Nostalgia de adolescencia

Pantallazo

Pasé mi adolescencia siendo un chico introvertido que apenas salía de su habitación. Leía, sin parar, libros de ufología y de ciencia real, tan real como que me leí la Teoría de la Relatividad General de Einstein con 15 años y el Principio de Incertidumbre de Heissemberg con 16, durante mis vacaciones de semana santa.

Tenía infinidad de complejos, algunos de los cuales ahora me hacen mucha gracia, como sentir que tenía una cabeza más ancha de lo normal para un cuerpo extremadamente delgado, o que tenía pelos en las inglés, como si no fuese algo más que normal, pero en una época en la que se llevaban los bañadores slip negros aquello me parecía poco menos que pornográfico en la piscina, así que dejé de hacer el único deporte que alguna vez había querido hacer.

Me gustaba la soledad de mi habitación, mi soledad rodeada de libros, enciclopedias que caían como moscas, ensayos de filosofía, cualquier tema era de mi interés. Siempre que estuviese apretujado entre unas cuantas páginas muertas. Y entonces llegaron ellos, los ordenadores.

Mi primer ordenador fue un Spectrum 48K, de esos que tenían teclas de goma gris, que había que conectar a una pantalla, pues no traían pantalla, que acabó siendo una televisión Sanyo que me duró más de 30 años. Fue mi primera compra, a los 16 años, con lo que iba ahorrando… total, sin salir… Aunque no estoy seguro de si fue eso o una máquina de escribir italiana, de una tapa azul algo desvaída.

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Pero antes de tener máquina de escribir ya me había dado por escribir poemas, y novelas, sí, con la osadía que da la ignorancia. Apenas había leído un par de ellas (tiempo después, cuando terminé la carrera de química, recuerdo haber leído alguna novela y pensado: no la he comprendido bien, tengo que volver atrás, pues estaba tan acostumbrado al ritmo de lectura de ensayos densos que no podía creer que un libro se pudiese leer en dos o tres días).

Habían caído en mis manos unos versos escritos por mi madre de un tan Bequer y no dejaba de leerlos como supongo que mucha gente ha hecho a lo largo y ancho de aquellos años. Me los aprendí de memoria. Intenté imitar su manera de escribir. Hice, incluso, liras, sonetos, juegos de métricas nuevas o pretendidamente nuevas, y un sinfín de experimentos con la balbuciente voluntad de escribir poesía. Pero no pasó de eso, de balbucir.

En cuanto a las novelas, escribí una sobre unos presuntos rebeldes (ese era el título, de hecho) que quedaban vivos tras una guerra nuclear total (preciso es recordar que vivíamos bajo la persistente amenaza de la conclusión de la guerra fría mediante una guerra a dos bandas: rojos y azules). Estos, refugiándose en una península francesa (Bretaña), lo que no dejaba de ser un guiño a la conclusión de la segunda guerra mundial, acababan por escapar del planeta para rehacer sus fuerzas en La Luna. Supongo que era evidente que yo quería escapar, quizá a la luna, quizá más lejos, así que acabé por refugiarme bajo la mesa azul de mi habitación.

Después de aquella novela que debía terminar, obvio, con la victoria total de los rebeldes sobre el Imperio malvado que se había acabado por convertir en único gobernante de La Tierra, escribí otra, presuntamente bien documentada, sobre la guerra que habría tenido lugar entre una coalición ruso-china sobre otra estadounidense-europea. En la que todo país sobre la urbe se había posicionado. Aquellos eran mis tiempos de adolescencia.

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Mientras tanto, jugaba a juegos de guerra en mi recién adquirido Spectrum 48K. Y, de ellos, el que más me gustaba era esta maravilla de «The Fall of Rome», en el que debías ir desplazando tropas hasta intentar soportar el embate de las tropas bárbaras. Sabías que ibas a «perder» pues se trataba de eso, de la caída de Roma, pero debías tratar de perder lo menos posible, incluso, llegué a ganar alguna vez reconstruyendo el imperio… más o menos.

El otro día me dio por buscar un emulador de spectrum para mi flamante portátil de 4Gb (¡¡¡frente a 48Kb!!!) y acabé por encontrar uno, pero ya no recordaba cómo se hacía… de hecho, claro, recuero que leían sus aplicaciones de cintas de casette, pero ahora eso es imposible… así que el simulador simula que tienes que cargar una cinta… es tan gracioso, pensar que alguna vez las cintas de casette tenían aplicaciones informáticas…

Después de probar varios, pude jugar un rato, pero no acaba de funcionar muy bien y supuse acertadamente que habría de haber un simulador online. Y claro que lo hay, faltaría más… no dejan de ser tan solo 48Kb… y estuve jugando otra vez, como cuando tenía 15 años, como cuando lloraba debajo de una mesa azul, como cuando leía sin parar libros de física, de historia, de geografía, de filosofía, jugando y planeando cuál era la forma de sobrevivir, a la vida y a estar solo, a una sociedad en la que no encajaba, que no tenía lugar para mí, a las invasiones bárbaras…

Y lo logré.

¿Quién me iba a decir que iba a ser tan feliz siendo un marciano, un lunático, en esta Tierra?

Pero, de cuando en cuando, me sigue llevando las nostalgia a un lugar extraño llamado adolescencia.

De mis clases particulares

Ayer iba en el metro, camino del Barrio del Pilar, donde imparto una clase de Matemáticas, Física o Química a una alumna desde hace varios años. Es mi alumna preferida, no puedo negarlo. No lo pretendo. A parte de tener intereses por las asignaturas que tiene en su educación obligatoria, incluso interesarse, poco a poco, por aquellas en las que yo le ayudo, a pesar de que se le den peor, a parte de todo eso, también estudia Piano, en el Conservatorio desde hace casi una década (tiene 17 años), Alemán y algunas otras cosas.

Cuando le digo que se relaje, me dice que tiene tantas cosas que quiere hacer que no le da el tiempo. Y me brota una sonrisa en el corazón, pensando que hay personas a las que admiro, a las que les deseo lo mejor, a las que respeto por ser inquietas, inquisitivas, deseosas de saber, más y más, de diversas temáticas, abriendo su mente a experiencias que la harán ser más persona.

Porque creo que hay grados de «persona». Pero no voy a entrar en esto de manera tan burda porque podría pasar por elitista y no lo es. Se trata de tamaños de voluntades, de esas nubes que habitan en el centro del pecho, y sí, el tamaño importa, cuando se trata de esto, al menos. A mí me importa.

Adoro encontrarme con personas que quieren ser Personas. Son verdaderos Filósofas en un sentido literal, etimológico, de la palabra. Y eso me convierte en filo-filósofo… (jejeje… estas cosas de la recursividad me apasionan, también)

Estoy intentando hacerle comprender que esto del equilibrio se resuelve como si fuese una hoja de cálculo… y no sabe usar (porque no les enseñan) estas herramientas que, para algunas cosas, son útiles.

En el metro, en ese camino que comencé mentando, fui anotando la estructura de la tabla que habría de realizarse. Hoy voy a hacerla y llevársela. Me gusta tanto trabajar para ella…

Acá la dejo:

Fórmula química

aA + bB <==> cC + dD

Coeficientes estequiometricos (a, b, c y d)
Pesos moleculares (de A, B, C y D)

GLOBALES
Volumen total
Presión total
Temperatura

INICIALMENTE

Masa en gramos
Moles
Concentraciones
Volúmenes

REACCIÓN

En moles
En porcentaje de lo inicial (grado de disociación o solubilidad) C x alfa o S

En EQUILIBRIO

Masa en gramos
Moles -> moles totales
En porcentaje de lo inicial (grado de disociación o solubilidad)
Concentraciones = moles / volumen total
Fracción molar = moles / moles totales
Presiones parciales = fracción molar * presión total

Q para predecir dirección de reacción
Q > K -> sobran productos = Hacia la izquierda
Q < K -> sobran reactivos = Hacia la derecha

Kc
Kp
Ks
Ka
Kb

pH

PV = nRT

Ayer fue romántico

Como casi todos los días a su lado
y los que forman parte del sospechoso casi es porque no estoy a su lado.

Un miércoles más
nos fuimos a desayunar por ahí
(es una forma de salir muy barata, pero placentera)
y encontramos el Museo Romántico
aunque íbamos a encontrarnos con él
así que no es muy propio decir que lo encontramos
(¿o sí?)
y desayunamos en su cafetería
romántica
como no podía ser de otra manera
un par de desayunos
cada uno.

Dos fotos de ese momento lo atestiguan
y dos fotos posteriores
en nuestra casa
viendo una serie tras la comida
nos atestiguan
que el romanticismo
no se quedó en el museo
sino que lo llevábamos puesto
ayer
hoy
y mañana (seguramente).

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Arrepentimientos tardíos

Si ayer hablaba de las vidas desperdiciadas, hoy, Carmen y yo, en nuestro miércoles de cada semana, incluso esta, con un san valentín acechando en lo oscuro, hablábamos de esta publicación que se había llevado a cabo en un blog de internet. Por supuesto, se había colgado en el muro de alguien en facebook y así había llegado a nuestra conversación…

Pero forma parte de mi vida, de mi forma de vivir, de mi modo de vida, de mi consciencia (¿absoluta?) de mi libertad y la necesidad u obligatoriedad de tomar decisiones. Lo que me sorprende es que a alguien aún le sorprenda. Pero parece que sí…

En el Museo Romántico, desayunando juntos… elecciones, elecciones…

Los 5 remordimientos más habituales antes de morir
Publicado el 11 de febrero de 2013 en http://www.principiamarsupia.com/

Bronnie Ware ha acompañado a cientos de personas durante las últimas semanas de sus vidas.

Esta enfermera austrialana, especialista en cuidados paliativos, confiesa que “casi todas las personas expresan los mismos remordimientos antes de morir”:

1.- Ojalá hubiese tenido el coraje de vivir la vida que yo quería y no la que los demás esperaban de mí.

Este es el remordimiento más común. Cuando somos conscientes de que nuestra vida se está terminando, miramos hacia atrás y vemos todos los sueños que no hemos realizado. Mucha gente no se atreve a perseguir sus sueños y muere sabiendo que ellos son los responsables de las decisiones que los impidieron.

No somos conscientes de la libertad que tenemos por el mero hecho de estar sanos. Cuando llega la enfermedad, ya es demasiado tarde.

2.- Ojalá no hubiese trabajado tanto.

Este comentario me lo repitieron la mayoría de los hombres a los que asistí. Se arrepentían de no haber dedicado más tiempo a su pareja y a sus hijos cuando eran pequeños.

3.- Ojalá hubiese tenido el coraje de expresar mis sentimientos.

Muchas personas esconden sus sentimientos para evitar conflictos con los demás. El resultado es que se conforman con una existencia mediocre.

No podemos controlar las reacciones de los demás. Y, aunque al principio otra persona se moleste cuando somos honestos, eso hace que una relación crezca. O que se acabe una relación que no era saludable. En ambos casos, todo el mundo sale ganando.

4.- Ojalá hubiese mantenido el contacto con mis amigos.

Muchas personas no se dan cuenta de la importancia de los amigos hasta que la muerte se acerca. Nos absorbemos tanto en nuestras rutinas que dejamos marchitarse las amistades. Olvidamos ofrecer a nuestros amigos el tiempo y el esfuerzo que merecen.

En las últimas semanas de vida, lo único que importa es el amor y las relaciones. Todo lo demás -el dinero, el éxito profesional- es absolutamente irrelevante.

5.- Ojalá me hubiese permitido ser más feliz.

Desgraciadamente, este remordimiento también es muy común.

Muchas personas no se dan cuenta de que la felicidad es una opción hasta que la muerte se acerca. Muchos se han dejado arrastrar por el confort de la vida cotidiana, el miedo al cambio o a la reacción de los demás.

La vida está hecha de decisiones. Y es tuya. Decide.

Documentación del origen de Giusseppe

Ayer, arreglando algunos papeles, cartas que guardo en una maleta desde hace más de 3 décadas, encontré un papel higiénico con una carta que me escribió mi amiga Queralt (no recuerdo su apellido, si no, la buscaría en Face) en el año 1992. Allá entonces, ya me llamaba Giusseppe. Fue ella quien me fabricó la opción, la posibilidad de reinventarme, y de construirme a partir de un nombre nuevo.

Dejo unas fotos de ese papel que me ha enternecido el fin de semana.

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Solo vivo para ti

No olvido el amor
salvo para recordar
el amor.

Somos los amantes de la esfera intacta
devorada por olvidos
sin besos
ni abrazos.

Todos los deseos son compartidos.

Te amo
hoy y siempre
como en esas historias
de príncipes y princesas
y ranas
pero sin embarazo
ni aspaviento
contra viento
marea
y
almas aladas a la entrada
de esta casa
(como el deseo)
compartida.

Sí, así,
sí, 2=1+1.

Los fantasmas del Luna

O de Los Luna… sería algo que hubiera de componer, pero ya lo hizo mi estimado (Ella em va estimar tant… Jo me l’estimo encara…) sobre los del Roxy, otro de esos cines que desapareció para ser otro negocio más lucrativo.

Vídeo y Letra de la canción en cuestión que no puedo dejar de recordar mientras avanzo retrocediendo, para despistar a mis enemigos, sobre una cinta ridícula que simula ser una calle que simula que sirve para algo…

Los fantasmas de Roxy
Joan Manuel Serrat

Sepan aquellos que no estén al corriente,
que el Roxy, del que estoy hablando, fue
un cine de reestreno preferente
que iluminaba la Plaza Lesseps.

Echaban NO-DO y dos películas de ésas
que tú detestas y me chiflan a mí,
llenas de amores imposibles y
pasiones desatadas y violentas.

Villanos en cinemascope.
Hermosas damas y altivos
caballeros del Sur
tomaban té en el Roxy
cuando apagaban la luz.

Era un típico local de medio pelo
como el Excelsior, como el Maryland,
al que a mi gusto le faltaba el gallinero,
con bancos de madera, oliendo a zotal.

No tuvo nunca el sabor del Selecto
ni la categoría del Kursaal,
pero allí fue donde a Lauren Bacall
Humphrey Bogart le juró amor eterno

mirándose en sus ojos claros.
Y el patio de butacas
aplaudió con frenesí
en la penumbra del Roxy,
cuando ella dijo que sí.

Yo fui uno de los que lloraron
cuando anunciaron su demolición,
con un cartel de: «Nuñez y Navarro,
próximamente en este salón».

En medio de una roja polvareda
el Roxy dio su última función,
y malherido como King-Kong
se desplomó la fachada en la acera.

Y en su lugar han instalado
la agencia número 33
del Banco Central.
Sobre las ruinas del Roxy
juega al palé el capital.

Pero de un tiempo acá, en el banco, ocurren cosas
a las que nadie encuentra explicación.
Un vigilante nocturno asegura
que un trasatlántico atravesó el hall

y en cubierta Fred Astaire y Ginger Rogers
se marcaban «el continental».
Atravesó la puerta de cristal
y se perdió en dirección a Fontana.

Y como pólvora encendida
por Gracia y por La Salud
está corriendo la voz
que los fantasmas del Roxy
son algo más que un rumor.

Cuentan que al ver a Clark Gable en persona
en la cola de la ventanilla dos
con su sonrisa ladeada y socarrona,
una cajera se desparramó.

Y que un oficial de primera, interino,
sorprendió al mismísimo Glenn Ford,
en el despacho del interventor,
abofeteando a una rubia platino.

Así que no se espante, amigo,
si esperando el autobús
le pide fuego George Raft.

Son los fantasmas del Roxy
que no descansan en paz.

No tengo nada más que añadir… yo, claro, también fui de los que lloraron, cuando anunciaron su cese, el de mis cines Luna, que justificaban que yo tuviera una vivienda donde la tengo. Y no me imaginé nunca yendo a hacer otra cosa a ese local que no fuese ver una película de esas subtituladas, pero del mainstream… de esas que me gustan a mí.

Jo, si por lo menos pudiera imaginar a Stalone haciendo cinta al lado de Danny De Vito cada noche…

Los Fantasmas del Roxy, de Serrat. Vídeo de Julio Mármol
[youtube_sc url=http://youtu.be/3cGcP9KCtC0]

Yo soy yo y mis circunstancias

Yo soy yo y mis circunstancias.

En resumidas cuentas matemáticas:

Yo=yo+circunstancias

Si Yo es yo, circunstancias es cero.
Si Yo = yo -> circunstancias = 0.

(En números complejos sería, en polares, infinitas posibilidades, todas aquellas que no modifiquen módulo ni ángulo)

Si Yo no es yo, se trata de una ecuación recursiva e infinita, cuyo término general es…

Si Yo ≠ yo -> Yo enésimo = Yo enésimo menos uno + circunstancias.

Pero no se trata, propiamente, de una progresión aritmética, pues esa suma no está claro que cumpla con todos los requisitos de tal operación y, sobre todo, porque circunstancias es, en realidad, variable.

Es una forma de expresar que yo se transforma en Yo.


Está claro que no no parece nada claro afirmar algo tan simplón como eso.
Lo siento Orteguita, pero me pareces un memo.

El gimnasio produce monstruos

Hoy un tipo
de la sala de abajo
que nunca visito
me miraba
de cuando en cuando
con mala cara.

Era
lo que podríamos llamar
un tipo malencarado
y he observado
que en la sala de abajo
abundan
hasta decir
en demasía.

(De hecho
la sala de abajo con los aparatitos para muscularse
está repleta de hombres
mientras que la de arriba
con unas cuantas bicicletas estáticas
y unas cuantas cintas estáticas
y otras cuantas estupideces estáticas
está repleta de mujeres
y algún afeminado como yo)

Por un segundo
sentí
que quería medirse conmigo
en fuerza
o algo parecido
y yo pensé
inmediatamente
que nunca le pegaría
pudiendo matarle
con instrumentos.

Quienes se musculan hasta estar tan fuertes que pueden matarte
con los brazos
se olvidan
creo
de que puedo matarles con herramientas
que ha diseñado el cerebro.

Se puede esto considerar apología de las armas
y
en parte
lo es:

Me parece más inteligente fabricar un ingenio
que aprovecha el principio de conservación del momento lineal
entre otras cosas
para causar daños directos
y laterales
mucho más efectivos
que el mejor puñetazo.

No concibo luchar si no es con la intención de ganar
y
para ganar
en una pelea
no entiendo que tenga que haber límites
deportivos
porque la violencia
es inviolable
o no es violencia.

El malencaramiento del muchacho
y de otros como él
no quiero atribuirlo al efecto del gimnasio
sino al efecto de una vida mal encaminada
que les ha conducido al gimnasio
y no
pienso
que todo aquel que esté en un gimnasio
acabe teniendo una vida mal encaminada
ni haya llegado al mismo por tener una vida mal encaminada.

Con un poco de lógica se entiende
que el título de este texto
no es veraz
y que no produce monstruos
salvo los que ya vienen como tal
a ejercitar
sus maneras.

Pero era solo una mirada
una mala cara
y seguramente
soy demasiado sensible
para valorar
si el tipo en cuestión
me encaraba mal
o si simplemente era así de feo
y no podía evitar
mirar mal.

Prejuicios
abandonadme
idos a otros cerebros
que quieran daros cobijo!

He de recordar
que voy sin gafas
y soy miope.

Esto no es una broma