El cementerio de los bolis gastados

Tengo una cajita
que fue el paquete original
de un viejo reproductor de mp3
que tiene un cierre
cautivador
imantado.

Tengo bolígrafos
que gastan una ingente cantidad de tinta
porque son de punta
más gruesa de lo habitual.

Cada semana tengo que desechar
un bolígrafo gastado
que quiero conservar
para posibles acciones
o instalaciones.

Hace años planté varios
en una residencia artística
y no creo que hayan dado frutos
azules.

Tengo en mente rellenar
con tinta de calamar
unos cuantos
y escribir
poemas marinos.

Mientras tanto
los bolígrafos
van siendo enterrados
en lo que yo denomino
mi cementerio de los bolis gastados

esperando
algún tipo de resurrección.

Regalo de Isidoro, como cada año

Como cada año, recibo regalos postales por estas fechas (y por otras), a veces en respuesta a las felicitaciones que envío o sencillamente, por gente que tiene bonitas costumbres, cariñosas y generosas, como Isidoro Valcárcel (de quien tanto aprendo) como la habitual holografía de Pepe Buitrago.

Este 2025 toca apuntalar (sostener, afirmar) lo que se pueda para que no se caiga.

Recibo belleza en el buzón

Hoy he vuelto a mi rutina (que ya era hora) de piscina y estudio, revisión de cuentas, de buzones de correo electrónico y, por supuesto, de correo postal. Y me encanta recibir joyas como esta pequeña pieza delicada de Yolanda Pérez Herreras, quien siempre me sorprende y me enseña nuevas formas de concebir el acto poético.

Muchas gracias al mundo por la generosidad de poner personas como ella en mi vida.

Esto no es una broma