82 familias ricas

Hoy he leído en el capítulo dedicado a “La antropología de una sociedad industrial” del libro que estoy leyendo desde hace un par de semanas, que, según la revista Forbes de 1985, las 400 personas más ricas de EEUU son miembros de 82 familias, teniendo en su poder aproximadamente el 40,2% de todo el capital fijo, privado y no residencial del país.
Además, sostiene el libro que la acumulación de grandes fortunas en manos de unos privilegiados, o lo que él llama la concentración de la riqueza, va en aumento.
El libro no tenía en cuenta la aparición de los nuevos ricos como los derivados de las nuevas tecnologías (así Bill Gates, Steve Jobs, Mark Zuckerberg) pero en el fondo no importa. Tampoco importa mucho que ahora tengamos más españoles entre los famosos enumerados por el señor Steve Forbes, como por ejemplo al dueño de Zara y derivados, porque hablar de españoles es casi insultante.
Estos personajes, estas personas, están por encima de la ilusión mantenida como nación que se forjó allá por el siglo XV en occidente. Les importa poco estar entre los mortales, porque creen que su lugar es una especie de mundo paralelo en el que jugar con los demás como quien juega con marionetas.
Pero ni siquiera nosotros, los plebeyos, somos sus marionetas, no llegamos ni a ser las partículas del polvo adherido a las distintas partes de las prendas exteriores de las marionetas más pequeñas que poseen.
¿Qué puede hacer el polvo para alcanzar su autodeterminación, su libertad?
Es tan tentadora la sumisión.
Lo más gracioso, quizá, que me pasó leyendo también en un periódico lo del tal Amancio Ortega es que me ha dado penita. Una foto suya daba el aspecto de un señor gris, apagado, aburrido, triste y no creo que lo piense para consolarme. Es, sencillamente, lo que veo en su expresión. Por no hablar de la fotografía del hombre más rico, según este mismo listado, un tal Carlos Slim, con un extraño parecido a Torrente.
Bueno, estos pensamientos banales tan solo son escapes para no afrontar lo durísimo que me resulta aceptar las monstruosas desigualdades entre estas fortunas y la situación de la inmensa mayoría de la población mundial como algo justificable.
Y si después quieren convencerme de que he de entender reformas estructurales en el mercado laboral que repercutirán en mayores facilidades para los empresarios a la hora de adquirir mayores beneficios o, lo que es lo mismo, continuar y perpetuar un sistema que no ve escandaloso el aumento en la concentración de la riqueza, van a tener que esforzarse un poco más.
¿Quienes quieren?
No me gusta cuando se me cuelan, casi sin darme cuenta, impersonales terceras personas del plural. Había 82 familias en el 85 dominando el mundo, ¿Cuántas hay hoy?

Habilidades del educador en la enseñanza no formal

Ayer estuve en una reunión de una empresa en la que trabajo unas 200 horas al año impartiendo cursos de Informática a jubilados en centros DIA de la Comunidad de Madrid. Era una reunión informativa a cerca de las modificaciones de la metodología de la enseñanza que se iba a seguir a partir de la siguiente convocatoria.
Yo no podía parar de reírme hacia dentro por el despropósito, no dudo de su buena intención, que supone un cambio semejante sin tener en cuenta una suma de factores que afectan, incluso, al perfil del docente.
Esencialmente, lo que se modifica es que los, hasta ahora llamados, profesores, nos pasamos a denominar dinamizadores. Y, como bien informó el coordinador de los, ahora llamados, dinamizadores profesionales, las palabras importan. Claro que importan, me dije, hasta el punto de que me acaban de cambiar el puesto de trabajo, que no el salario.
¿Eso me molesta? No me molesta necesariamente, pero sí que se considere que las habilidades que demostré tener como formador o profesor sean las mismas que se requiere para ser un dinamizador profesional o educador de un curso de enseñanza no formal.
Obviamente, esto me molestaba a mí especialmente por el hecho de que, en mis talleres de Poesía, en los de Creatividad, etc, soy un coordinador que me empeño en diferenciar de profesor o maestro. Y, porque sé lo importante de las palabras en la significación, no se me ocurre pensar que tengo que usar la misma manera de impartir la clase.
Entendiendo educación no formal como la segunda de las definiciones dadas en el enlace.
pienso que se habla de la educación en sí, pero no de las habilidades especiales que ha de tener un educador de enseñanza no formal y que no son en absoluto las mismas que las que ha de tener un educador de enseñanza formal.
Esto hace que, si hubiesen pensado bien el cambio, lo primero que tendrían que haber hecho en la empresa en cuestión es una nueva entrevista de trabajo para cualificar la capacidad de los actuales docentes para afrontar las exigencias de la nueva metodología.
Y aquí surge un primer problema: ¿es posible evaluar objetivamente las habilidades psicológicas y sociológicas requeribles en un docente de enseñanza no formal? ¿No se estaría, de algún modo, formalizando en el mismo momento del proceso de selección?
A partir de la convocatoria siguiente de los cursos de Informática, ya no enseñaré informática, sino apoyaré en el desarrollo de proyectos de grupos de personas que generarán un resultado presuntamente informático, ayudándoles a desarrollar las capacidades que puedan ir necesitando desarrollar. O sea, el ámbito educacional se abre hasta hacerse casi infinito y me supondrá una capacidad casi infinita de adaptación. Afortunadamente, llevo años haciéndolo en otro tipo de talleres y no creo que me suponga el más mínimo problema, aunque sé que es más (mucho más) exigente y procuraré no acarrear tareas como el seguimiento de los proyectos al ámbito no profesional, puesto que ni el sueldo ni el cargo lo exigen en lo más mínimo.
A partir de la siguiente convocatoria voy a ser un dinamizador de grupos que van a contar sus “Historias de vida”. Esto es tan ambiguo como imposible de acotar. Esto hace que también tenga más libertad (y la responsabilidad asociada) en las materias a impartir, hasta el punto de que me han regalado, sin darse cuenta, el famoso derecho de libertad de cátedra.
Creo que se están equivocando completamente, pero no me pagan para pensar la eficacia de las metodologías de enseñanza. Es más, estoy convencido de que esta empresa, después de dos o tres convocatorias, se verá obligada a acotar este papel tan libre del docente y fabricar un guión más o menos rígido que los profesores (perdón, dinamizadores) deban seguir día a día, sesión por sesión, como hasta ahora venía siendo hecho con los convencionales cursos de informática que se impartían.
Entre otras razones, porque la mayoría de los profesores que hasta ahora podían impartir los cursos que impartían (y me incluyo, pero sólo en parte) no tienen el perfil adecuado para las exigencias que les va a demandar la nueva metodología.
¿Qué necesita un formador para ser un buen educador de enseñanza no formal?
Para empezar: no saberlo. No saber. Es esencial que parta de la base de que lo que enseña ya no es lo que sabe, sino lo que puede que los alumnos puedan aprender, que ya no se trata de enseñar, sino de fomentar el autoconocimiento, el desarrollo personal, o, como traté recientemente en otro artículo dejar de creer que se puede hacer otra cosa que no sea la de dinamizar al colectivo para que sus individuos evolucionen según sus propias necesidades y confiar ciegamente en que saben lo que quieren aprender.
El coordinador de un grupo semejante, ha de entender que no existe una verdad única, que debe autocuestionarse constantemente puesto que no hay una forma fijada a la que atenerse y ha de consensuarse en función del correcto equilibrio entre enseñanza y aportación de condiciones para el autoaprendizaje,
Sus habilidades principales entran en relación con la característica de la libertad y su ejercicio en la educacional no formal: ha de ser capaz de gestionar grupos con flexibilidad, habilidad relacionada con un alto conocimiento de protocolos sociales del colectivo en el que se desarrolla la actividad, ha de ser capaz de ser inflexible con cortesía, sabiendo poner límites para no dejar que el exceso de libertad bloquee la capacidad de creación de los asistentes, ha de ser capaz de tener un vocabulario cuidadoso y preciso, que también ha de ser comprendido con precisión por los educados. Ha de tener una capacidad de empatía con quien no necesariamente comprende, saber respetar la expansión inevitable de los egos con los que trata. Ha de dispersarse en cierta medida pero no demasiado y esto es tan ambiguo y poco mensurable que es uno de los puntos críticos de la enseñanza no formal.
Me dejo muchas y, como dije, innumerables que no sé ni puedo saber. Cualquier habilidad, diría, en resumen, es útil para un buen educador no formal con capacidad (insustituible) de relacionar conceptos o inteligente funcional y creativamente. Para profundizar en este asunto, remito al libro de Jose M. Marina, “Teoría de la Inteligencia Creadora”.
Nos pueden hablar de que han de ser buenos comunicadores, buenos líderes, amables y firmes, pero no nos pueden contar cómo puede ser alguien un buen comunicador o un buen líder. Es demasiado subjetivo porque todas estas palabras (que siempre importan) son claramente poco definidas. Ni la comunicación es algo perfectamente delimitado (teniendo en cuenta que existe la verbal, la no verbal, la implícita, la explícita, y las por venir) ni el liderazgo, ni, mucho menos, ese pequeño apócope que es “buen”.
En resumidas cuentas: no se sabe qué hace falta para ser un buen pedagogo de educación no formal y esto es inherente al hecho de que, como no formal que es, no hay forma de saberlo.
Eso sí, dudo mucho que esta empresa haya pensado en esto. ¡Ay! Qué poco saben de estas cosas. Me da que no han hecho ni una sola vez la aparición por un curso de enseñanza no formal aquellos que han decidido cambiar la metodología repentinamente. Pero no me pagan por resolverles estas dudas.
Sé, y cada vez tengo más claro, que no sé enseñar.
Sé que la enseñanza no formal es una parte integrante esencial de la nueva forma de aprender. Que la enseñanza formal es demasiado rígida para las necesidades de infinidad de cosas (incluso puede que esta misma para la que me contratan) y que se adecúa poco a, por ejemplo, cualquier materia que diga ser o tener algo que ver con la contemporaneidad.
Pero hablar de la contemporaneidad es algo que tendré que dejar para otra ocasión, aunque cada día me tienta más la idea de preparar un pequeño seminario en el que aclarar conceptos de cuándo y porqué surge y en qué se caracteriza.

De dictaduras y dictablandas

Quería comentar un par de cuestiones que suscita al mismo tiempo la lectura de artículos de periódicos actuales, en los que se vapulea al tirano libio, ya sin ambages, sin los más mínimos recatos formales a la hora de elegir palabras menos posicionadas, algo más imparciales, con la lectura de un libro titulado “Antropología Cultural”, de Marvin Harris. Es un libro algo antiguo teniendo en cuenta que estamos en una especie de vorágine de cambios culturales derivados de la irrupción en la sociedad industrial de la globalización y la tecnología asociada de InterNet. Editado en Alianza Editorial en 1990, está escrito en 1980 y revisado, creo, en 1984.

Parece evidente y asumido que el aumento de la población, unido a una agricultura intensiva capaz de generar excedentes y la circunscripción a hábitats de alto nivel de vida o rentabilidad, conlleva la transformación de las jefaturas o estructuras tribales en estados, entendiendo como tales aquellas formas de sociedad políticamente centralizadas cuyas élites gobernantes tienen el poder de obligar a sus subordinados a pagar impuestos, prestar servicios y obedecer las leyes.
En estos estados, las grandes poblaciones, el anonimato, el empleo de dinero y las vastas diferencias en riqueza hacen que el mantenimiento de la ley y el orden sea más difícil. Para ello, todo Estado dispone de especialistas que realizan servicios ideológicos en apoyo del statu-quo. […] El principal aparato de control del pensamiento de los sistemas estatales preindustriales consiste en instituciones mágico-religiosas.
Una manera importante de lograr el control del pensamiento consiste en no asustar o amenazar a las masas, sino en invitarlas a identificarse con la élite gobernante y gozar indirectamente de la pompa de los acontecimientos.
Los sistemas estatales modernos tienen en las películas, la radio, los deportes organizados, Internet (añado), técnicas poderosas para distraer y entretener a los ciudadanos. La forma más efectiva de “circo romano” es el entretenimiento retransmitido pues además de reducir el descontento mantiene a la gente fuera de las calles.
A esto hay que sumar el aparato de educación obligatoria, donde además de estimular sólo la creatividad en campos relacionados con la tecnología olvidándose de tratar temas controvertidos, implantan en la mente de los jóvenes los puntos de vista del statu-quo apelando al miedo y al odio.
Por último, a los niños se les enseña a tener miedo al fracaso: también se les enseña a ser competitivos.

Frente a estos estados industrializados e informatizados, donde la información ha pasado a ser una producción más, de carácter virtual y difícil de comercializar, es arduo el intento de liberarse del control de pensamiento. Es difícil porque ha llegado a ser capaz de instrumentalizar cualquier tarea pseudorevolucionaria como refuerzo en la ciudadanía de una idea de libertad que resulta reconfortante y deseable, de modo que rebelarse es bueno, en parte, siempre que se haga dentro de los cánones de respeto a los valores asumidos como inamovibles y que, sin embargo, garantizan el mantenimiento del statu-quo de esta plutocracia que pretende ser democracia.
Cuando vemos lo que está ocurriendo en el norte de África, nos encontramos con la sencillez de una lucha más o menos claramente dirigible contra una élite detestable. Esto nos da cierta envidia pues por momentos creemos que si pudiéramos identificar los causantes de nuestras afecciones, de la gran crisis económica en la que vivimos, podríamos combatirlos con esa determinación que están demostrando los movimientos revolucionarios tunecino, egipcio o libio.
Pero la realidad de los estados industrializados en la era de la información es mucho más compleja y temo que nosotros mismos hemos provocado nuestra misma estructura cultural que eliminar o transformar implicaría un salto durante el cual nuestro nivel de vida sería diferente, presuntamente inferior, del actual. Ahora bien, nos hemos convencido de que vivimos en el mejor de los sistemas posibles y que cualquier alteración lo empobrecerá. Esta perfidia nos inmoviliza y no nos permite avanzar en ninguna dirección, al mismo tiempo de que se da el hecho de que no creemos que estemos, nosotros mismos, siendo parte del sistema represor necesario por nuestros Estados para mantenimiento del statu-quo. Algo así, supongo, debieron de sentir los ejecutores de judíos durante el holocausto nazi.
Incluso, ahondando más en las transformaciones culturales de las estructuras sociales que se están produciendo por intermediación de la transformación de los medios de producción y de la naturaleza misma de lo producido, los mismos Estados se han convertido en poco más que instrumentos circenses con los que entretener a los ciudadanos y desorientarlos. Nos introducimos en conflictos nacionales o nacionalistas, evitando los aglutinadores, los verdaderamente transformadores del modelo de estado, como podría ser la creación de una Europa culturalmente unida, aunque respetuosa de las minorías integrantes.
Con la famosa crisis financiera, parece que hemos ido aún más en esta dirección de miedo y odio hacia los otros, hacia lo que no sea nacional, en una dirección en la que ya se anduvo durante la época que antecedió a la segunda guerra mundial.
Ahora se nos inculca el miedo al islamismo, a los chinos, a África y los africanos. Toda la información que nos llega de estos lugares es siempre indeseable, mala, perversa, de manera que sigamos queriendo estar en nuestra circunscripción y permitamos que las élites gobernantes se encarguen del mantenimiento de un statu-quo considerado, como dije, inmejorable.
Uno de los más sabios gobernantes de nuestro tiempo, no está haciendo ni más ni menos que esto: esperar a ser reclamado como el salvador de los valores de libertad, igualdad y fraternidad, aunque, realmente, no es su verdadero objetivo ni puede serlo, puesto que, como sabemos, el sistema capitalista es inherentemente desigualitario. Pero eso sí, no hay que restar méritos a Obama, sino al contrario, sabiendo que es el mejor fruto posible de su tiempo, dadas las circunstancias.
Eso sí, las circunstancias cambian, la crisis no ha hecho sino empezar a caminar y, poco a poco, el modelo social irá cambiando. Depende, en buena medida, de una reacción consciente de los ciudadanos el hecho de que esa nueva sociedad sea más igualitaria, si queremos, o más fraternal, si queremos o más libre, si queremos. Es nuestra responsabilidad informarnos adecuadamente, formándonos, también, un pensamiento crítico capaz de generar alternativas viables en un panorama complejo, farragoso, altamente interdependiente, global y con unos tiranos invisibles e inidentificables a los que derrocar.
¿De qué herramientas disponemos? ¿A qué estamos esperando? ¿Por dónde empezamos? ¿Somos, también, autocríticos?

El secreto del éxito

La ONU alerta del consumo excesivo de analgésicos en los países industrializados.
Y me pregunto si no es momento de saber cuál es la verdadera enfermedad de las sociedades industrializadas. Aunque habría que matizar que no son sólo las industrializadas, sino aquellas en las que la riqueza es tan elevada que estar a esa altura puede ser difícil.
¿No será que van por ahí los tiros?
El problema es el éxito.
En una civilización en la competencia ha llegado a todos los ámbitos de la vida, no queda más alternativa que ser el mejor, siempre el mejor, como me decía mi padre, incluso aunque seas ladrón, sé el mejor ladrón. Y claro, pasa lo que pasa, que tenemos que doparnos, tranquilizarnos tras el dopaje o el exceso de velocidad (sin irónica mención a los 110 km/h), o para olvidar, o relajarnos artificialmente, en un entorno en el que hemos aceptado que todo es artificial.
La siesta… me acuerdo del libro de Helena que voy a presentar en breve…
Y me voy a trabajar.
Me tomo algo para que no me moleste la garganta hoy que está mal,
la ignoro,
vivo casi como si mi cuerpo fuese prescindible,
vivo por encima de mis posibilidades físicas,
ignoro que existen límites o pienso que están ahí para otros
porque yo lo puedo todo
y si necesito ayuda…
lidocaína o alguna otra cosa
que termine en ina.
Ya no ismos, ahora inas.
Pero el fin sigue siendo no parar
de avanzar en una carrera cuyo final no existe
porque la muerte se niega con lujuria.
Viviremos siempre
y siempre jóvenes
porque lo contrario sólo le ocurre
a los fracasados.
ay… tengo que tomar otra pastilla
que me recuerde que tengo corazón.

O, si no, a Terapia.

La falta de ortografía

Se ha generalizado hasta el punto de que me resulta difícil hacerle creer a mi alumno de clases particulares de primero de la ESO que aprender lengua española es útil.
Recibo emails con faltas tan aberrantes como “abría que decirle a…” o leo periódicos on-line en los que es fácil que los espacios entre palabras desaparezcan o las tildes o…
Y no lo entiendo.
Sé que nos lo “resuelve” todo la tecnología, con sus potentes correctores ortográficos integrados en los procesadores de texto y en los navegadores web, pero a veces hay que saber qué se escribe, leer un poco el texto con el cariño al lenguaje de quien lo maneja como una herramienta que, maltratada, dará lugar a muchos malos entendidos y a una imagen de descuido tan horrenda como la de circular por una carretera mal asfaltada. Claro que el coche anda por ella, pero es feo, no nos gusta, nos resulta duro sin unos amortiguadores con una suspensión infinita.
Por favor, solicito que quien encuentre una falta de ortografía en mis textos en este blog o en mi página web que me avise lo antes posible para poder corregirlo: la forma es importante. Las formas son importantes. No es sólo decir cosas, sino la manera de decirlas lo que nos hace más cultos y la cultura no empieza en las subvenciones sino en la concienciación.
Por favor, revisa tus textos antes de enviarlos, pero no con un simple “corrector ortográfico” sino con tus propios ojos; sé que sabes escribir, que sabes cuando algo está mal escrito y, si no lo sabes… te toca o me toca leer más y más hasta aprenderlo…
Aunque, con las faltas creciendo también en los textos, incluso, literarios, puede que leer más no nos habilite a escribir mejor.
Estoy tremendamente consternado por esto. Mi participación en Wikipedia suele ser la orientada a corregir artículos desde el punto de vista ortográfico, como el “tubo el valor de…” por tuvo. Me gustaría poder editar artículos de periódicos en la misma manera. Sería interesante descubrir un procedimiento de colaboración en la revisión ortográfica que no afectase al contenido del texto, de modo que se pudiese ayudar a corregir textos on-line sin poder modificar su contenido. Algo mínimamente supervisado, comprendo, pero cada vez lo encuentro más necesario.
Si dudas de una palabra, búscala en el diccionario. Con el tiempo, lo agradecerás.

Entre Hecho y Opinión está el poema

hecho, cha.  (Del part. irreg. de hacer; lat. factus).  1. adj. Acabado, maduro. Hombre, árbol, vino hecho.  2. adj. semejante (? que semeja). Hecho UN león, UN basilisco. Hecha UNA fiera.  3. adj. Dicho de una persona: constituida (? compuesta). Hombre BIEN hecho. Personas MAL hechas.  4. m. Acción u obra.  5. m. Cosa que sucede. 6. m. Asunto o materia de que se trata.  ~ consumado.   1. m. Acción que se ha llevado a cabo, adelantándose a cualquier evento que pudiera dificultarla o impedirla.  hecho de armas.   1. m. Hazaña o acción señalada en la guerra.  hecho imponible.   1. m. Der. Situación o circunstancia que origina la obligación legal de contribuir y sobre la que se aplica el tributo.  ~ jurídico.   1. m. Der. El que tiene consecuencias jurídicas.  ~ probado.   1. m. Der. El que como tal se declara en las sentencias.  Hechos de los Apóstoles.   1. m. pl. Quinto libro del Nuevo Testamento, escrito por San Lucas.  a hecho.   1. loc. adv. Seguidamente, sin interrupción hasta concluir.  2. loc. adv. En conjunto, sin distinción ni diferencia.  de hecho.   1. loc. adv. Efectivamente.  2. loc. adv. De veras, con eficacia y buena voluntad.  3. loc. adj. Que no se ajusta a una norma o prescripción legal previa. Situación de hecho. U. t. c. loc. adv. No esperaremos una resolución, procederemos de hecho.  de hecho y de derecho.   1. loc. adj. Que, además de existir o proceder, existe o procede legítimamente.  en hecho de verdad.   1. loc. adv. Real y verdaderamente.  eso está ~.  1. expr. coloq. U. para indicar que algo se puede considerar tan seguro como si ya se hubiera realizado.  esto es ~.   1. expr. U. para dar a entender haberse ya verificado enteramente o consumado algo.  hacer alguien su hecho.   1. loc. verb. hacer su negocio.  Hecho.   1. interj. vale (? expresión de asentimiento o conformidad).  ~ y derecho.   1. loc. adj. Dicho de una persona: Cabal, excelente.  2. loc. adj. Dicho de una cosa: Ejecutada cumplidamente.  3. loc. adj. Real y verdadero.  4. loc. adj. Dicho de una persona: Instruida o versada en alguna facultad.  ya está hecho.   1. expr. U. para manifestar conformidad con algo ya irremediable.

opinión. (Del lat. opin?o, -?nis). 1. f. Dictamen o juicio que se forma de algo cuestionable. 2. f. Fama o concepto en que se tiene a alguien o algo. ~ pública. 1. f. Sentir o estimación en que coincide la generalidad de las personas acerca de asuntos determinados. andar alguien en opiniones. 1. loc. verb. Estar puesto en duda su crédito o estimación. casarse alguien con su ~. 1. loc. verb. coloq. casarse con su dictamen.

Un poema es un hecho, en mi opinión.
Un hecho puede ser un poema.
Una opinión puede ser un poema.
Ambas cosas son parte de la interpretación de la realidad.
Ambas cosas son hacedoras de realidad.
Hecho: La realidad es un poema, en mi opinión.

Un mínimo derecho a la intimidad

Está claro que hay personajes públicos que exhiben su vida por placer que circula entre lo patológico y lo exhibicionista y hacen las delicias de los consumidores de tele-basura porque no puede ser calificada de otro modo. Estos programas en los que se desmenuzan sus vergüenzas sociales para el entretenimiento de unos telespectadores que, acostumbrados a realitys y demás intrusiones en la intimidad de las personas, lo escuchan sin sobrecogerse.
A mí me produce cierta urticaria, algo enfermo, algo que siento que me contagia aunque no sea por ingestión directa, afectando a mi entorno que cada día parece estar menos sano. Y esa insania la pago yo y la pagamos los que no deseamos matar nuestras neuronas con esta apoplejía social.
No quiero ahondar en la posible comparación entre este hábito y el del consumo de sustancias que envenenan la respiración, porque aparentemente uno se mueve en un terreno físico (humo-pulmones) y el otro en un terreno psíquico (telebasura-mente). Digo aparentemente porque, en realidad, es infundada esa separación cuerpo-alma. Pero, vale, voy a dejar esta cuestión para otro día.
Lo que me parece excesivo es que un periódico más o menos digno (El País) publique en sus páginas el parte médico de un hospital en el que han ingresado a la ínclita presidenta de la comunidad de madrid. ¿No nos estamos pasando? Es un personaje público por exigencias del guión, por decirlo así. ¿No debería haber un mínimo respeto por el hecho de que su estado de salud, que es relevante, debe ser íntimo si no afecta al ejercicio de sus funciones?
Y lo más grave es que lo leemos.
Lo leemos para informarnos.
Pero esa información es humana, individual, privada, no política ni social.
Ay, qué grave está el mundo y qué pocos esfuerzos se realizan para curarlo.

Libia

Hoy no soy muy optimista, pero es que los aviones bombardean manifestaciones en Libia y Europa tan sólo dice que ese señor es muy malo. Bien.
¿Para qué existe una Unión Europea? Deja bien patente cada día que su finalidad es exclusivamente la que tuvo en sus orígenes: Comunidad Económica Europea. Remarco: Económica. No se habló ni se ha pretendido nunca que sea una Comunidad Social, una Comunidad Cultural, una Comunidad Política.
La preocupación europea es si Libia amenaza al suministro del preciado oro negro. De si puede provocar un aumento del precio del petróleo, de si nuestra economía se resentirá. ¡Ah! y la inmigración. ¿Habrá oleada de inmigrantes?
Siento vergüenza de ser europeo.
¿Merece la pena votar en una parodia de democracia representativa en las elecciones al Parlamento Europeo? Cada día que pasa, cada conflicto que encuentro en los medios, siento que la respuesta no está en esas votaciones nacionalistas, en las que los distintos representantes se empeñan en defender los privilegios de sus feudos. ¡Qué penoso!

Europa, Europa, Europa,
despierta, levántate,
emerge en un mundo que te necesita y al que necesitas.
Europa, Europa, Europa,
vuelve a ser el faro de valores que alguna vez pudiste ser,
recupéralos para ti, para nosotros, para ellos.
Europa, Europa, Europa,
sé, defínete, cree en ti,
si eso, sin tu propia confianza, nunca habrá
Europa, Europa, Europa.

La Esperanza de Esperanza

Ayer me sorprendió la noticia de que la presidenta de la Comunidad de Madrid anunciara su próxima operación de Cáncer de mama. No es muy común que sepamos tan claramente lo que pasa en la salud de nuestros dirigentes.
He de reconocer que no sentí demasiada empatía, ni siquiera un poquito de compasión, aunque tampoco es que me alegrase de su desgracia. ¿Qué le voy a hacer? No se granjea precisamente simpatías.
Pero luego lancé una segunda pensada al asunto y me di cuenta de lo triste de la situación: es posible que no gane, por esto, las próximas elecciones. No lo lamento, no. Pero sí lamento el porqué creo que no las ganará.
Ayer comparé el futurible fracaso de su candidatura con el estrepitoso debacle de McCain en EEUU. Nadie quería votar a un presidente que posiblemente no acabaría vivo su mandato. Y un importante sector de los republicanos no ve con buenos ojos a la “Esperanza” del partido, a la peligrosa por radical Sarah Palin que, supuestamente, en caso de fallecimiento del presidente, habría ocupado el cargo y desempeñado sus funciones. Las de la presidencia de un país hasta hace poco considerado omnipotente.
Me resulta penoso pensar que los madrileños seguirían votando en mayoría un modelo de sociedad neoliberal insolidario, especulativo, privatizante, que supone el desmantelamiento del estado de bienestar de manera drástica, excepto para quienes tengan la capacidad económica de mantenérselo en privado, un modelo hipócrita y racista, que a veces se viste de modernidad para, rascando, oler a rancio franquismo dictatorial, un modelo católico nacionalista, que genera a cada momento mayores desigualdades sociales dentro de una misma comunidad, que apuesta, no por la repartición de la riqueza, sino por la generación de riqueza aunque no esté distribuida horizontal, sino verticalmente.
Veo y siento cómo desaparecen los colegios públicos o cómo se reduce su calidad, quedando relegados a lugares donde se forman los inmigrantes, hasta el punto de que profesores de educación pública llevan, si pueden, sus hijos a colegios privados. Veo cómo se ha entrado en una crítica injustificada de la seguridad social y su atención médica, de manera que sea razonable prescindir de parte de sus servicios, sustituyéndolos, para quienes puedan pagarla, por sanidad privada (que, cuando quiebra o estafa no puede ser más que ligeramente sancionada, como es el caso de la Sociedad Médica Ferroviaria, por ejemplo). Las carreteras de acceso a la ciudad se fortalecen con autopistas de peaje, pero se dice que se apuesta por un transporte público que siempre funciona insuficientemente para la densidad de población de la capital, que aumenta de precios continuamente desde hace años, haciendo mucho más rentable el transporte privado.
La Comunidad Autónoma de Madrid es algo un tanto artificial, razonable, pero artificial. Es razonable que, dado el centralismo de un país como España, Madrid esté parcialmente aislado de otras comunidades a las que habría expoliado para repartir los recursos asignables.
Es también interesante que la presidencia de la comunidad mantenga un diálogo exigente con el ayuntamiento faraónico de la capital. Y, aunque sólo sea por cuestiones aparentemente personales, parece que así es, incluso entre Gallardón y Aguirre, miembros del mismo partido político.
Tampoco creo que Esperanza Aguirre sea la única responsable del modelo económico que nos creemos como irreemplazable, pero sí es una de las más duras defensoras de un modelo que juzgo indeseable.
Claro que es mi opinión. Faltaría más. Esto es mi blog.
Ahora, puede que otros partidos tengan alguna posibilidad de competir con el dominio mediático que se aseguró de dominar el equipo de Esperanza, con una Telemadrid tan panfletaria que resulta irrisoria, con una asociación bien orquestada de la publicidad de la comunidad con la propaganda del partido. Si Goebbles levantase la cabeza estaría tan orgulloso de saber cuánta gente le secunda y le utiliza…
Pero, ¿por qué convence y motiva su modelo?
Creemos en la posibilidad de salvarse sin mirar atrás, salvarse sin pensar en el futuro, el éxito es ahora o nunca, no hay más que lograr sobresalir para dejar de sufrir. Y todo está justificado para mejorar las condiciones económicas propias y de la propia familia. Y la familia es lo importante, lo único importante. No la comunidad en la que habita, sino sólo y exclusivamente el núcleo familiar.
Poco a poco irá transformándose el concepto de familia (espero) y la insolidaridad irá disminuyendo… quiero creer.

Paraguas

Qué fragilidad la de un paraguas que es dejado en un cubo de basura, después de habernos servido bien. Es un objeto algo perverso, que puede aniquilar a más de uno. Cuando Madrid se llena de paraguas la ciudad se vuelve difícil de transitar caminando. Debería ser habilitado un carril paraguas, igual que un carril bici o un carril perro.
Ya que demostramos ser incapaces (según dicen) de llegar a una convivencia pacífica que debe ser constantemente regulada, reglamentada, como en el caso de la famosa ley antitabaco (en lugares públicos, matizo), parece razonable lo absurdo: que regulemos todo lo que pueda ser causa de daños a terceros sin cesar hasta caer en los ridículos mencionados… aunque quizá algún día no parezcan tan ridículos.
En el mundo de las milongas (donde se baila tango social) cada vez hay más preocupación al respecto del respeto: se habla sin parar de la necesidad de respetar la circulación, de no golpear, de evitar confrontaciones con el otro, de no dañar a nadie en lo más mínimo. Y me parece razonable… hasta un punto.
El respeto nunca estará relacionado con la prohibición, con la obligación ni con nada coercitivo. El respeto debe partir siempre de la mirada hacia la otredad, pero por ambas partes, sabiendo que debe convivir con una tolerancia que se demuestra en la molestia, no en la no molestia, no soy tolerante o no demuestro serlo cuando algo no me molesta y lo aguanto, sino, al contrario, cuando algo me molesta y lo aguanto.
Pero ¿cuánto he de aguantar? ¿cuándo debo pasar a ser intolerante?
No tengo la respuesta.
Pero sé que tiene que ver con la flexibilidad, con la capacidad para la convivencia… y no sé tampoco cómo se puede enseñar esto. ¡Qué poco sé!
Pero algo sé al respecto: la inflexibilidad y la intolerancia, la prohibición y la obligación, también enseñan; enseñan que no es preciso aprender a respetar ni convivir, que es algo que ya nos dirán (¿quienes?) cómo hacer.

Y yo en este artículo pretendía hablar de la crisis y la metáfora de un objeto desechable como paradigma de la cultura del derroche, del consumo encadenante, de la falta de conciencia… pero claro, hemos llegado a otro punto en el que la falta de conciencia es evidente.
Y seguimos.
Y seguimos.
Y seguimos.

Esto no es una broma