Orgullo de amigo

Mi querida Aída B. Marquez ha puesto su pica en Flandes, aunque, en esta ocasión, Flandés=Hamburgo.

Esta es la imagen del primer artículo de «Der Spiegel» en el que su nombre aparece como autora de la animación. Me hizo tanta ilusión como tristeza por sentir que está bien allí, que no me atrevo más a decirle que se vuelva… que este país, el del RealMadrid-Atleti, no tiene futuro.

Y, por ella, por ello, me siento feliz y orgulloso.

der spiegel y aida

Tengo tantos temas pendientes

que no sé por dónde empezar.

Algo sobre los adolescentes y los ritos de iniciación: ¿cuándo comienza un niño a ser adulto? ¿deben existir leyes convenidas para paliar la inexistencia de los ritos de iniciación? ¿tiene el estado algo que decir al respecto? ¿es normal o excepcional?

La partitura de la acción que realicé en el último encuentro de Artón. Es atípico que no la tuviese ya hecha, si bien la tenía pensada y concebida tal y cómo se desarrolló. No obstante, tengo que hacerla. En el fondo, para mí, esta es verdaderamente la pieza. Lo que hice es tan solo una posible materialización de la misma.

Escribir sobre el encuentro (aunque no tomé notas, sí tomé nota). Me gustaría contar cómo fue, lo interesante y lo abyecto del insufrible ególatra que arruinó parte del día.

Por qué voté a EQUO en las elecciones al Parlamento Europeo. Que son dos cosas: por qué voté y por qué lo hice a quienes lo hice. El porqué del voto verdad frente al voto útil. El programa frente al personalismo.

La alegría de saber que mi amiga Aída está trabajando en un periódico prestigioso y su primer artículo.

Y algún otro tema que me dejo en el tintero o que tengo apuntado en algún gestor de notas.

Y, sin embargo, no acabo de empezar ningún tema.

Una batalla tuvo lugar

Varios días después de un combate de mordiscos entre un salvamanteles expandible metálico de la era en que mis padres se casaron y mi dedo anular de la mano izquierda, huérfano de tal apelativo, la batalla aún continuaba con los restos de los microbios energúmenos siendo completamente derrotados por unos anticuerpos exageradamente protectores, hasta el punto de protegerme de lo que no me hace mal, como las pequeñas partículas de polen que pululan por mi hogar bienavenidas.

anular

Selfie

Ahora que parece que ha vuelto a ponerse de moda el autorretrato, con esta tendencia conocida como selfies, me he unido a la autorrepresentación que, dado el uso del reloj, casi recuerda a esas fotografías de secuestrados que daban cuenta de su ubicación en el espacio-tiempo.

selfie

La reflexión (y no tiene doble lectura) sobre el aumento de este tipo de fotografías y el egoísmo o egotismo o cualquier otra manifestación del ego y superego en la sociedad contemporánea, me la dejo para otro día.

Navegando seguro y confidencialmente

Es casi un oxímoron si uno lo piensa mucho, pues no es posible la «seguridad» si nos exponemos al mundo exterior, plagado de amenazas que trascienden la inocente oferta de un dulce a la puerta de un centro educativo infantil.

No obstante, puedo hacer unas recomendaciones para una navegación por Internet que van en aumento de paranoia de privacidad.

La primera cosa a tener en cuenta: usar navegadores diferentes para distinto tipo de actividades. No es lo conveniente por no decir que es casi temerario utilizar el navegador que se utiliza para realizar alguna actividad de comercio electrónico o banca electrónica para descargarse series de internet.

Así de modo simple, yo repartiría en 3 modos o 4, lo que implica 3 o cuatro navegadores diferentes. Si usas windows… la verdad, no te preocupa mucho la seguridad y mucho menos aún la confidencialidad, así que me salto consejos sobre el IExplorer. Yo uso linux. De navegadores:

  • Chromium: para las cosas «cotidianas», como blog/email/facebook/noticias/webs que requieran contraseña, pero no claves bancarias.
  • Chrome: (También sincronizado con android vía cuenta google), para manejar contactos/móvil, para acceder a wikipedia y compras online/banca u otros servicios financieros (acceso a área de cliente de proveedores, etc).
  • Firefox: [Iba a decir Netscape (ay, qué tiempos!)] para descargas, ya sea de series, subtítulos de películas y otras morrallas semejantes que requieran contraseña (que nunca ha de ser igual que la de las cosas cotidianas, ni mucho menos la de las cosas financieras), algunos sitios poco recomendables en los que se abran ventanas más o menos molestas incluso con bloqueadores de las mismas. Son esas webs que, por uno u otro motivo, requieren tener parcialmente almacenada información en caché, en memoria o cookies.
  • Opera: para el porno online (sí, sí, incluso un intelectual como yo alguna vez he visto porno online) usando un navegador específico cuyo historial de navegación, cookies y demás huella se borre al terminar cada sesión de navegación.

Por supuesto, todo ello está dentro de una sesión de un sistema operativo que garantiza unos mínimos de seguridad a nivel usuario, pues manejo un usuario con el que no dejo acceder a nadie mi ordenador personal linux. No llego a la paranoia siguiente que podría ser la de desear que las carpetas de usuario estuviesen cifradas. No es para tanto… pero tampoco estaría de más si no fuese porque se pierde un poco de recursos.

Si quisiera ir en esa dirección, realizaría una navegación (sobre todo de los usos que requieran más privacidad, como descargas o porno) desde máquinas virtuales (diferentes) en carpetas cifradas mientras dedicaría un navegador exclusivo desde una máquina virtual exclusiva para almacenar información financiera que requiriese un alto grado de confidencialidad y seguridad.

Enmascarar IPs y cosas así me parecen demasiado complejas, pero puede que, el día de mañana, tengamos que pensar en aprender a hacerlo si las leyes de vigilancia y control siguen extendiéndose. Pero quizá entonces sea mejor apostar por navegación intermediada a través de algún «proxy» (que nada tiene que ver con proxeneta) alojado en algún continente más liberal.

En resumen: 4 modos de seguridad, de mayor a menor importancia:

  1. Datos financieros, compra-venta online, tarjetas de crédito, datos personales tipo DNI/NIF, consumo de proveedores.
  2. Contraseñas para email/redes sociales/blogs/nubes y servicios personales no financieros.
  3. Contraseñas para servicios de internet «sucia», tipo web de descarga, foros, periódico…
  4. Lugares de los que no se desea dejar huella. Sin contraseña, sin usuario.

La alergia se está retrasando o las falsas esperanzas

Cada día me despierto pensando que hoy comienza el malestar permanente de la alergia. Y desde hace semanas agradezco (no sé a qué ni a quién) el hecho de no haber empezado. Podría agradecer simplemente el hecho de no tener alergia o cabrearme por tenerla y tener que despertarme pensando en ello cada mañana, pero he decidido agradecer la falsa esperanza de que esta vez se retrase el temita.

Hoy no tengo mocos, no me ha sangrado la nariz, como esperaba. Hoy, casi después de una semana de mayo, aún no presento los típicos síntomas, aunque he tenido que estar un rato sentado esperando a sentirme algo más fuerte, pero pude hacer el taller de Poesía Objetual y Performance en Castrejón este año, en mitad de un campo de olivos, sin ser atacado por esa naturaleza que me es hostil.

No sé qué pasará mañana, quizá tampoco pase nada más. Sigo sin tomar antihistamínicos que es algo así como la prueba palpable de que ya ha comenzado. Sigo sin sentir que los necesito, pero hoy ha sido difícil creerlo.

Tan solo sudo más de lo habitual, tengo un poco de calor inexplicable por el mero hecho del aumento de la temperatura, causado por una especie de combustión interna, por un frente de batalla abierta en el fondo de mi pecho, en mi intestino, en el pericardio, en el perineo, en algún lugar remoto de mi intrínseco misterio, a varios metros de mi piel hacia el interior, como si fuese posible, como si hubiese espacio suficiente para una guerra que no entiende de tratados de paz.

Las manos desean mantener los dedos alejados unos de otros, en un denodado intento de desecar la dermis por contacto con el aire que, ahora, entra por las ventanas. (Antes de eso no había aire, estaba respirando, supuestamente, una burbuja de fluido gaseoso (valga la redundancia) ignoto e inicuo).

Las yemas digitales están a punto de llorar lágrimas de soldados muertos en combate.

Y yo estoy verdaderamente a punto de dejar de tener falsas esperanzas.

Debo mantener recuerdos vivos del tiempo que no he sufrido. Falsas recompensas que sustituyan las ilusiones vanas.

Y a esperar que desaparezca y vuelva otra maldita primavera floreciente.

De qué vive un artista.

Ya he escrito sobre esto en varias ocasiones hasta el punto de que no me apetece volver a hacerlo, pero como dice mi querido Hilario Álvarez, sigo interesado en ese viejo tema.

Escribí Sobre el precio de una performance, que tuvo una serie de respuestas a un cuestionario que propuse en el artículo Sobre el precio de una performance (Respuestas), así como en un texto para InAcción de ARTóN y en otro similar sobre la Sobre la gratuidad y el amor al arte.

No obstante, este texto, que no es mío, lo subscribo sin ninguna restricción. Aunque sigue sin aclarar de qué debería vivir un artista y se limita (que no es poco) a constatar de qué lo hace.

¿De qué vive un artista? Por: Lucas Ospina

Un artista vive de la renta, de alguna renta, por ejemplo de un inmueble heredado que produce una suma fija mensual. Un estudiante se pagó la costosa matrícula de una universidad privada con el producto de un local que le tenía alquilado a un cine-bar, lo que los asistentes gastaban en boletas, cócteles y crispetas él lo reinvertía en arte. En otros casos las rentas vienen de lo que producen las acciones en un negocio familiar. Una generación trabajó, otra hizo fortuna y la última, la generación artista, se gastó la plata. Dos hermanos, uno actor y otro cineasta, vivieron durante mucho tiempo del producto de la renta que producía la fábrica de piscinas fundada por el padre y administrada por el primogénito, un ingeniero igual de excéntrico a sus hermanos menores pero que debió conducir su artisticidad por el cauce señalado por el padre.

Otro artista a la muerte de su padre recibió una gran fortuna como herencia, ante lo que su mejor amigo, otro artista, dijo que era él quien había pasado a mejor vida.

Otro artista vive de un negocio. Cada quince días hace el viaje de la capital a su pequeña ciudad natal donde tiene una miscelánea que mantiene surtida de prendas y adminículos para jóvenes, cosas pasadas de moda en la gran ciudad pero que son novedad en la provincia. El artista dice con orgullo que es él quien define las tendencias de la moda en la pequeña ciudad. Otro artista puso un restaurante y se le incendió, otro montó el restaurante que lo hizo tan reconocido como chef que cuando dice que también es artista la gente se sorprende.

Otros artistas optan por el diseño y montan empresa, les va bien, son prueba de que en diseño más que estudio se necesita de práctica, prueba y error, experiencia; a estos artistas que diseñan les va tan bien que pasan de artistas a diseñadores. Todos tienen una fase en que ven el diseño como arte pero cuando el trabajo los abruma, y los clientes “siempre tienen la razón”, caen en cuenta de que el diseño es un servicio más y de que ellos se han convertido en proveedores de soluciones, no de enigmas; lo que comenzó siendo una estrategia temporal de automescenazgo —el diseño para pagar el arte—, terminó siendo un trabajo perpetuo donde todas las licencias creativas del arte van a parar al diseño. De vez en cuando estos artistas diseñadores les toca hacer un catálogo de arte o un trabajo para un museo de arte y cuando entran de nuevo en contacto con la gente del arte, agradecen vivir del diseño, incluso extrañan a sus clientes habituales. Es raro pero no inusual que por algún rezago estético estos diseñadores recuerden esa cosa inútil y anodina llamada arte, pero pronto lo urgente los trae de nuevo al presente.

Otro artista emigró y montó una carpintería en un país de donde tenía nacionalidad, antes hacía instalaciones sonoras efímeras, hoy instala pisos de madera y une cada pieza con el mismo cuidado con que componía sus obras de arte.

Otro artista tuvo un hijo y abandonó el arte: “los hijos son la muerte del artista y el nacimiento del publicista”.

Otros artistas viven de la dictadura de clase. Cada año los programas de arte de la universidades del país gradúan un promedio de 500 artistas, un público cautivo que necesita de un cuerpo de recreacionistas intelectuales que cumplan con la ilusión de enseñar arte. Enseñar arte puede ser el mejor trabajo para un artista, hay bastante tiempo libre para crear o “investigar” (como se refieren los artistas a lo que hacen cuando le quieren dar altura académica). A pesar de que cada vez hay más trabajo burocrático y hay que inventarse más justificaciones y comités para justificar la necesidad de los comités que justifican el arte en la universidad, ser profesor es una buena actividad. Hay que decir que un profesor de arte goza de un margen insólito de libertad, si los profesores de medicina dictaran sus clases como los profesores de arte dictan las suyas, graduarían asesinos en vez de médicos. Tarde o temprano muchos artistas, así no lo quieran, reencarnarán en profesores de arte; temprano si consiguen trabajo en un colegio, usualmente el mismo colegio donde han estudiado, o tarde cuando regresan endeudados con una maestría y descubren que para lo único práctico que sirve ese cartón de maestría de arte es para ser admitido en el proceso para calificar como profesor universitario de arte. Pero además de tener la maestría habrá que tener un doctorado y cuando todos tengan un doctorado algo más habrá que tener, el único consuelo es que mientras más grados haya que tener más necesidad de profesores de arte habrá y así tal vez haya más puestos de profesores universitarios de arte para darle clase a todos los que necesitan estudiar para tener más grados para obtener el puesto de profesor universitario de arte. También existen los profesores de talleres independientes, pero dependen del tiempo libre y la inconstancia de las señoras y pintores de fin de semana.

Otro artista vive del arte, sí, se puede vivir de eso: hay que asistir a muchos cócteles de inauguración, hay que circular y sonreír y hacer comidas y ser pródigo con las gentes del arte, con los galeristas, coleccionistas y curadores, y con sus cónyuges e hijos. Jamás hablar mal de la gente del arte en público y menos aún publicar algo malo sobre ellos. También hay que ser dúctil y decirle que sí a cuanto oferta de publicidad haya, y participar en subastas benéficas, y enviar a un testaferro que puje en la puja para que las obras se subasten bien y así elevar la cotización del precio del arte en el mercado. También hay que tener un taller y regar la voz de que hay piezas asequibles, económicas, y una vez los coleccionistas visitan el taller, atenderlos muy bien, siempre sonreír, y disponer las piezas con estrategia, de lo caro a lo barato, mostrar piezas que “ya están vendidas”, y hacer el tour de los precios con indiferencia y seguridad. Hay que soltar datos prestigiosos sobre clientes previos y sobre la cotización de las piezas en la galería. Hay que acordar con el galerista y con el dealer que obras hay que repetir y venderlas con discreción, y en la Feria de Arte montar guardia cerca al stand donde está la mercancía y para efectos de prosperidad parecer que se está ahí por pura casualidad. Hay que tener una galería por fuera del país, no importa si se trata del cuarto trasero de un bar alternativo en Berlín o de una galería meramente comercial, lo que cuenta es la internacionalización y poder dar el precio en dólares o en euros.

Otro artista optó por la doble vida —o eso es lo que se deduce de su esquizofrenia estilística—. Tiene dos tipos de obra, una que es la propia, la que no se vende, la conceptual, la efímera, la caprichosa, la que lo posiciona en el reino de las inteligencias y otra en la que da muestra de su destreza manual para hacer paisajes y caballos o fotos bonitas, o floreros bonitos, y que vende de forma anónima, o bajo un heterónimo para que no se pueda relacionar con el nombre propio y no afecte el capital reputacional. Es importante que los artistas no revelen de qué viven, sobre todo si no viven del arte, esto mantiene el mito de su independencia, de que no sirven a nadie, de que son inocentes, de que nunca serán lo suficientemente maduros para liberarse de la idea de libertad.

Otros artistas viven de la mediación artística, trabajan como asistentes en talleres, museos, galerías y espacios independientes, como cargaladrillos de artistas, curadores o galeristas, y luego, con la experiencia adquirida y una lista de contactos, se lanzan como artistas y curadores y galeristas, o simplemente dejan de ser artistas para ser curadores, galeristas o gestores culturales.

Otros aprovechan su arrojo para juntar palabras, hacer párrafos con esas palabras y firmar esos arrumes de párrafos para ofrecer textos de arte multipropósito que se cobran por el número de caracteres y que apenas sirven para cubrir el pago de los servicios; a los que escriben les basta con publicar uno o dos de estos textos para ser llamados “crítico de arte” y pasan a escribir en la prensa y en catálogos, basta con hacer un texto elogioso para una exposición y entregarlo a tiempo para que otros clientes quieran más textos de ese tipo, ante la presión de la demanda y el afán de complacer a la clientela es fácil pasar de agudo provocador a soso prologuista, este género de textos se parece al de escribir obituarios.

Otros artistas organizan bienales y encuentros internacionales de arte para pretender recibir suficiente apoyo como para poder vivir de la bienal y de los encuentros internacionales de arte que organizan. Otros ponen una ONG de arte y viven de ofrecer servicios de asistencialismo estético a las comunidades e instituciones interesadas.

Otros artistas viven de los premios, se inscriben en cuanto concurso hay, poco importa si el dinero viene del Estado, de una caja de compensación familiar o de una multinacional, no importa si la obra hay que mostrarla en una casa crujiente contra una pared descascarada en medio de la barahúnda de otras obras o en el corredor de un edificio inteligente, lo importante es concursar con la meta de ganar. Estos premios son loterías para artistas y dado el número de artistas que concursan es posible inferir —por simple matemática— que un artista tiene más chance de ganar en una de estas loterías que en cualquier otra. Entre premio y premio, entre una convocatoria y otra, en Internet se puede descampar y solicitar ingreso a las residencias para artistas que se ofrecen a nivel global, una vez se hace una solicitud a una se tiene una matriz para hacer más solicitudes, es posible vivir de trotamundos por años saltando de una residencia a otra.

Otro artista vive de su conyugue. En ningún momento pensó en casarse con otro artista, siempre supo que de casarse tendría que hacerlo con alguien que tuviera grandes ingresos.

Otro artista vive de oficios varios, es mesero, ayudante de chofer de bus intermunicipal, mensajero en una agencia de publicidad, es un artista sin obra, nadie lo conoce pero lleva una vida de poeta.

La mayoría de los artistas viven así.

Nota: texto escrito para el libro Cumbre Cartagena de Indias 2011, remunerado a su autor por Helena Producciones.

4 días sin redes sociales y aún no he muerto

parece mentira
pero he podido sobrevivir
cuatro días
seguidos
a una desconexión absoluta
(y mente voluntaria)
de las redes sociales
e incluso del correo electrónico
si bien es verdad
que escribí un par de mensajes
instantáneos
para concretar
una comida agradable
con mi buena amiga maría
y su familia.

parece mentira
lo que cunde el tiempo
cuando se emplea en cosas
mucho más concretas
que una entelética relación
que
por otro lado
no por virtual es irreal.

parece mentira
lo fácil que resulta
una vez que uno comienza
a tomar las riendas de su vida
y se empodera
o apodera
de su vida
como si fuese un ser humano libre
o un hombre libre
o una mujer libre
o algo, pero libre.

parece mentira
que la pareja con la que se comparte
piso, pasado, presente y esperanzas
risas y pieles
se sienta diferente
hasta reenamorarse
más
de lo que cabe en este verso.

parece mentira
que no importen las noticias
que no son nuevas
que la recuperación económica suene a hueca
que la ciudad huela a derrota
y al mismo tiempo a felicidad.

parece mentira
que los cantautores de antaño
aún me hagan llorar
oyéndolos en frente de unos ojos
miel
que las películas nuevas
sean poco más que viejas películas
que se ven otra vez
y se disfrutan
como la primera.

parece mentira
que los besos
disparen
ganas de versos
y que la ducha de agua caliente
se dé por supuesta
como si siempre fuese a estar ahí.

parece mentira
que sobre dinero a un poeta
a fin de mes
que sobre dinero a una bailarina
a principios de mes
y que se gaste despreocupado
en aras de hedonismo
sin dios castrante.

parece mentira
(sí)
pero es verdad.

Desagradecido

Nací
de mi madre
y de mi padre
aunque más de mi madre
por aquello de la gestación.

Nací
sin haberlo pedido
sintiendo que era su deseo
su
deseo
y no necesariamente el mío.

Nací
hace ya más de 46 años
de los que gran parte sostuve
que desearía controlar
al menos
el final
ya que no pude el principio.

Nací
involuntariamente
y esa
carencia
está siendo arrastrada
losa
sobre la espalda
de un exceso de responsabilidad
quizá
mal entendida.

Nací
sin objetivo claro
sin destino
sin fin
y con un principio que no es de incertidumbre.

Nací
tarado
y superhéroe.

Nací
extraterrestre
en mitad de un tumulto de humanos sociales
por naturaleza
e incluso puede que buenos.

Nací
desarmado
y cargado de futuro
con una necesidad de alimento
que se come letra a letra
o verso a verso.

Nací
para morir
y siempre lo he sabido
pero incluso así
supongo
debería sentirme agradecido

y no lo logro.

Esto no es una broma