Maldito Olivo

Aquí una explicación del porqué he pasado un mes de mayo tan espantoso este 2020 sin que tenga nada que ver con el coronavirus de moda. Fuente: polenes.com.

NIVEL DE ALERTA:

Baja: < 100 granos/metro cúbico

Media: 100 – 200 granos/metro cúbico

Alta: > 200 granos/metro cúbico

 

Pasando de 100 granos/m3, para un alérgico como yo es bastante molesto… así que el año pasado por estas fechas, sentí algo de picor, estornudos, etc, un par de días… pero ¡¡¡este año he superado la barrera de los 600 granos/m3!!!

2019
Olivo y Gramínea en Madrid 2019

2020Olivo y Gramínea en Madrid 2019

Evidentemente, odio el polen del olivo con todo mi alma (ánima, que se creía que reposaba en el pulmón), pues sí, algo de esto hay.

Casualidad o no, Ciudad Real batía records con más de 1600 granos/m3, cuando yo empiezo a sentir los efectos del polen de olivo en los 100 granos/m3 (es decir, unas 16 veces más de polen del que yo podría aguantar), lo que, en resumidas cuentas quiere decir que Le tengo alergia a Ciudad Real. No quiero ni pensar cómo habría pasado este año si hubiese visitado a la familia política…

Pruebas de páginas de impresora nueva

Tener Linux y cambiar de impresora es algo tedioso, porque siempre falta algún driver que hace que no sea tan fácil como dicen que es. Por otro lado, lo de instalar una impresora que se conecte por wifi puede ser una maldita locura, sobre todo si se trata de la conexión «simple» por WPS, pero afortunadamente la última impresora que hemos tenido que adquirir para sustituir a una Canon PIXMA que no ha funcionado nunca muy bien, permite conectarse sin hacer uso de esa presunta utilidad.

Después de instalada y conectada a la red, toca hacer las distintas pruebas de impresión desde todos los dispositivos que suelen usarla, que son principalmente nuestros dos equipos de sobremesa (que realmente están «bajomesa») y un móvil, por si alguna vez se quiere imprimir sin abrir un PC, o si deja de funcionar el driver de turno en Linux (cosa que ocurre con más frecuencia de lo que desearía cualquiera). Son hojas que me gustan mucho, aunque no tengan más que imágenes y textos técnicos orientados a probar las distintas capacidades de la impresora, pero también contienen algo de información técnica que suele ser conveniente almacenar.

Varias pruebas desde un Linux Mint 18.3 (mío) y un UbuntuStudio 18.04 (Carmen), así como desde una APP del móvil:

Esta copia es la impresa desde mi Linux Mint con el driver ippeve.ppd el martes 14 de mayo, cuando nos llegó para sustituir a la que teníamos rota.

Esta copia es la realizada tras instalar el driver del fabricante, que curiosamente funciona mucho peor que el proporcionado por Linux de manera «natural». En ella queda información sobre la IP que le asignó (y reservé posteriormente por MAC ADDRESS) el router.

Terraza en condiciones especiales

El miércoles de la semana pasada me atreví a salir después de casi 80 días sin hacerlo. Carmen estaba paseando en la franja horaria autorizada, entre las 6 y las 10 de la mañana. Yo no había salido más que un día (7 de mayo) para dar uno de esos autorizados paseos y aproveché para acercarme al estudio de Costanilla. A la salida nos encontramos con Jaime, quien había pasado unos días muy malos y resultó bastante duro no poder abrazarle. Por otro lado, mi excesivo análisis kafkiano de la imposibilidad de cumplir con unas normativas, que se quedan obsoletas según las van creando, en el corazón de una ciudad tan densamente poblada como es Madrid, hizo que pasase un rato más desagradable que esperanzador, así que volví a la reclusión absoluta, mientras Carmen más o menos 3 días por semana sale a darse un paseo y compra alguna cosa para comer.

A las 10:00 me encontraba más o menos bien de la alergia (ya me gustaría escribir estoy hoy también) y no me dolía nada… así que llamé al móvil de Carmen que casualmente lo llevaba encendido y lo oyó. Le propuse que a la vuelta se acercase a Mesoneros Romanos y viese si había sitio, justo al lado de nuestra casa, para desayunar en la terracita.

Me pergeñé con la mascarilla y algún papel de usar y tirar para abrir puertas, si era preciso, así como el monedero y la cartera, que estaban durmiendo una larga siesta de 80 días junto al termostato.

Bajé las escaleras sin tocar los pasamanos, abrí el portal con uno de aquellos papeles prescindibles, salí a la calle y caminé los 40 metros que me separaban de la mesa de la terraza cruzándome con un hombre ebrio y hostil, una parejita que venían en dirección contraria a la mía y llegué a donde Carmen estaba esperándome, en una mesita cuadrada, metálica, que no quise saber en qué grado estaba contaminada con virus, amén de intentar no tocarla para no contagiarla con mis posibles portes.

Se acercó el camarero tras su mascarilla protectora y sus guantes negros para preguntarnos qué queríamos desayunar. No tenían porras. Tuvo que ser una tostada de tomate y aceite, pero daba igual. El caso era estar fuera de casa.

Diferentes personas, diferentes actuaciones: algunas con mascarilla, otras sin ella, algunas paseando perros, otras yendo o viniendo… y una sensación extraña como de postapocalipsis me invadía. Tenía ganas de volver a casa, no estar ocupando una de las preciadas sillas durante más tiempo del preciso para desayunar, que para mí siempre es mucho más que el preciso para desayunar.

Nos hicimos esa foto para ilusionar a mi familia, pero a mí me resultaba desoladora.

No quiero salir así. No lo necesito tanto y me agobia pensar que estoy haciendo algo inapropiadamente o ver que hay gente a quien no le preocupa o, sencillamente, viven más relajadamente un estado que yo vivo como Kafka en El Castillo.

Así que he decidido escaparme de la novela y pasarme a ser un pixel, como tantas otras veces en mi pasado. Se me da bien hacerlo.

Me despierto a las 3:33

Me despierto a las 3:33 de la madrugada
o de la noche
noche cerrada
y sé que no son las 3:33 exactamente
y seguro que no lo son en ningún sitio
y menos aún con rigor astronómico
pues mientras pienso en escribir ese número
el tiempo transcurre y deja atrás el 3.

Me despierto a las 3:33
pez fuera del agua
branquias rotas
escamas en las niñas de los ojos.

Me despierto a las 3:33
y quiero dormir
y quiero olvidar
y quiero hundirme en la calidez de la cama
y quiero dejar de querer para relajarme
y quiero y quiero y quiero…

Me despierto a las 3:33
pero ya son las 4:44
no he podido cerrar los ojos ni un instante
no he podido dejar de recordar
no he podido apartar la mente de las tareas del día.

Son las 4:44
de la noche
o de la madrugada
y siento cansancio pero no sé de qué
y siento nervios pero no sé por qué
y siento enfado pero no sé para qué
y siento miedo pero no sé ante qué.

Son las 5:55
de la madrugada
que madruga
y me levanta de la cama
y me levanta de la noche
y me levanta de la calma
y me levanta de la triste aberración de un verso inapropiado exasperantemente largo.

Son las 6:66
de una mañana poco soleada
donde látigos de pistilos de Jaen
han decidido restallar contra los alvéolos de mi ánimo
han decidido confabular con mi amor por la temperatura del hogar
han decidido ralentizar mi nebulosa hasta detener su capacidad divisora
han decidido atarme de pies y manos a una molestia intrascendente de la que apenas queda el patético consuelo de quejarse.

Son las 6:66
y ya no aguanto un minuto más en la cama
y ya he leído sobre la fusión nuclear
y ya he leído sobre la guerra hispano-sudamericana de 1865
y ya he leído sobre jquery o la implementación de un menú HTML5 CSS3
y ya he leído sobre mí mismo para saber cómo me particiono en una única web.

Son las 7:77
y Carmen también abre un ojo a mi lado
y estoy tan nervioso que lo primero que hago es advertirle
de que hoy mantenga la distancia de seguridad
o se coloque una mascarilla emocional
para soportar insoportables exabruptos.

Son las 8:88
y desayunamos juntos
un té negro con canela y cardamomo con un chorreoncito de leche entera
un café colombiano preparado en cafetera italiana sobre gas procedente de Argelia
unas tostadas (en concreto 5)
2 de tomate y aceite y sal
3 de mantequilla y mermelada casera congelada.

Son las 9:99…

el fin parece estar cerca.

Elecciones Personales

Pequeña Vídeo-Acción a partir de 27 sobres intervenidos de propaganda electoral no solicitada a lo largo de una serie de días de los meses de abril y mayo de 2019. Cada uno de ellos contiene una elección pequeña más o menos insignificante, pero sí muy personal realizada ese día.

[youtube_sc url=»https://youtu.be/wXyod-jHzvo»]

Es un bonito proyecto del que también hice un trabajo «fotográfico-performativo», publicando una fotografía diaria comentada (qué tipo de elección era) en la historia de una red social. Además, cada día, introducía ese sobre con una elección apuntada dentro del sobre en una urna de plástico que ha quedado como resto de la acción, al tiempo que como objeto artístico.

Blackout Felicitación

Por el cumpleaños de Carmen, mis padres tuvieron el detalle de enviarnos un desayuno sorpresa con una variedad de delicatesen como este jamón ibérico para tostadas, acompañado de un bote de tomate triturado con ajo y aceite.

Les quise bromear con esta extracción de texto a modo de «blackout poetry», como en algunos de mis poemas visuales menos originales…

Por «Nuestros cerdos», yo quise entender que se referían a mi hermana y a mí, y por «la mejor», a Carmen, la maravillosa en su punto óptimo de maduración, para mi disfrute…

Poemas por la tarde

Cuando comenzamos a estar confinados, algunos de los grupos de whatsapp que creo y manejo cada curso con las personas asistentes a cada horario (un grupo por cada horario de talleres) se volvieron molestos con el volumen de recomendaciones y noticias bienintencionadas que hacía que el objetivo para el que fue creado el grupo se perdiese, pues son grupos de Talleres de Poesía y Escritura Creativa de la Asociación Cultural Clave 53.

poemas al whatsapp

Claro que hay que ser flexible a la hora de dejar que espacios comunes se autorregulen y no exagerar con las prohibiciones, así que dejé que poco a poco, sin alentar a nadie ni expulsar a nadie (menos aún cuando el acto de envío era informativo y no coercitivo), se fuese creando una desafección a esos mensajes, lo que tenía que ocurrir más tarde o más temprano, pues al fin y al cabo quien está en ese grupo no desea que el objetivo del mismo desaparezca, so pena de querer seguir en un grupo al que no se desea pertenecer.

Avisé de que borraba todo sin ni siquiera leerlo. Es decir, yo borraba (y borro) toda imagen y vídeo que me llegase al grupo, pero dejaba que otras personas hiciesen lo que deseasen, incluso, claro está, responder con otros vídeos o imágenes que contruibuían a generar más y más «ruido en las cabezas». Al fin y al cabo, quien quiere informarse, tiene a su alcance infinidad de canales donde conseguir esa información que se busca, amén de otros foros que desean recibir la información. Nunca ha sido más fácil obtener información. Pero esto supone el riesgo de sobreinformación, que no deja de ser una manera de desinformar, pues nos aleja de la calma necesaria para elegir sobre qué deseamos informarnos.

Así que recibí como una genial idea un verso de uno de los asistentes a uno de estos grupos que decía que «le encantaría recibir un poema cada tarde«… y lo hice mío como propuesta.

Me gustó la idea de llenar de otras cosas (distintas a las que estaban predominando) el grupo y ver quién o qué ganaba. Obviamente, en un grupo de Poesía, iba a ganar la batalla el poema, ese arma cargada de futuro…

Desde entonces, 23 de abril de 2020, el invento no para de crecer. Ahora son tres grupos, con un total de unas 15 personas leyendo un poema, más o menos, cada tarde directamente al WhatsApp, además haciéndome amigo de esa herramienta de «mensajes de audio» que tanto detesto, y, pasadas 3 semanas, tenemos más de 300 poemas leídos.

Cada par de días, descargo los audios recibidos en unas carpetas seleccionadas para ello y con este material estoy montando una emisora de podcast (una emisora de radio en terminología 2.0), en la que iré creando episodios semanales bajo la bandera de Clave 53 (e irán embebidos a la web de la Asociación Cultural Clave 53).

Es otro de esos proyectos surgidos al abrazo de esta cuarentena global que va a quedarse a partir del próximo periodo y a largo plazo. No es preciso estar encerrado entre cuatro paredes para que resulte precioso recibir media docena de poemas leídos con mimo cada tarde.

Aunque los tengo en marcha desde el 2010, otro de esos proyectos, por ejemplo, sería el de mantener y promover/promocionar Talleres de Poesía Online, con grupos de 4 a 8 personas, como los presenciales, pues ha demostrado ser una herramienta mucho más amigable de lo que era hace varios años cuando poco a poco fui desanimándome de usarla por los problemas técnicos que se manifestaban a cada sesión y que hacían que la clase no pudiese ir sobre poesía sino sobre cómo resolver incidencias informáticas varias. Una de las cosas que mucha gente ha aprendido durante estos duros meses claustrofóbicos es a manejarse con herramientas de vídeo-conferencias.

Entrevista personal para Radio Utopía

El lunes a las 19:30 tuve el honor de ser entrevistado para Radio Utopía. Soy muy ajeno al mundo de la radio y a duras penas siento que tenga audiencia, pero me gustó participar en esta entrevista muy personal por el buen hacer del entrevistador, Armando Silles, quien se documenta como nadie a la hora de hacer preguntas. Es una barbaridad lo que sabe de mí, así que era complejo responderle con algo que no supiese, a pesar de su modestia.

Desvelé, como alguna vez en este diario íntimo, el origen de mi nombre y muchas otras cosas en una entrevista que duró finalmente casi una hora y media.

Me cuesta difundirla pues me parece bastante egocentrada (no tanto egocéntrica). Por supuesto, si alguien quiere, puede oírla en este diario o en la radio.

Intenté ser generoso con la sinceridad de mis respuestas, sin nada que ocultar, pero eso hace que a veces sienta que me extiendo más de lo que debería en las explicaciones, amén de intentar hacerlas comprensibles sin menospreciar a esa persona que escuche esta grabación al otro lado, a pesar de que es complejo que haya quien comprenda los diferentes ámbitos por los que he transitado a lo largo de mi vida, una vida dedicada al picoteo de conocimientos, una especie de deambular por los saberes, amigo de ellos (filo-sofo), sin profundizar en ninguno de ellos con todo el rigor que muchos de los que visité requerirían.

Por poner un ejemplo, de un tiempo a esta parte siento que sé menos de mecánica cuántica de lo que me creo, siéndome difícil explicar y comprender en detalle el experimento del entrelazamiento cuántico o, incluso, el gato de Schröedinger, sin ir más lejos, fenómenos que están emparentados con el desarrollo de la computación cuántica… y hacen que me sienta bastante obsoleto en cuanto a los conocimientos que en su día adquirí de esa materia.

Ni hablar de la extensión minúscula que visité como turista accidental en el ámbito de la lingüística comparada a lo largo del trabajo sobre el Proyecto de Clasificación Filogenética de las Lenguas del Mundo y por el que acabé siendo considerado un colaborador de la Cátedra de Tecnologías Lingüísticas de la UNESCO, pero que se traduce en un reconocimiento en una web y muy poco más (ni quizá lo merezca).

Cada día me avergüenzo más de todo lo que desconozco. Y no es falsa modestia. Es la sensación de que la profundidad de mis conocimientos es la de un charco frente a la Fosa de las Marianas. Por no hablar de la extensión, que es la del charco en cuestión frente al Océano Pacífico.

Y sin embargo me queda tan poco de vida para afrontar el aprendizaje de todo lo que aún deseo conocer…

Esto no es una broma