Género

Estaba leyendo un artículo de El País sobre las grietas en la lucha contra la violencia de género cuando me he ido a ver los comentarios de los lectores y me encuentro con este, entre otros:

Falta formación en los colegios. En casa, los niños/as siguen aprendiendo de sus padres que perpetúan un comportamiento igual al de hace 30 años. no se ha evolucionado casi nada. Buscamos una igualdad entre hombres y mujeres. Esto no es solo cosa de mujeres, nos compete a todos. responsabilidades compartidas.

Y no me llama la atención porque esté de acuerdo en esa obviedad, sino porque me llama la atención la dificultad que implica luchar contra un lenguaje que diferencia sexos y ello acaba por diferenciar roles. Ahí es donde estriba el problema, para mí, de nuestra educación: en no saber diferenciar entre género sexual y rol.

Me llama la atención del texto que intenta ser igualitario incluyendo aquello de «niños/as», sin tener en cuenta que el artículo que precede no ha sido feminizado, amén de referirse a los progenitores como padres (¿sin madres?). Es más, nos compete a todos y a todas.

Pero en esa vorágine de querer modificar el lenguaje que incluía a las niñas en el colectivo «los niños» podemos caer en la tontería de hablar de los colegios y las colegias… o desear incluir vocablos como miembra en el diccionario de la RALE (que aún no reconocen los diccionarios automáticos de la mayoría de aplicaciones informáticas).

Personalmente, este exceso me parece eso, un exceso.

No creo que sea deformando nuestro sexista idioma como conseguiremos mayor igualdad de géneros y, desde luego, como evitaremos tantos malos tratos. Aunque fuesen malas tratas, seguiría siendo del mismo rol al mismo rol(a).

Hay dominados y dominadores. Hay desigualdad porque ser el más está bien visto, así que no se va a acabar de criticar nunca la responsabilidad del dominador, porque se entiende que es lo que debe aspirarse a ser: ambición, ambición y llegar a ser el más. Aunque sea el más cabrón.

Y vuelvo al texto que cito: Falta formación en los colegios.

Comienza con una frase que ya pone los pelos de punta por cómo están las cosas y la pinta que tienen de cara al futuro: colegios concertados religiosos (¿Es preciso entrar en detalle sobre que los colegios religiosos católicos (no sé si hay musulmanes) son claramente sexistas? ¿Hay algún título equivalente al Papa que sea mujer?), colegios privados en los que se prima y estimula la ambición de llegar a ser «el más»… y colegios públicos sin posibilidad de incisión en pedagogía social, en enseñar civismo, en enseñar a comportarse y no solo a trabajar en la cadena de montaje correspondiente. Hay que revisar la película The Wall y darse cuenta de que vamos hacia ella de nuevo.

Sigo: En casa, los niños/as.

En casa también ven televisión, lugar donde sólo las mujeres han de ser guapas y jóvenes, mientras los hombres pueden ser canosos y gorditos, sin entrar en SinChan y otros subproductos para descerebrados (la lista sería interminable). En casa también tienen juguetes que, aún hoy, siguen siendo tendenciosos sobre el rol que cada cual debe adoptar en su futuro: los niños, conductores, las mujeres, estilistas, por ejemplo. En casa, sigue habiendo colores casi prohibidos para los niños, prendas inaceptables para ellos porque nuestra cultura las consideraría ridiculizadas, como faldas, por poner otro ejemplo. Al menos, de cuando en cuando, ya se permite que se dejen el pelo largo… aunque trenzas… y ni hablar de dejar de dar por hecho que agujerear las orejas de las mujeres cuando aún no tienen uso de razón no es algo que se haga con los hombres: ellas deben adornarse, ellos no; ellas están diseñadas para ser bellos objetos, ellos para poseerlas. En casa, revistas, programas, toda la publicidad, muchos juegos, apuestan no solo por separar los géneros, sino por asignarles distintos roles. Espanta, pero cuando llegan sus padres (o madres) poco pueden hacer.

Pero también les tocaría, ahora bien… ¿Cuántos padres se cogen una baja por paternidad?

A los hombres nos programan para que nuestra mayor meta sea profesional, pocas veces personal, afectiva, así que nuestro mayor logro es que en nuestra empresa nos valoren tanto como para ascendernos, o subirnos el sueldo. Puede que esto sea ancestral, de los tiempos que el hombre cazaba para alimentar la tribu, pero no inmodificable. De eso se trata: que la mujer haya entrado en el mercado laboral ha roto la tradicional asignación de roles que despreciaba el trabajo que realizaban en los hogares como ¿trabajas o eres ama de casa?

Yo soy amo de casa (entre otras profesiones). Y esto suena muy raro… no sólo a mí. Quizá porque debería decir soy ama de casa y no preocuparme, como cuando pido que no se añada miembra, ni taxisto. Pero también se me hace raro. Me cuesta desasignar ese rol a un género.

En el Tango está habiendo toda una revolución (pequeña y sutil, como todo en el tango) sobre la asignación de roles y géneros sexuales. Me alegra porque siempre lo había considerado claramente sexista y machista (de hecho). Ahora se habla, aunque Carmen lo viene haciendo desde hace años, de rol leader y rol follower en lugar de hacer de chico y hacer de chica… pero cuesta tanto a los que hemos aprendido de otra forma… Pero lo curioso es que hayamos tenido que salirnos de nuestro lenguaje para poder encontrar una forma de separar rol de género.

E incluso separados los roles, no se piensa muchas veces en que eso es más profundo que un simple cambio de nombre, es también un cambio en la forma de entender el liderazgo y el seguimiento. Hay formas activas, más fuertes, menos fuertes, más pasivas, más livianas, adaptadas a la naturaleza (e incluso al género) del leader. No ha de pedírsele al nuevo leader que sea corpulento, fuerte y viril. Esto es no entender que el rol de leader sigue, entonces, asociado al género sexual masculino. Yo no le pediría a una leader que me sugiriese un baile como lo haría un leader, pero es que ni siquiera a distintos hombres o distintas mujeres no les pido que sean y lo hagan igual. Me gusta la diferencia.

No necesito sentirme protegido, como alguna gente desea sentirse en el rol de follower, sino que me va bien que me propongan de igual a igual. Y voy o no voy… porque soy un mal follower… o porque creo que el rol de follower también ha sido y debe seguir siendo revisado. No se trata ya de una obediencia ciega, aunque puede estar bien hacerlo, si es lo que se desea, ni de una resistencia que acabe convirtiendo el baile en una guerra. Cada follower debe encontrar su forma de desempeñar su rol, acorde con su naturaleza (incluso su género, puede ser).

Tras este inciso sobre el Tango sigo con el texto: perpetúan un comportamiento igual al de hace 30 años.

Y pienso que ese conservadurismo se perpetúa no solo en esta enseñanza de asignación de roles a géneros sino en casi todo. Se sigue utilizando la expresión «Cómo Dios manda» en contextos que me hacen hervir la sangre. Somos un país tremendamente conservador que perpetúa sus tradiciones como base de su cultura y no al revés, que se fundamentase en la cultura para establecer las tradiciones. Y ahí está nuestra fiesta nacional para demostrarlo. Y de nuestra monarquía mejor ni hablar.

Constitución Española: Artículo 57.

1. La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, [siendo preferido] el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos.

Haciendo cálculos (que viene de piedras) me doy cuenta de que hace 30 años era 1981 y tuvimos un golpe de estado. La Bola de Cristal tuvo su primera emisión en 1984 y en 1988 acabó por ser censurada.

Después y con el tiempo ha ido habiendo leyes e incluso ministerios de igualdad que nunca termino de entender, pero porque no puedo entender la desigualdad. Sé que es pragmático que haya leyes que penalicen la figura del maltratador o del dominador, aunque no puedo entender que las leyes no penalicen el maltrato y la violencia en general con tanta dureza y decisión que no haga falta sectorizar esta legislación. No puedo entender que el entorno social de un hombre no critique y censure expresamente el empleo de la violencia que suele ser comprendido como recurso humano, sí, quizá, demasiado humano.

Yo eso no lo puedo entender: he visto a hombres adultos pelearse por una mujer y que a la mujer en cuestión no le diese asco sentir que iba a ser objeto de recompensa para una pareja de ciervos dándose cabezazos.

He hablado con hombres que entienden que se pueda reclamar a hostias, porque para qué hablar. La discusión está sobrevalorada, para ellos. Y no se produce rechazo social, sino que se dicen cosas como «no, si yo estuviese en tu lugar haría lo mismo». Y como si no hubiese pasado nada. Pocas veces he oído a mujeres discutir de esta manera o esas formas. Quizá por eso la mayoría de mis amistades son femeninas.

Vuelvo al texto: Buscamos una igualdad entre hombres y mujeres.

No. Yo no. Los hombres son hombres y las mujeres mujeres y no quiero que sean iguales sino que puedan ocupar los roles que deseen dentro de su diferencia, haciendo, por tanto, los roles dependientes de eso y no al revés. Exigiría mayor flexibilidad en la definición de los roles, para que puedan ser desempeñados por diferentes tipos de personas.

Esto es algo que ha hecho que en muchas ocasiones me sintiese «femenino«, no encajaba como hombre en los roles que se suponía que tenía que desempeñar. Afortunadamente ya cocinamos más hombres cada día aunque a mi madre (y la considero vanguardista de la educación igualitaria) le cuesta aún regalarme a mí las cosas de la cocina que siguen siendo «para Carmen».

Es más, quiero ser hombre pero no necesitar demostrarlo a cada rato, con bravuconadas, con voz grave y seria, con saques de pecho y paso firme, casi marcial. Eso de medirse las pollas nunca ha ido conmigo. Lo aprendí de pequeño cuando no quería pegarme con nadie y no entendía que los chicos (porque siempre eran chicos) se pegasen para demostrar su poder. Ahora esas competencias intraespecíficas me parecen superables gracias al desarrollo intelectual, al avance de nuestra cultura y la generación de nuevos paradigmas de ser humano.

Está claro que mi cuerpo y mi mente me están pidiendo releer a Nietzsche.

Y aún hay más en el texto: Esto no es solo cosa de mujeres, nos compete a todos.

Pero no veo ni una sola manifestación de hombres por la igualdad y muy pocos que se sumen profundamente a esta redefinición de roles que no los vincule a géneros, como si temieran perder su espacio. Y no me extraña. Llegué a leer, con cierto placer, en un curioso artículo sobre clonación humana, que el hombre podría ser en un futuro cercano no más que un objeto de lujo, puesto que su necesidad para la reproducción es cada vez más puesta en duda. En un futuro más lejano, teniendo en cuenta la posibilidad de gestación extrauterina, también la mujer y su sexualidad sería dedicada únicamente para el gozo, el placer y el lujo. Se releerán los clásicos hedonistas con delectación.

De todos modos, esta competencia a todos (y todas) se traslada a tantas y tantas cosas… en el ámbito de las huelgas de profesorado de la ESO y Bachillerato que estamos teniendo en Madrid, aún no entiendo porqué no se enfoca como un problema más global, no del profesorado y los alumnos, sino del futuro del país, del planeta. No entiendo que no se convoque una huelga general de todos los sectores y de todos los trabajadores. No lo entiendo salvo que piense en que nos «descompetenciamos» y decidimos que la educación de nuestros hijos la tienen que defender los educadores. No lo entiendo. Así que voy a vestir de verde unos cuantos días.

Y todo para evadir nuestra responsabilidad: parece que seguimos deseando dejar de ser libres, dejar de ser los responsables últimos del mundo en el que vivimos, económica, política, ecológicamente y de la sociedad que gestamos. Somos responsables del ser humano que somos, de los humanos que nos rodean y de los valores morales y culturales que poseen. En todos y cada uno de los pequeños ámbitos en los que nos movemos, así que… atención al mundo y a cambiarlo, si no nos gusta.

¿De qué tengo que hablar hoy?

Parece ineludible la mención a la noticia del día del adiós a las armas de ETA. Pero me limitaré a un enlace a la crónica humana y sencilla que de ella hace mi amigo Juan Carlos Etxeberria.

Ya tocará hablar de la justificación futura de la parcial ley de partidos, ya tocará hablar de la legitimidad de las peticiones democráticas soberanistas, de la posibilidad de abrir un debate sobre la naturaleza de la estructura del estado, quizá, aunque esto sería demasiado, de la necesidad arbitraria de la existencia de estados. Pero eso será otro día.

Hoy sólo quiero hablar de lo bonita que es la ciudad de Donosti.

Si alguna vez decides (lector o lectora) ir a ver esta maravilla, verás que es un paraíso para todos los sentidos. El olfato, el gusto, el tacto, la vista y el oído. Además de otros sentidos menos utilizados…

La primera vez que estuve allí fue con mis padres, hará más de 30 años, y casi no recuerdo nada de aquel viaje salvo que me enamoré de los motivos con los que estaba decorada la barandilla del paseo marítimo.

Pasaron los años y conocí a mi amigo Xabi, mi gran amigo, una especie de alma gemela que tuve la suerte de encontrarme gracias a suspender algunas asignaturas de la carrera y dejar que se escapase el cuarto curso de Química Cuántica que estaba cursando. De esa forma me encontré con una promoción de gente mucho más fresca que la que me correspondía (a excepción del señor Alberto Luna Fernández, alias ALF).

Tenía 21 añitos recién cumplidos y comenzamos a viajar juntos a su tierra, su ciudad, tan asiduamente que casi me sentía de allí. Aprendí, incluso, rudimentos del idioma euskera que siempre me ha fascinado, quizá, por lo inútil para cualquiera que no tenga intención de vivir allí. Pero este romanticismo me ha perseguido en la mayoría de las elecciones que he ido haciendo a lo largo de mi vida.

Gracias a Xabi, J, (y a la tolerancia que mis padres me habían inculcado, dicho sea de paso), conocí a un gran número de amigos que inmediatamente entraron en mi vida, haciéndome sentir menos solo de lo que entonces me sentía.

Xabi me presentó a Iñaki (con quien acabaría por viajar por Bangkok, Sydney, etc), Poto (el ínclito periodista narrador de historias como ninguno), la sin par Junki de quien era difícil no enamorarse, con su dulzura, su cariño, su sutileza, Jose y Ainhoa, maravillosa e insólita pareja, él culturista cervecero y buen comedor defensor de su arte peculiar de soldaditos de plomo y también defensor de su independencia de elección de idioma fundamental, eligiendo, curiosamente en ese contexto, el castellano, especialmente si se tiene en cuenta que su pareja, la siempre sonriente Ainhoa, era y es profesora de Euskera en una Ikastola. Ella me ayudó con mis primeros pasos en esa declinativa lengua de incierto origen, regalándome material didáctico que conservo entre mis pertenencias más queridas.

Cómo olvidarme de Álvaro, un extraño informático, más amigo de Pablo Varona, compañero de batallas en el Instituto de Ingeniería del Conocimiento, con quien no acabé de cuajar pero que también introdujo en mi vida un gran número de personas a las que tengo en mi vida y mis recuerdos para siempre, como Mayelín y Ulises.

Cómo olvidarme de Aitor e Idoii (Idoia, pero había que diferenciar…) que acabaron viviendo en Iruña, Nafarroa con quienes compartí preciosas acampadas por los hayedos de Aralar, por las laderas del Txindoki, por Santisteban… Cómo olvidarme de Antxón, ese gran cocinero (también grande en tamaño) con quien, incluso, llegué a compartir comida en Colmenar Viejo, llevándole a uno de los mejores restaurantes de allí, ingenuo, para intentar deslumbrarle.

Cómo olvidarme de MariaJo y Alex, el maravilloso dúo que actualmente habitan en Hondarribia, frente a un castillo tan precioso como las tortillas de bacalao que él es capaz de hacer. Todavía tengo en mi memoria la mayor comilona que me haya dado nunca con Alex en Pasajes de San Juan donde nos trajeron una olla de lentejas maravillosamente hechas y que, al terminarla, exhaustos, nos preguntaron qué queríamos de segundo. Quizá sólo compitiendo con otra enorme farra gastronómica en Santesteban, tras la cual estuve jugando al mus en Euskera dándome cuenta de lo fácil que era, porque claro: envido, órdago y otras son palabras de ese idioma.

Cómo olvidarme de Willi, el músico silencioso, también químico, ese amigo con el que hice el Camino de Santiago, gastronómicamente, claro, después de visitar en Daroca a nuestra común amiga Junki que estaba tocando el órgano en un encuentro internacional de música antigua.

Cómo olvidarme de Marta Arrue, pareja de Iñaki, luego pareja de Xabi (con la controversia consiguiente), esa mujer con carácter, adorable, más tierna de lo que ella misma cree, con quien tuvo una maravillosa hija a la que Xabi porta orgulloso en su perfil de Facebook.

Cómo olvidarme de Xabier Sansebastián, de Idoia Lekue, de tanta y tanta gente, siempre buena gente, que conocí en años durante los que sospechaba que acabaría por irme a vivir allí.

Hasta que volví de Sydney convencido de que deseaba vivir y comprometerme en Madrid, y conocí a Sylvia, Elena, Jose, Ruth, Carmen… y esto ya sería otra historia…

Pero entonces, durante un enorme periodo de mi vida, mi corazón estuvo en el norte. Amaba Granada, y a alguna granadina, pero mi acento era vasco, mi apetito también, mi libertad era la suya y siempre quise vivir esa pasión por lo político que solo encontraba allí, hablando con mi querido Xabi en el espigón de La Concha o bajo el peine de los vientos, donde respiran las 7 provincias vascas.

Y después de todo esto, me doy cuenta de que no eran sólo las calles perfectas, la ubicación maravillosa, la comida, la música en la calle, el mar rompiendo en el paseo nuevo, los cubos del kursal, los puentes del Urumea, el castillo de Urgul, el monte Igeldo, la increíble Santa Clara, la plaza de la Consti, ni tan siquiera los pintxos… lo que realmente adoré (y adoro) de Donosti es a su gente, estos Giputxis que se instalan en tu corazón para no salir jamás, para quedarse dentro y no dejarte pensar ni vivir la vida sin ellos y ellas.

Y sigo conociendo gente allá que me fascina, como Igone, Gotzon…

Y es que Carmen y yo tenemos un acuerdo: Desde que comenzamos a ser pareja, allá por el día 6 de septiembre de 1999, le dije que no podía pasar mucho tiempo sin ir a visitar a mi gente del norte, a ver Donosti… y ella también se enamoró, en el primer viaje, como no podía ser menos, de aquella cuadrilla descuadrillada, de aquella tierra, de aquella gente. Así que acordamos quedar anualmente, de manera independiente, incluso cuando hubiésemos cortado en un futurible no deseable, en el Paseo Nuevo de Donosti el tercer sábado del mes de septiembre a las 4 de la tarde.

La única fotografía que tengo en nuestra recién reformada habitación es con Carmen y, de fondo, la Concha. No podía ser de otra manera.

Sé que hoy mi gente está feliz y esperanzada. A mí me hace feliz saber que están. Les quiero y, como siempre, tengo ganas de encuentros.

¡Aupa lagunak! ¡muxu bat!

de los derechos y deberes de los cónyuges

Hoy he estado en la boda de mi amigo Fernando Becerra con su pareja, Paco, y me quedé pensando si los del famoso foro por la familia se daban cuenta de que estaban encontrando aliados. Por momento me planteé la duda de si podían adoptar, por ser una pareja gay, pero luego me confirmaron que sí, que no había ningún problema.

DE LOS DERECHOS Y DEBERES DE LOS CÓNYUGES

Artículo 66. Redacción según Ley 13/2005, de 1 de julio.

Los cónyuges son iguales en derechos y deberes.

Artículo 67. Redacción según Ley 13/2005, de 1 de julio.

Los cónyuges deben respetarse y ayudarse mutuamente y actuar en interés de la familia.

Artículo 68. Redacción según Ley 15/2005, de 8 de julio.

Los cónyuges están obligados a vivir juntos, guardarse fidelidad y socorrerse mutuamente. Deberán, además, compartir las responsabilidades domésticas y el cuidado y atención de ascendientes y descendientes y otras personas dependientes a su cargo.

Me lo he pasado genial en la boda… ojalá todas fuesen como esta, con esta ilusión y esta autenticidad. Y eso después de llevar más de 19 años juntos. ¡Qué maravilla!

Ayer fue 18 de Julio

Y hacía 75 años desde el levantamiento (golpe de estado) que llevó al poder de este país a un dictador durante 40 años. En El País, lo celebraron con una serie de artículos de un Especial 75 años de Sublevación.

Sigo sin comprender cómo no se hace nada por borrar aquella etapa de nuestras vidas. La memoria histórica debería, entre otras cosas, dejar de llamar Nacionales a los que rompieron la nación. Serían los Antinacionales (antisistema, de alguna manera) los que se levantaron en armas contra un gobierno elegido democráticamente.

La bandera que usaron debería ser procesada. Es normal que aún hoy resulte duro levantarla sin sentir que es lo que aquellos hicieron.

Siempre comento con argentinos, orgullosos ellos de sus dictaduras, que la nuestra tiene la diferencia de haber sido de las pocas que no fue derrocada, sino que preparó su sucesión. Esto llamado transición no es ni más ni menos que continuismo. Seguro que algunos creen que no se podía hacer otra cosa entonces, pero yo creo que ahora ya no hay excusa: es momento de retirar carteles, símbolos, reescribir la historia desde la perspectiva del juicio que debió producirse y nunca se produjo.

Nuremberg juzgó a los nazis (por cierto, elegidos democráticamente). A Pinochet le juzgó La Haya. Garzón juzgó la dictadura argentina. ¿Quién juzgó los crímenes de Franco?

Lo peor de todo es la duración: 40 años de dictadura que acaba en una presunta dictablanda dan como resultado varias generaciones que han nacido en dictadura y que creen que es un sistema más o menos aceptable. Es más, quizá esto es lo más significativo de nuestra etapa: no nos atrevemos a levantar la voz porque siempre podemos ser encarcelados. Lo llevamos en la sangre, en la cultura que nos han inculcado desde que nacimos. Quizá cambien las cosas, poco a poco, con las siguientes generaciones. Quizá por ello es tan importante que en un lugar como España se haya producido el movimiento 15M.

40 años durante los que se fue gestando la reescritura de la historia y la educación, de modo que se ha ido enseñando que ese golpista era inevitable, era necesario, era, casi, beneficioso. Pero NO es verdad. No es más que la manipulación propia de todo estado dictatorial, como la que haría un buen Goebbels, pero es solo eso: una manipulación que, de tan oída, nos la hemos creído. Se la creyeron mis padres que nacieron años después del fin de la guerra y que nos inculcaron a los hijos casi sin querer, como el bautismo, como una tradición más, como esas cosas de la cultura que parece inevitable donar en herencia.

40 años durante los que la convivencia de la gente hizo necesaria la ocultación de los sentimientos políticos, no decir en qué bando estabas, cómo te había ido en la guerra, no vaya a ser que… y ese miedo latente se dejaba oír en mis abuelos.

Mi abuelo contaba cómo le habían reclutado los rojos en su Benamejí natal y le habían puesto un fusil al hombro y le habían lanzado a luchar. Le capturaron los «nacionales» y le iban a fusilar cuando un teniente intercedió por él porque le conocía y sabía que no era rojo, así que le pusieron un fusil del otro bando y le lanzaron a luchar.

Era todo lo más que le arrancabas. Aunque quizá nadie estaba interesado en saber mucho más. Así que todos contentos. De la guerra no se hablaba como no se hablaba de cagar a la hora de comer.

Y cuando ahora intentamos hablar del tema… todavía queda tanto miedo que las voces que se oyen son aplastadas por un mutismo que dice que para qué remover el pasado.

Ayer fue 18 de julio y apenas pasó nada. Sin embargo, cada 12 de octubre desde hace más de 500 años se celebra un día especial. ¿Para qué remover el pasado?

Eso sí, contentos porque el 18 de julio fue el día escogido para abonar la paga extra del verano. ¡Qué casualidad! ¡Qué contento estoy! Tengo pan, fútbol y toros… ¿necesito algo más?

Antisistemas

Nosotros no somos antisistema, el sistema es antinosotros

En un comentario a una noticia sobre la acampada en Sol me he encontrado esta frase que lo resume perfectamente. Era hora de defenderse, no ya de luchar, sino de protegerse. Cuando vemos caer a plomo todo lo que socialmente se ha ido consiguiendo a lo largo de más de 160 años de reivindicaciones de trabajadores, de ciudadanos, de personas que han deseado un mundo mejor, más justo, más equitativo, más solidario, haciéndose eco de la gran revolución, la importante entre todas las revoluciones: La Revolución Francesa y su viejo lema de Igualdad, Libertad y Fraternidad.

Buscando en Internet el origen de este lema me he encontrado con lo siguiente en Wikipedia:

Durante la ocupación alemana de Francia durante la II Guerra Mundial, el Gobierno de Vichy lo sustituyó por la frase Travail, famille, patrie (Trabajo, familia, patria), para ilustrar el nuevo rumbo del gobierno.

Pero mucho más detallado en un blog titulado Diario de Guerra:

Trabajo, Familia y Patria – 15/09/1940.

Camaradas,

El Mariscal Philippe Pétain ha asentado las bases de la nueva Francia con la publicación hoy en la revista Deux Mondes (Dos Mundos) de su artículo “La Política Social del Futuro” en el que ha repudiado públicamente el decadente lema Liberté, Égalité, Fraternité (Libertad, Igualdad, Fraternidad) y lo ha reemplazado por el de Travail, Famille, Patrie (Trabajo, Familia, Patria).

Es tremendo cómo ese lema fue un emb-lema de las aspiraciones de los ciudadanos que aspiraban a serlo desde 1789. Y cómo cada cierto tiempo se censuraba, se consideraba subversivo o revolucionario. Lo que me parece más tremendo es que siga siéndolo. Aún hoy, o quizá hoy más que nunca, ese lema serviría perfectamente en las manifestaciones que se están produciendo en España. Lo que ocurre es que habría que matizar quién es ahora el tercer estado y quienes son los nobles, pero lo que resulta evidente es que hay una clase social que parece estar por encima de las obligaciones a las que nos sometemos los plebeyos.

Es momento de denunciarlo, aunque sea creando un nuevo encierro en un Juego de Pelota que puede ser una plaza de Sol en el centro de Madrid.

Hace años hice una acción, casi para mí solo, sobre el Km0. Ahora me veo en la tesitura de no encontrarme bien de salud como para acudir a lo que considero la mejor manifestación que he podido vivir. Una manifestación que, ingenua, reclama la vuelta de la ideología, el dejar de ser considerados recursos humanos, consumidores, clientes, para ser considerados ciudadanos. Con la responsabilidad que eso implica, con el esfuerzo que supondrá de acción y reflexión. Se acabará con la pasividad y la inacción. Es preciso formar parte de este nuevo presente. Creer en ello lo hará existir.

Y ahora… ¿por qué?

Es evidente que influirá en las elecciones. A nadie se le escapa eso, pero es que lo razonable en los ciudadanos en un sistema democrático es que deseen influir en las elecciones. Esto es participar, no sólo introducir un papel en una urna. Esto es democracia participativa, por fin, vista en algún lugar.

Sorprende ver la capacidad de organización que demuestran tener, generando en pocos días una estructura de comisiones y subcomisiones encargadas de lo más pragmático y de lo más utópico, pero autogestionados, sin financiación de una entidad financiera ni un grupo de poder mediático. Está claro que otro mundo es posible y esto es una demostración de la que les gusta a los escépticos: el movimiento se demuestra andando.

Y yo no me atrevo a ir.

No me atrevo a tener que correr en un momento dado y que mi maldita fisura anal resurja. No sé cómo participar pero es el momento. Este es uno de esos momentos que, si los pasivos actuamos, convertiremos en Histórico. Puede ser un gran momento en el futuro, puede ser lo que andamos necesitando: confianza en la gente, en nosotros mismos, en que los humanos tienen verdaderamente el poder en sus manos y no en las de otros. Y esto exigirá compromiso, dedicación, acción, presencia, pero reportará un mundo nuevo, en el que el lema revolucionario deje de ser revolucionario para ser definitorio del sistema.

Entonces, en ese posible entonces, no habrá necesidad de ser antisistema, porque el sistema no estará luchando contra nosotros.

14 de abril de 2011

BanderaParece mentira que hayan pasado 80 años desde que España tuvo una Segunda República. Parece mentira que aquella durase, en paz, menos de 6 años. Parece mentira que después de ser depuesto el gobierno elegido democráticamente, la forma de gobierno anulada, la forma jurídica del estado violada, un señor y sus seguidores se mantuviera en el poder a golpe de dictado y armas durante 40 años. Parece mentira que ese mismo señor educase a quien le iba a suceder y decidiese que ese iba a ser un rey, otro señor que, por ser quien era, podía ser el representante de esta nación. Parece mentira que no se opusieran a que esto continuase siendo así después de la muerte de aquel que había violado la constitución española democráticamente elegida. Parece mentira que la transición fuese dictada por un muerto. Parece mentira que ese muerto dejase todo atado y bien atado. Parece mentira que la Ley de Memoria Histórica (LEY 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura) haya quedado en agua de borrajas y su principal adalid esté ahora enfrentándose a un juicio formal que va a terminar con su carrera. Parece mentira que hoy, después de 80 años, no sea fácil hablar de República en España. Parece mentira que la inmensa mayoría de la población que conozco admire al rey, a ese señor poseedor de algún tipo de origen divino que justifica su preeminencia por encima de otros españoles. Parece mentira que la República se siga viendo como algo problemático y no como algo que fue una solución: el problema vino después, pero pocos parecen querer darse cuenta. Parece mentira que no haya una nueva república, una definitiva república que permita que elijamos democráticamente a nuestro principal representante a nivel nacional. Parece mentira. Pero es verdad.
No estamos capacitados para tener una república. Eso exige una responsabilidad política y social que evitase poder atacar a nuestro representante como si fuese un trapo, faltarle al respeto. Pero claro, así es como tratamos a todos. A nuestros compañeros, a nuestros jefes, a nuestros subordinados, al señor que me atiende en el autobús, al que me da una barra de pan y a la señorita que intenta ganarse la vida vendiendo o alquilando su cuerpo.
No estamos capacitados para elegir con templanza, con raciocinio, con un mínimo de visión global, de perspectiva social e ideológica. No lo estamos porque durante 40 años un señor se encargó de convencernos de que era una mala idea gobernarnos a nosotros mismos porque éramos inherentemente malvados, mezquinos, ruines, torpes, incapaces en una palabra. Y parece mentira, pero es verdad, que consiguió convencernos.
Convenció a mis padres, a los padres de mis padres, a tus padres, a la inmensa mayoría de los padres de los que ahora ni tienen un mínimo de reflexión para evitar que se repitan esos patrones.
Parece mentira, pero no, no lo es.
Seguimos gobernados por una casta política que no cree necesario dar explicaciones porque los borregos a los que gobiernan estamos dispuestos a seguir siendo gobernados de esa manera. Lo único importante es que no nos falte pa comer. Y pa gastar en bares, qué lugares. Y en otros caprichos. Pero… ¿elegir la manera en la que queremos ser gobernados? No, nunca. ¿Qué importa?
Sí, flipante, decimos: ¿Qué importa?
Y seguimos adelante votando a corruptos, permitiendo abusos descarados de poder, permitiendo que los recuros sociales que, escasos, se fueron consiguiendo, sean desmantelados para proteger a quienes tenemos más. ¿Qué importa el futuro? Yo siempre tendré mucho. Yo soy rico. Al menos estoy entre los más ricos… hasta que no lo esté. Porque no lo estaré siempre. Parece mentira, pero esto también es verdad. Y se nos caerá el pelo.
Seguimos permitiendo que un señor por tener un ADN más o menos especial sea el representante de nuestra nación. Por la gracia de Dios, claro. Una, grande y libre. Sí… mucho.
Esto es para mear y no echar gota!
Pero es verdad, verdad de la buena.
Así somos.
Quizá por esto tengo algo de esperanza depositada en la transformación que nos obligará a realizar la depresión económica en la que vamos a entrar tras la asunción de que esto no es una crisis. Quizá por eso espero que Europa renazca como un nuevo modelo político, como una aglomeración cultural, económica y social, federada y capaz de erigirse en referente político del mundo, de un mundo que se ha quedado sin referentes, de un mundo que no cree en utopías y avanza como topos bajo el sol.
No tengo muchas esperanzas en una III República, bastante improbable, pero sí algunas en la necesidad que vamos a ir teniendo de acercarnos, de unirnos, de formar parte de algo más grande que este pedazo de tierra que un señor llamado Francisco tuvo el gusto de regir durante 4 décadas malditas de nuestra historia. Historia no revisada, historia putrefacta, mal cicatrizada, que necesita una operación porque hace tiempo que se ha convertido en crónica.
Estamos enfermos de dictadura.
La monarquía incuestionada es sólo un síntoma.
Qué pena.

Guerra, Ejército y Rey

Extraído con cuidado de la Constitución Española de 1978:

Artículo 8. 1. Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.
Artículo 63. 3. Al Rey corresponde, previa autorización de las Cortes Generales, declarar la guerra y hacer la paz.

Y, junto a ellos, los que parecen autorizar el silencio del monarca y la intervención militar en Libia:

Artículo 93. Mediante ley orgánica se podrá autorizar la celebración de tratados por los que se atribuya a una organización o institución internacional el ejercicio de competencias derivadas de la Constitución. Corresponde a las Cortes Generales o al Gobierno, según los casos, la garantía del cumplimiento de estos tratados y de las resoluciones emanadas de los organismos internacionales o supranacionales titulares de la cesión.
Artículo 94. (Autorización de las Cortes para determinados tratados internacionales) 1. La prestación del consentimiento del Estado para obligarse por medio de tratados o convenios requerirá la previa autorización de las Cortes Generales, en los siguientes casos:
a) Tratados de carácter político.
b) Tratados o convenios de carácter militar.
[…]

En definitiva: Obvio que esta guerra no es igual que la de Irak, puesto que en esta se satisface claramente nuestro artículo 94, pero nada se dice acerca del silencio que no concuerda con lo que corresponde según el artículo 63. 3. No entiendo el miedo a hacer su trabajo por parte de nuestro rey. Es su responsabilidad. Que cumpla con ella.
Tampoco acabo de entender porqué no intervienen los cascos azules. ¿No sé si ya han desaparecido como un bonito recuerdo estético del pasado bipolar? Ahora bien, si no sirven para nada, ¿por qué no se disuelven definitivamente?

Esto no es una broma