza que ostentan los productos así peraltados nada tiene que ver con la «armonía», la «proporción» o cualquier otra cosa que pudiera concebirse como una medida objetiva de su perfección (y esta falta de medida objetiva es lo que otorga al arte moderno su célebre e irremediable halo de subjetividad); más en concreto, la belleza moderna es casi un requisito negativo, pues se trata de un placer que no se puede reducir al agrado sensible ni a la adecuación instrumental, ni siquiera a la satisfacción moral, que se quiere pura y simplemente artístico. Esto de lo «puramente artístico» ha resultado siempre algo bastante misterioso, sobre todo considerando que el pensador moderno que quintaesenció en una fórmula varios siglos de reflexiones metapoéticas definió este misterio, del lado del receptor, como una extraña facultad llamada «gusto», que no se puede aprender, y del lado del productor como una peculiar disposición del temple anímico —el genio— en virtud de la cual la naturaleza da la regla al arte.

Seguramente el arte empezó a tornarse contemporáneo el día en que esta condición misteriosa pasó a ser directamente sospechosa, sospecha que pende como una vergonzosa mancha sobre todo lo que hoy quiera ser llamado bello. Y, aunque la queja más popular contra el arte contemporáneo consista en acusarle de fealdad en el sentido (antiguo) de «imperfección objetiva», quizá su más profundo feísmo se relacione más bien con su rechazo de la belleza en el sentido (moderno) de «placer subjetivo puramente artístico», hasta el punto de que podría decirse que se llega a ser artista contemporáneo a través de una carrera sembrada de «atentados simbólicos» que, ahora, ya no se dirigen contra el orden establecido de la representación (puesto que cada vez está menos claro que haya un orden de este tipo o en qué consiste) sino precisamente contra el arte como institución, entre cuyos muros medio demolidos vive a su pesar el artista contemporáneo, tomado por lo que precisamente ya no quiere ser, o sea, ornamento de un poder público o recremento de poderes privados. Testimonio de ello son los sucesivos y concurrentes intentos de negación de la voluntad artística —el artista contemporáneo, a diferencia del moderno, no quiere ser artista o autor— o la pretensión de disolver la categoría misma de obra (creando productos visuales que no sean «cuadros» susceptibles de ser conservados en museos, productos sonoros que no sean «canciones» susceptibles de ser repetidas o reproducidas, productos gráficos que no sean «libros» susceptibles de ser catalogados en bibliotecas, entre otros muchos ejemplos), y también el hecho de que un celebrado pensador posmoderno haya podido concebir la peregrina idea de que los atentados de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York son «la mayor obra de arte contemporáneo». La única comunidad que acaso sea factible hallar entre tan diversos y heterogéneos programas pudiera consistir en su condición de haberse constituido en torno a la finalidad común de atacar, desmontar, descubrir, delatar y/o desenmascarar ese misterio de lo «puramente artístico» que los antiguos recubrieron con el romántico nombre de inspiración y los modernos envolvieron en la noción de «belleza» que acabamos de recordar, y que suscita tantos recelos por aparecerse como un mero disfraz de la más desnuda arbitrariedad subjetiva, de la dominación de clase, de la cosificación y la alienación fetichista de la mercancía, de la homogeneización de las diferencias, del terror y de la violencia, de la injusticia y la barbarie, del sexo y del deseo, del dolor y de la muerte, etcétera, etcétera, etcétera.

Así que una manera fácil de desacreditar al arte contemporáneo sería poner en evidencia que ninguno de estos intentos de desvelar el misterio ha tenido hasta ahora un éxito significativo; pero esta descalificación es, además de fácil, estéril, porque quizá en este terreno —como en otros— la única manera de tener algo parecido a un éxito consiste en fracasar una y otra vez, y falaz, porque olvida un sentido inaparente en el cual el arte contemporáneo sí que ha tenido un éxito avasallador: desde el punto de vista más aparente, desde luego, se diría que el ataque a la «belleza» ha convertido el arte contemporáneo en algo desligado de toda función social y que se ha quedado por ello (más en unas artes que en otras) sin público. Ahora bien, esta perspectiva olvida que, precisamente porque la «belleza» era la barrera que separaba a las artes «nobles» de las «serviles», una vez desaparecida esta barrera, las facetas más funcionales socialmente de las «artes» han encontrado vías de penetración social insólitas y caudalosas: el diseño, el spot, la sintonía, la creación de imágenes corporativas y de moda en todos los órdenes. A estas vías de penetración no es ajeno el hecho de que los más contemporáneos de los artistas contemporáneos, al no tener una obra que vender ni una firma de cuyos derechos legales vivir, se han visto obligados a buscar segundos empleos en los casos —que abundan— en los cuales la de artista ya no es ni siquiera una profesión viable. Y seguramente todo esto significa que la sospecha se ha vuelto en sí misma sospechosa, es decir, sintomática de que en el «misterio» de la «belleza» (moderna) o en el secreto de la «inspiración» (antigua) se oculta algo más que una justificación de la tiranía o que la afirmación estética de una distinción de clase. Es obvio que a estas alturas no podemos ya sostener cosas como que es «la naturaleza» la que da la regla al arte, de la misma manera que los modernos ya no podían defender la antigua teoría de la posesión divina del poeta. Ahora ya sólo podemos decir que es la sociedad la que da la regla al arte.

Pero así como, en la fórmula kantiana, la naturaleza que daba la regla al arte no era la naturaleza de los físicos y los ingenieros (es decir, la que podemos concebir como un encadenamiento de causas mecánicas) sino la de los poetas (es decir, la naturaleza más allá de toda perspectiva instrumental que podamos arrojar sobre ella), así también la sociedad que da la regla al arte contemporáneo no es la sociedad de los sociólogos (es decir, la que podemos concebir como un conjunto de determinaciones culturales o económicas objetivables) sino la que los agentes sociales llevamos — confundiéndola con nuestra propia naturaleza, con nuestros gustos privados e inalienables, puesto que no podemos recordar cuándo ni cómo hemos aprendido todo ese saber sobre la sociedad que implícitamente carga hasta nuestras acciones más triviales— incorporada en nuestra conducta y la que, sin tener conciencia de que lo hacemos, legitimamos con cada uno de nuestros comportamientos. Que nos digan lo que esa sociedad es (más allá de su posible conversión en objeto científico de un saber positivo) y, por tanto, lo que nosotros mismos somos, es algo que, en efecto, como a menudo sucede con el arte contemporáneo, resulta poco agradable, y que tampoco está claro que sea (socialmente) utilizable ni moralmente recomendable. Pero es probable que el artista contemporáneo sea más consciente que sus predecesores del hecho de que el arte no puede en cuanto tal resolver ninguno de nuestros problemas. Puede, como mucho, ayudarnos a imaginar cuáles son en verdad esos que llamamos «nuestros (contemporáneos) problemas».

Modelos de la realidad

Cada día me gusta más el fantástico blog de mi amigo Xabi, sobre Química Cuántica. En esta ocasión, ha realizado una entrada sobre el surgimiento de las teorías de campos de Maxwell y la concepción unificada de los fenómenos eléctricos y magnéticos en la Teoría de Campos Electromagnéticos.

Ha sabido destacar, de ello, de ese pedacito de historia de la ciencia, lo más notable, que es, como bien dice, la concepción del modelo de la realidad como mero útil, utensilio y no visión o representación de la realidad.

Por alusiones, lo vinculo con la idea de separar la re-presentación de la presentación que se lleva a cabo en el arte conceptual, especialmente en el arte de acción, pero también con la «gestualidad» de un Marcel Duchamp presentando un urinario y no re-presentándolo. Trayendo la realidad al arte, y no simplemente una aproximación más o menos subjetiva de la misma. Este cambio de paradigma tenía que ver, obviamente, con la irrupción de la fotografía, también en el SXIX, que trastocaría la idea de aproximación a la realidad a base de representaciones intencionadamente fidedignas. Pero esta cuestión la dejo para otro día… o remito a Walter Benjamin (La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica) o, más adelante, al maravilloso ensayo de Roland Barthes, (que dejo aquí para posteriores consultas), titulado La Cámara Lúcida.

Un interesantísimo párrafo es el de:

Sin embargo con Maxwell, los físicos empezaron a tomar los modelos no como la esencia de la realidad, sino como representaciones útiles para llegar a las fórmulas que nos permiten describir los fenómenos sensoriales. Los modelos eran tan sólo una “muleta” en la que apoyar nuestra imaginación, un andamiaje necesario para levantar el edificio del formalismo matemático, pero que una vez levantado, era tan poco necesario como un andamio al finalizar una construcción. Desde entonces, y cada vez con una tendencia mayor en física, los científicos empezarían a hablar de los modelos con frases de tipo “la realidad es como si…” , y no “la realidad es…”.

En el que, como bien apunta Xabi, se habla de una realidad que deja de ser, por primera vez, aprehensible, es decir, no puede capturarse, no puede obligarse a ser de una manera. Es, de una manera más o menos misteriosa, y tan solo nos quedarán aproximaciones más o menos acertadas, visualmente acertadas. En el fondo, es como si la poesía hubiera ganado la guerra contra la prosa: la metáfora es la mejor representación posible para describir la prosaica realidad, inapresable, mistérica, utópica.

Ya se anticipaba algo cuando Hume defendía el experimento, el fenómeno, en tanto manifestación de la realidad, no como realidad misma, pero esto va más allá, unos cuantos pasos más allá, afirmando la ciencia que no tiene capacidad para hablar de La Realidad, sino de los modelos que la describen. Y, al fin, esa realidad vuelve a la metafísica, al lugar que Aristóteles le tenía reservado más allá de sus textos de física. Cerca, ya, de la teología.

Efectivamente, otra cuestión importante, es la de la lejanía entre el lenguaje metafórico que todo el mundo puede acercarse a comprender y el lenguaje matemático, riguroso, que exige del lector un conocimiento iniciático, pitagórico, creando una especie de desfase entre los que saben y los que no saben cómo funciona el universo. Correctamente, ninguno lo sabe, pero unos saben que no lo saben, otros creen que saben porque pueden visualizarlo… pero no es el universo lo que visualizan, pero les vale… y ese divorcio lleva asociada la dificultad de enseñar en estos tiempos abstractos, rigurosos, matemáticos, en los que, por ende, se ha renunciado a que esa enseñanza lleve asociada, en última instancia, un verdadero conocimiento de La Realidad, sino de un modelo vigente y cuestinable (en que pueda ser puesto en cuestión radica una de las bondades del método científico) de la realidad observable… que no ha de coincidir con La Realidad, si es que esta puede afirmarse que existe y es única.

Pero que este rigor sea despreciado porque ha reconocido su impotencia (ya lo hará aún más Heisemberg y su Principio de Incertidumbre), no debería lanzar a la gente a respuestas fáciles que pretenden superar esa impotencia, como todas aquellas más o menos místicas y antirracionales que, no solo no responden más que con suposiciones inverificables, sino que ponen en tela de juicio nuestra metodología de razonamiento. Y queda tan poco sin esa metodología para que seamos supersticiosos neanthertales…

Esto no es una broma