¿Gente? ¿Qué gente? ¿Qué es gente?

Nunca me convencen estas frases que hablan de «la gente» sin incluirse.

Hay un sujeto de la oración (nosotros, omitido) que menciona a esa otredad llamada «gente» que bien podría leerse en clave de «gentuza».

Me resultan de una superioridad moral engolada, pero no es material apto para contestar en una red social, abriendo un debate insolicitado, así que me limito a escribir esta pequeña entrada en mi diario personal sobre esa acción de insulto camuflado a esas otras personas a quienes, de alguna manera, se despersonaliza, deshumaniza, siguiendo uno de los principios de propaganda negra de Goebbels.

No me gusta no incluirme y cada vez que se pronuncia ese tipo de sentencias en mi presencia afirmo con rotundidad: ¡Yo soy gente!

Aniversario

Hoy, Carmen y yo, estaremos (este futuro es bastante extraño) en Donosti celebrando nuestro 25 aniversario.

No sé exactamente dónde nos pillará (hoy 6 de septiembre de 2024) a las 21:00, hora en la que, oficialmente (jijiji) comenzamos a salir desde aquel encuentro en el Achuri.

Calculando en alguna de estas páginas web que saben hacer estas cosas sin reflexionar sobre el sentido de un año, de un día, de un segundo… obtengo los siguientes resultados de la diferencia entre esos dos momentos de mi vida:

789004800 segundos
13150080 minutos
219168 horas
9132 días
1304 semanas, 4 días
300 meses
25 años

Y me encantaría llegar a multiplicar todas estas cantidades por 2, pero teniendo en cuenta el calendario gregoriano en vigor, es poco probable que ocurra, pues 50 años no serán 2609 semanas y 1 día, sino tan sólo 2609 semanas.

Burlando restricciones…

Me gusta sentirme casi un hacker por hacer algo tan básico como explorar el código de una página web que visito y de la que no puedo hacerme con algún contenido, como por ejemplo esta fotografía que se usaba como «background» en un carrusel de imágenes y que aparentemente no podía descargarse.

Para ello la acción es tan simple como pinchar con el botón derecho sobre cualquier parte y elegir la opción «Inspeccionar» para ver el código fuente o un cachito específico del mismo.

A partir de ahí, encontrar el enlace a la imagen, en este caso:
https://laterrazadelsantodomingo.es/sites/default/files/styles/background_home/public/sd-255_1.jpg
y llevárselo a una pestaña nueva del navegador en cuestión.

Y, como dice mi hermana, pues ya estaría. 🙂

Volver a la rutina

Volver a la rutina es un proceso largo, que pasa por momentos de desorden inquietante hasta acomodarse en un aterciopelado devenir de los días entre el calor y la calma, entre la soledad y el bullicio, entre la espalda y la pared.

Volver a la rutina me gusta tanto como volver a la runita.

Volver a la rutina es una forma de volver al norte, a la brújula, a la guía, a la orientación, al camino…

Volver a la rutina es un proceso largo, que pasa por momentos de desorden inquietante en los que parece que nada va a volver a ser como era, sin saber cómo era.

Volver a la rutina es jugar otra vez con los juguetes rotos de cada día, recordándome que soy otro juguete roto con el que algo que no soy yo parece no divertirse.

Volver a la rutina me gusta tanto como volver a la vida después de haberla dejado en suspenso durante unas semanas en las que habité un silencio monacal acompañado. Muy bien acompañado.

Volver a la rutina es un proceso largo, que pasa por momentos de desorden alimentario en los que parece que ya he olvidado cocinar, que no lo disfruto como antaño.

Volver a la rutina es teclear esta entrada en un diario desactualizado y desacralizado terminando a las a las 13:35, después de haber pensado muy mucho qué decir sobre la rutina e incluso después de haber publicado un hallazgo inesperado en una red social para aparentar más intelectualidad de la que realmente siento.

Volver a la rutina es mentir una y otra vez o errar y no herrar al comentar que había terminado esta entrada a las 13:35, siendo ya las 13:36.

Ascensores pentadimensionales

De camino a la rutina que tanto añoro durante mis vacaciones, recorro el trecho que une mi casa a la piscina municipal a la que suelo ir y me divierto imaginando cómo, en el espacio cartesiano de unos 2x2x2m3, caben las personas que dicen que caben.

Y ni hablar de la masa que podrían llegar a alcanzar estas élficas individualidades, dado que 750kg/19 personas es menos de 40kg/persona.

Luego recuerdo que en la planta baja hay una guardería y quizá puedan llegar a ser capaces de introducir a casi 2 decenas de niños y niñas en 8m3, apilándolos sobre los cuerpos ajenos hasta llegar a ocupar ese reducido habitáculo.

Factoriales

A veces me aparecen pequeños retos matemáticos en mi muro de facebook, supongo que intentan que no deje de usar esa parte del cerebro que trabaja con numeritos, así que en esta ocasión, una ecuación sencilla con factoriales no he podido por menos que resolverla:


 10!
---- = X!
 6!

Tras eliminar los 6! del numerador y el denominador, la cosa era facilita. He estado tentado de intentarlo de cabeza, pero es que en papel es todo más sencillo. La clave, obviamente, está en la factorización, reordenación, agrupación y… voilà!:

10·9·8·7 = 5·2·3·3·2·2·2·7 = 7·(3·2)·5·(2·2)·3·2·1

Es decir, la solución es 7.

¿Cómo funcionará en HTML un «sup» dentro de un «sup»?

Quiero probar una absoluta tontería probando cómo funciona elevar un número a otro, y el resultado a un tercero, pero todo en HTML con las etiquetas básicas «sup»

XXX

Seguramente me decepcionará porque no creo que esté pensado para esto, pero lo voy a publicar sea lo que sea… Sin hacer, ni siquiera, una prueba previa ni, por supuesto, pedirle a una IA que lo haga por mí. ¡Qué aburrido lo de las inteligencias artificiales!

y rizando el rizo…

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Horror culinario anaranjado

Me consta que hay personas que comen esta guarrería gastronómica que, en alguna ocasión, ponen de «tapa» en los bares madrileños. Es algo cuya composición nutricional prefiero no conocer, amén de poseer una textura y un sabor inclasificables dentro de lo que llamaríamos habitualmente «comida».

Hace unos cuantos viernes le hice esta fotografía a un bol conteniendo algunas de estas cosas (llamarlas delicias me da escalofríos) y probé alguna mojada en cerveza. Mejoraba un poco su textura, algo menos cavernosa y áspera como lengua de gato muerto. Su sabor, no obstante, no demasiado. Como se dice ahora: sus propiedades organolépticas, no solo no tienen mucha forma de mejorar, sino que pueden acabar por demostrar su naturaleza plastificada y arder en el infierno.

Pensar que esa masa informe, globular, vaporosa, acabó depositada en las paredes de mi estómago me causa algo de desasosiego, pero no tanto como para preocuparme.

Las películas de terror cada día me dan menos miedo; especialmente desde que soy autónomo y me toca pagar las mensualidades de la seguridad social.

Esto no es una broma