Odio las impresoras

Ese periférico dispositivo
que se supone que sirve para ser una interfaz
con el papel, volcando texto o imágenes,
que, de una u otra forma, quedan solidificadas
por decirlo así.

Impresoras que competían con aquel lejano sueño de Guttemberg
por el que la cultura se iba a repartir entre los plebeyos
y se acercaba, por fin, el texto escrito y la posibilidad de generarlo
a un cualquiera
que Whitman denominaría
el hombre En Masa.

Son lo que son
y no lo que prometían ser
en una vocación casi política inética
(no es redundancia).

Acaban siendo un periférico
mal integrado
en la parafernalia tecnocrática que nos tiene dominados
para dominar
o invadir el mundo entero.

Es una mala sustituta de una imprenta de verdad
de una seria oficina de servicios editoriales
de una vulgar fotocopiadora.

Y acaba decepcionando al más pintado
cuando un cartucho de tinta de 19,95€ tarda
menos de 100 hojas impresas con baja resolución
en modo borrador, casi sin intensidad…

Quiero que cambie el paradigma y pueda imprimir desde mi casa
en una tienda de la esquina
en un chino abierto casi todo el día
y pasar a recogerlo como recojo el pan
aunque aparentemente me cueste más caro
que hacérmelo yo mismo.

Servicio
imprimir es un servicio
y no un aparato.

Un servicio que quiero que me hagan
quienes tienen capacidad y estructura
para poder prestárselo a muchos más usuarios, clientes e incluso personas
por no hablar de ciudadanos
que no necesitarían tener en cada casa
un aparato infernal que siempre decepciona
sin hablar de obsolescencias programadas
tan solo pensando en la ineficacia o ineficiencia
(pensaré en la diferencia entre estas palabras)
que supone la dispersión del servicio de impresión en cada uno de los hogares
del mundo tecnificado.

Odio las impresoras
y punto.

Aciago

Guardo un silencio aciago
cargado de miserias
con ánimo de ser
un hálito encerrado.

Guardo un silencio aciago
contra paredes de triste desengaño
que habitan en mi piel
con pálida desidia.

Guardo un silencio aciago
esta mañana gris
de terciopelo negro
de dulce mezcolanza contra la soledad.

Guardo un silencio aciago
por las palabras hueras
por el amor olvidado
cual una fragua helada.

Guardo un silencio aciago
ante la podredumbre
de un orbe ciego, opaco,
en el que campa el miedo.

Guardo un silencio aciago
con esta algarabía de almas en penumbra
contradiciendo el silente perfil de la tiniebla
contradiciendo el infame momento de la muerte.

Guardo un silencio aciago
mejor que seguir usando estas palabras
que no son sino frases hechas para emplear
en un poema trivial que componer eligiendo aquellos
adjetivos o sustantivos de entre la lista de sinónimos
que resulten más desempleados, menos habituales,
más «poéticos»
más aciagos
silentes
o entenebres (entenebrido, mejor).

Tonterías, tonterías, más que vanas…
vanidad, todo es vanidad

Un poema me manda hacer Violante

Querida víctima, lo siento. He perdido a este juego y tú… también! Le has dado a me gusta y comentado mi estado, así que ahora deberás publicar el siguiente estado para continuar con el juego (a no ser que hayas perdido tu sentido del humor). Sé que nadie leerá mi estado pero a veces, cuando estoy aburrida, voy al jardín, me cubro de tierra y finjo que soy una patata. Lo de las entrañas de la tierra se lo ha inventado tu amiga. Ahora, a ti, te toca hacer un poema con ello. (Me pide)

Finjo que soy una patata
cubierta de tierra
que dejo crecer mis raíces
hasta que ocupan el planeta
y salen por las antípodas neocelandesas
en forma de árbol patatero
que cubre de sombra el mundo.

Finjo que soy un rayo de sol
sobre esas hojas tuberculosas
que lloran rocío
en las mejillas de la humanidad
entristecida
por una ausencia de luz
una carencia de alegría
antipodal.

Finjo que soy lágrima de humano
conteniendo un fractal de sales invisibles
abigarrado enjambre de tristeza
goteando la faz de la ignominia.

Finjo que soy un violador de versos
que hiende sus grandes ojos negros
sobre un soneto violante y no violado
de Lopes y de Carpos y de olvidos.

Finjo que finjo
y ya no finjo:
soy
sin más
Giusseppe
o un
giusseppe
cualquiera
sin mayúsculas ni apellidos
sin afán de ser más grande
que la inmensa inmensidad de un océano
vertida en el interior de una persona.

Y me dejo llevar por el pequeño juego
que una amiga me propuso
componiendo este poemita
para la posteridad electrónica
para la red de redes
o para nada más que ser una patata
un rayo de sol
o una lágrima
por un ratito breve
como el tecleo de un verso en el diario
sin entrañas
extrañas
que lo apañen.

Humedad

Divino tesoro
que me hace sudar
como perro moribundo a la orilla de un río de peste
como alma de diablo loco
como nube cercada de dinosaurios rojos
como helicóptero ciego
como chimenea a la orilla de un campo de antenas
como lágrima sorda en cabina insonorizada
como apéndice de un texto en braille
como rubicundo ruiseñor ruidoso
como ternera al curry envasada al vacío con guarnición de pimientos secos
como pitidos timpáneos con hipocondría cerebral
como teléfonos sin contestador
como revistas abandonadas a la puerta del contenedor de cartón
como carcasa de disco duro de interfaz IDE
como libros de poemas checos
como fundas de estrellas
como edredón de sueños rotos
como pinzas de madera de colores inusitados
como ojo de pez o pez sin ojos
como la receta del día de mañana
como la muerte misma
como la vida
como la nada.

Tras las ventanas

unas nubes grises
amenazan
o invitan
lluvia

tras las ventanas
estoy escribiendo
este impoema
nadérico
que caerá en la más absoluta
de las miserias digitales

tras las ventanas
las obras de remodelación de una fachada
continúan

tras las ventanas
está la duda
a veces poco metódica
tal vez desconfianza
en el ser humano

Beat manchego

Desde Andujar
decía venir
sin un techo firme
desde la década prodigiosa
hasta hoy
culpando a Rajoy
por no tener un trabajo
aunque contaba cómo
en 1980
por no llevar billete
fue expulsado de un tren en una estación
que recordó ser la de Manzanares
en la provincia de Ciudad Real
cuando apenas contaba con urbanización
alrededor.

Ahora protestaba
porque de Daimiel era difícil salir
pozo profundo de durezas varias
y para el autobús
contaba con unos pases
que le presuponían el acceso gratuito
con dirección a Madridejos
para
ir acercándose a Extremadura
según él
con la intención de encontrar allí un habitáculo
mejor acondicionado
donde dormir en la calle
en lugar de la capital de la provincia que estaba tratando de dejar atrás
que tenía mala acogida para los sintecho.

Sus propiedades
cabían en una maleta grande con ruedecitas
de las que suelo usar en los viajes al extranjero
y su grueso acompañante
con unas gafas oscuras
nos flanqueaba por la izquierda en la parada del bus
con otra maleta de iguales proporciones
aunque mucho más silente
o reservado.

Un rato antes
un tipejo amenazaba de muerte
telefónicamente
a un examigo
que
parece ser
había tenido algo que ver
con su encarcelamiento.

Y allí estábamos
añorando el nítido pitido del tren de alta velocidad
llegando a la controlada estación
mientras esperábamos sin saber
la hora de salida
ni la hora de llegada
ni tan siquiera si tendríamos plaza asegurada
para regresar a Madrid.

Dejé de envidiar (aunque, sinceramente, pocas veces lo he hecho)
a Kerouac y sus amiguetes de aventuras
a bordo de los vagones de entreguerras
o de postguerra
recorriendo las llanuras
centro-norteamericanas
en busca de sí mismos.

Botín

Botón
Otón
ton
on
n

Botín
Tintín
Rintintín
Tontín
ay
qué tontín.

Muerto
Huerto
Hoyo
Boyo
Royo
Oyó?

Botín
A
N
C
O

Botín
tintineo
orígenes
nestorianos
nosotros
os
amamos.

Que sí, que ha muerto ese señor tan malo.
Que sí, que ahora otro vendrá que bueno le hará.
Que sí, que todo es parte de un complot.
Que sí, que la muerte es igual para todos, ricos y pobres: ¿un consuelo?
Que sí, que era el dueño de españa, hoy, entonces, huérfana.
Que sí, que Santander lo va a celebrar y a lamentar.
Que sí, que no, que caiga un chaparrón, con azúcar y turrón…

Vagón 22, asiento 72

ICE 1614
Hora 10:16
Día 05/07/2014
HBF Berlín
Rumbo a HH.   11:57
Planta -1
Plataforma 7
Zona D
Clase 2

Al subir
busco mi asiento reservado por 5€.

Aguardo a que un viejo alto y cabezota ocupe su lugar asignado en mitad del coche, a que se decida a hacer algo con su enorme maleta para dejar de obstaculizar el tránsito intestinal del ultramoderno caballo de hierro (y fibra de vidrio).

Unos dispositivos de cristal líquido con luz roja sobre fondo negro indican si el número de butaca está adquirido o adjudicado y, junto a ello, si se trata del anexo a la ventanilla o al pasillo.

Todos los números pares quedan a la derecha según avanzo, mientras los impares están situados a la izquierda. Por alguna razón me parece justificado ese orden por la lógica numérica, sin pensar en el arbitrio subyacente hasta que, casi 30 minutos después, leyendo un relato de Don Delillo, me da por imaginar que una sucesión de números primos sería una, matemáticamente hablando, bellísima manera de ordenar los asientos o la numeración de los inmuebles de una calle, por muy patafísico que parezca.

En el lugar previsto para mi acomode se encuentra una chica relativamente atractiva de, aproximadamente, 35 años de edad con unas perfectamente torneadas piernas que, cayendo perpendiculares, tocan el suelo que habré de pisar.

Con algo más liviano que una sonrisa, se percata de que camino buscando un número muy lejano de ser primo: múltiplo simultáneo de 1, 2, 3, 4, 6, 8, 9, 12, 18, 24, 36 y de sí mismo.

Supongo que, en ese preciso instante, no es consciente de estos detalles aritméticos, no obstante, sí reacciona al hecho de que ocupa mi (lugar) reservado.

Hace ademán de levantarse y liberar el espacio trasladándose, tras superar la minúscula barrera transversal que suele utilizarse cual reposabrazos, al asiento con mucha menor cantidad de divisores que no tenía indicación de estar preasignado en el panel cuya iluminación me había servido para conocer mi correcta ubicación espaciotemporal.

Mi cara, en concreto algunos músculos maxilofaciales encargados de articular el movimiento mandibular y bucal, así como probablemente otros que no recuerdo responsables del entrecerramiento ocular de manera parcialmente instintiva conforman una pánfila expresión que podría confundirse con invitación a continuar en el lugar que no le correspondía ofreciéndole con un lacónico «if you want to keep the window…» que declina en silencio con un cortés desplazamiento concluyendo en el pasillo del vehículo facilitándome el acceso sin dejar translucir un gesto de agradecimiento ni de indignación.

Mientras esta sinfonía gestual viene ocurriendo en la parte frontal de la superficie de esta extremidad conocida como cráneo, en el interior de la misma el menor número par de líneas de pensamiento emergen y divergen en las siguientes direcciones:

1.- ¿Resulta machista esta oferta?

Evidentemente, si hubiese sido un individuo humano de reconocido género masculino no habría ni siquiera pensado en dejar mi asiento bajo sus nalgas pero no lo reconozco como un signo o acto netamente machista pues sé, casi con total certeza, que tampoco habría hecho tal oferta a un individuo de reconocido o aparente género femenino si no me hubiese resultado agradable a la vista o al olfato, o si percibiese una escasa receptividad al agradecimiento o al, llamémoslo abiertamente, flirteo.

2-. ¿Le estoy ofreciendo aquello que disputo últimamente a aquella de quien estoy enamorado a una extraña cuyo posible flirteo no me depara más que 1 hora 41 minutos de entretenimiento y, quizá, el acceso a una conversación que haga llevadera el trayecto a modo de retribución inmaterial por una insolicitada generosidad?

Lo absurdo de que la respuesta a esta extensamente formulada cuestión sea afirmativa aún me parece o resulta peripatético cuando estoy embarcado en el viaje de regreso

(

Vagón 22
Asiento 31
ICE 1723
Hora 20:01
Día 06/07/2014
Hamburg HBF
Rumbo a Berlín (Hbf)   21:49
Planta -1
Plataforma 6(a)
Zona C
Clase 2

)

siendo el día de hoy el que Carmen y yo celebramos nuestro penúltimo «mesiversario» antes de alcanzar nuestro decimoquinto aniversario habiendo alcanzado con ello la cifra de 178 meses juntos que, promediados a unos 30,4375 días cada uno, hacen un total de 5.417,875, que redondeados a números naturales, terminan siendo 5418 días juntos desde aquel beso en la mesa de El Achuri, un par de horas después de las 21:00 del horario de verano en Madrid/Europa lo que deviene en ser la franja conocida como GMT+2.

Esto no es una broma